jueves

Jenny

I) Invasor.

Y es así,
ahora el latino, antes mojado y delincuente,
es el que hace estallar todo el lugar
invocando el nombre de la gran nación.
Una cuestión cultural,
no sea que los culpen por los muros fronterizos
y la segregación racial que han desperdigado
por todas partes, nada peor que ser minoría
en tu propia casa blanquito.
El esclavo se vuelve sirviente,
montando un circo que todo lo vende
y mostrando sus posesiones, 
la falta de cerebro no se nota.
Construyendo sobre pilas de huesos,
cenizas, con dinero cuyo color se asemeja
al de todos los árboles que derribaron
en su andar por éste nuestro único mundo.

II) Ritual.

Antes de que amanezca, cuando los ojos del mundo dependen de las luces artificiales y en las sombras reptan los réprobos, el abre la ventana de la cocina de su casa. 

El agua fría ya le ha quitado el sueño en el que estaba inmerso, dejando salir de su madriguera a la enorme bestia negra.

No hay otros sonidos en la noche, apenas el de la cafetera impregnando del olor de ese líquido negro toda la habitación. 

Debajo de la pileta yace una botella vieja, la que en éste día desenrosca y deja servida una medida de ginebra.

Cuando las primeras luces del amanecer comienzan a ganarle a la oscuridad levanta su copa y pronuncia el conjuro:

- A tu salud mi malvada hermana, repitiendo el ritual como todos los 30 de Julio de cada año.

Tras esto, bebe su café y se desliza afuera. La fortaleza deja salir a su solitario guerrero.

III) Ritual (Parte II).

Podó las plantas, alejó la maleza y se deshizo
del pasto que rodeaba los árboles pequeños.
Rigurosamente quitó todo rastro de imperfección
de su jardín, juntando los restos de su labor
en una enorme pira que finalmente encendió.
Danzó como un loco con una copa en la mano,
entonando una canción gutural y salvaje
bajo la fría luz de la luna de una noche
de verano en la que preparó su cena.
Y a la siguiente estación volvió a repetir
ese eterno ritual, ahí en algún lugar
de la costa atlántica en donde 
se cruzan los tres arroyos.

IV) Camino.

Hasta hace un rato teníamos todo
el peso del año anterior sobre 
nuestras espaldas, alegrías y tristezas
que se desprendían del calendario,
deshojado como las estaciones frías
mientras perseguimos conflictos
en esa costa lejana, pero siempre
mar al final de cuentas.
Vivir en las falas siempre ha sido 
lo nuestro, como si el mar tuviera
un imán para atraernos 
de regreso por el viejo camino,
que aunque renovado sigue
atesorando las huellas de todos
los que lo hemos recorrido.
Y ahora lo que queda es lo más importante,
veremos que uso le daremos al tiempo
que se nos ha concedido, olvidando 
todo aquello que sea un lastre
en nuestro intento de ser mejores 
personas día a día.

Nota: por falas debe leerse costas, conforme a la literatura de la Tierra Media.

V) Emperatricismo.

La reina lava sus culpas
entre humo y encajes,
antes mostraba interiores gratis
ahora los ofrece por unos cuantos cobres.

Afuera todo sigue su curso,
siempre tendrá un fiel lacayo
que le provea lo que necesita,
mientras detrás de esa fachada
el frío rostro esconde otras intenciones.

Su título nobiliario está camuflado
igual que ella, escondida, esperando
la siguiente ocasión para usar ese probador
con su próximo visitante.

Nota: la palabra “emperatricismo” no existe en el castellano, es lo que se dice un neologismo literario.

VI) Tengo.

Tengo una hermana,
dos hermanos,
una ahijada y varias sobrinas
y sobrinos que se han quedado
con una parte de mi corazón
negándose a abandonarlo
aunque les llegue un desalojo.

Una loba negra como la noche
que mi Amor encontró en la calle,
que vive al lado de la ventana
del cuarto donde las noches  
más heladas no pueden hacer
nada frente al calor de nuestros cuerpos.

Todos los días antes de que el sol
venga a reclamar su reino de los cielos
ella se va por la ruta y nos quedamos
los dos viéndola partir por ese
camino repetido y viejo.

Al ver el desastre que dejas en mi
patio me he preguntado ¿si Dios
no estará haciéndome una de sus bromas?,
esto se repite cada vez que 
desciendo del colectivo azul gastado
que me lleva hacia el trabajo,
viendo algún rostro que ya se va borrando
con el tiempo como la ruta con nuestro paso.

Tengo una Amiga
que nunca me llama
y a la que dejé ir por no gritarle
en la cara que era una locura
dejar morir lo que nos unía
y todo por un montón de celos estúpidos.

Tengo una Hermana
con la que no hay lazos de sangre,
sólo distancia y excusas al final
de una calle inundada
una noche de febrero cuando lo
mejor para todos fue irme de ahí
sintiéndome libre y triste a la vez,
porque con vos se fue una parte de mí.

Y aún ahora 
pese a los muros que has levantado,
no puedo evitar ver un rostro
que no es más que un calco 
de vos, aunque sonríe más 
que lo que tú has reído en toda
tu vida mientras ese compañero
inseparable que elegiste
te deja sola después de veinte encendidos.

Y así se va pasando el tiempo
las calles se ven vacías esta mañana,
tendré que ponerme a arreglar
el desastre que Pietra deja en el patio
no sea cosa que en la noche cuando llegue
terminé desparramado en el piso
con tantos agujeros que hace.

VII) Sol.

Tantos problemas
esto debe hacerse de la forma 
que tú quieres,
dulce aroma de la libertad
inundándome los pulmones.
Ya no oigo tus lamentos
ni tus pretensiones vanas,
mientras sigues hacia el acantilado
queriendo atrapar el brillo del sol
en tu locura materialista.

VIII) Manchas.

Corre la noche,
una bocanada de humo
se va hacia ella.
No hay estrellas esta vez
sólo dos manchas blancas,
ilusiones que aún quedan.
Estamos cerca
pero tan lejos
deshaciéndonos en el tiempo,
el camino es el mismo
inevitablemente fuimos hacia
la cascada llevados por una mano
experta en esto de tirar todo por la borda.
Carente de conciencia,
ciego hasta el momento de abandonarte
mientras detrás todo era una ruina
y la misma luna vio la partida.

IX) Inspiración.

Hace mucho tiempo 
que no oigo al fuego crepitar,
la suave espuma blanca 
caer despacio y
las estrellas en la noche
fría de verano.
Así, en esa mezcla de 
calor y frío, los versos
surgen en el vaivén
del mar y una oleada tinta.

X) Jenny.

Su hermano vino a verme una tarde, apenas quedaba un poco del frío del invierno y la primavera lentamente se imponía.

Las calles seguían viéndose desiertas, las personas comenzaban de a poco a salir nuevamente de sus hogares tras la cruda estación.

Todo renacía alrededor, los recuerdos terminarían inundando aquella visita. 

Tomé la vieja botella que escondía en la parte trasera de la oficina y desempolvándola me serví un trago largo. José se hizo presente en toda su magnitud.

Luego, sabiendo que aquello no tenía vuelta atrás afronté la realidad de los hechos y la frase se me escapó sin darme cuenta de que nuevamente me había quedado solo:

- Jenny estará contenta de que se vuelvan a encontrar.

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