jueves

Lavando

La lluvia caía, 
eran las cuatro de la mañana
y yo le quitaba las manchas
al pantalón blanco que había usado
en esa última salida.
El lugar se llamaba La Luna,
como muchas otras cosas
ha desaparecido quedando 
el recuerdo.
En eso el anciano llegó y comenzó
a reírse de mis protestas,
al parecer el desencanto 
combinado con los insultos
que estaba propinando
era algo divertido.
Supongo que esa fue la noche
en la que dejé la crisálida
y atrás quedó el niño
para que la bestia tomara
su lugar en éste mundo loco.
No fue la primera ni la última
vez en que me sentí así,
una constante en esta existencia
mientras los años pasaban
y me cerraba cada vez más 
sobre mí mismo.

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