I).
La luz descendió de los cielos y el rey salió a recibir al emisario.
Le mostró la grandeza de su palacio, las altas torres y los soldados de armaduras bruñidas.
Los comercios dentro de la ciudad, las estatuas de los héroes y el enorme mausoleo que custodiaba el descanso de los señores de antaño.
El ángel vio al pueblo fuera de las murallas, las enfermedades, los saqueos y a las mujeres llevando a los niños consigo, trabajando de sol a sol para mantener a los de adentro.
Contempló los cimientos de aquella fortaleza, levantados sobre la muerte de cientos de seres y abandonó aquel lugar.
El rey lo observó partir al atardecer, las sombras cayeron sobre él.
II).
El ser alado vio las marcas de la perversión en los ojos de aquella emperatriz, un ejército de cuervos a su servicio, un soberano títere y un montón de alfiles obsecuentes.
Ella movía un dedo y la cabeza de un oponente rodaba, su trono se alzaba sobre cráneos, vanidad y humo.
Apenas soportó esa antítesis de la obra de su Padre, de un manotazo la escena desapareció y ante sus ojos aparecieron otras imágenes.
Lejos quedó el reino de las tierras devastadas, lejos las excusas, la pereza y ese brillo frío que emanaba de sus dos ojos.
III)
Ante el aparecieron los niños corriendo en la plaza, una multitud aclamando a un nuevo elegido.
Pensando en lo que podía obtener, no en los que quedarían atrás. El alma era encerrada junto con el futuro de sus hijos.
Vio las llamas alcanzar el cielo, la tierra muriendo por la contaminación y el mar dejando sobre las costas los despojos de lo que alguna vez fue la humanidad.
Entonces una cortina de lluvia cambió su visión.
IV)
La víctima se convirtió en victimario, asesinando a sus hermanos y excusándose, antes o después, el pecado siempre vivo.
Sobre una franja de sal y de rocas, debajo los recursos abundaban, había para todos los que allí vivían pero alguien lo quería todo para sí.
Los perseguidos morían atravesados por las balas o destrozados con las minas terrestres. Luego todo era silencio.
Una mentira sosteniendo a otras mentiras, la catarata ya no se detenía y los condenaba al olvido.
V)
Vio a un hombre en un páramo desolado, gritándole al viento y eclipsando el sonido del océano. La borrasca que venía del sur cortaba todo lo que encontraba, pero a él no parecía importarle.
Maldijo a su creador por haberlo dejado solo, con apenas un fuego que se negaba a extinguirse y un montón de recuerdos.
Una lagrima rodó cuesta abajo, el ángel pensó que había sido el mar pero al final se percató de que su sufrimiento era el propio.
Entonces el telón volvió a caer.
VI)
La mujer llevaba a su hija a cuestas cada día de la semana. Le enseñaba a comunicarse con sus hermanos, a través de pequeñas señas.
Se le estruja el corazón cada vez que escucha una palabra saliendo de su pequeña garganta, es como si arriba alguien encendiera una fogata a la vez hasta que el cielo tenga el color del sol.
La madre no sabe de rendirse, ni aún vencidos ella continua y su pequeño retoño crece, un poco obstinada tal vez. Pero incluso en la belleza existe la imperfección.
Entonces llegamos a la última escena.
VII)
El ser alado ha recorrido un millón de años luz, ante sus ojos aparece un anciano cuidando un viejo álamo de las hormigas que lo asedian.
El viento inclemente le arranca las hojas, le pega en el rostro lleno de cicatrices y de tiempo, las mismas que vio en los brazos de alguien que se ha quedado de éste lado.
Sus manos enormes acarician la superficie marcada del viejo árbol, plantado por alguien que se fue tras padecer cientos de batallas.
Alguien tomó el estandarte siguiendo su lucha.
El ángel lo ha visto todo, son retazos de esperanza los que recogió y vuelve a lo alto, en donde su Padre espera.
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