Tanta tecnología en tan poco tiempo nos ha incomunicado, lejos quedan los días en los que nos juntábamos a jugar en la casa de algún compañero de secundaria, ahora todo es virtual, uno puede ver lo que hace el otro aunque esté a miles de kilómetros.
Incluso los gustos personales son lícitamente revelados con pequeñas encuestas a un costado de nuestro navegador, estar en línea parece ser tan necesario como respirar para algunos, la existencia gira en torno a eso y muchas veces nos importa un carajo lo que le pasa al que tenemos al lado.
Otras tantas al terminar la jornada en lugar de tener una conversación con la persona que vive contigo simplemente te metes en la computadora o frente al televisor, así el único momento que compartes es el abrazo al final del día pero ahí solo sueñas (si puedes) y al día siguiente queda el buen día.
Ni hablar de esa locura que te invade al no poder conectarte, cuando el servicio está lento o inoperante, dado que la formación de tu equipo o tus mascotas virtuales no serán atendidas ese día.
Por suerte aún estoy a tiempo de apagar éste sistema infernal, porque después de todo “sólo es un sueño que nos gusta ver.”
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