domingo

Aniversarios

Pasado el ciclo en cuestión inició uno nuevo y esperanzador, un amanecer que se volvió ocaso en cuestión de segundos al adjudicarse un sector la defensa de eso que se llaman derechos humanos, el horror era una mala comparación que no tenía cabida alguna a la hora de sentarse a debatir ideas. Una mera charla en un asiento de colectivo se convertiría en un manifiesto de una ideología decadente y fascista, un puñado de fanáticos convencidos de la panacea que en realidad encubría la peor de todas las enfermedades. Esa que contiene a otras dándote un motivo más para morir antes de tiempo, quitando toda esperanza de vida (de ella quedó apenas la palabra asociada al verde) y destruyendo a individuos, familias y por supuesto a la sociedad. Los sucesivos fracasos fueron justificados con frases hechas a la medida, la de los idiotas mediocres que cuentan las ganadas con el bolsillo pero las derrotas son culpa de los otros (justamente sus hermanos, por si se lo olvidó). Nada de marchas por cada pequeña vida que ha desaparecido en silencio, ese que le brindaron los bastardos subidos al escenario con la muchedumbre coreando el nombre del siguiente asesino y los partícipes necesarios que pueden vestir otros colores pero consienten la mayoría de las veces. Alguno que alza la voz es visto como un inadaptado, la corrupción es la regla en un sistema invertido que esclaviza a sus habitantes llenando las arcas para que desaparezcan enseguida los fondos y a un precipicio nos fuimos metiendo cavando cada vez el pozo. De mirar a tu alrededor verás que hay varios con las palas rematando con una maza los cimientos de lo que podríamos haber sido, lo que fuimos está en páginas grises que se volverán de color al alimentar ese último fuego. Los trescientos sesenta y cinco días, las veces que no es bisiesto, son para ver las continuas vejaciones que no se tratan de la misma forma que el hecho histórico del comienzo. En un par de días desaparecen de las pantallas, alguno tal vez recuerde ese momento pero ya es tarde una vez que la vida pasa dejando que ocurran tales cuestiones que se ponen a la par de la fecha del fin de semana (finde). Las estadísticas muestran la existencia de los crímenes pero se los califica de otra manera, así nadie tiene que hacerse cargo de la masacre a la que evitamos simplemente porque alguien se preocupó de nosotros. Muchos más no tuvieron ese suerte, sus asesinos vivieron sin tener que rendir cuentas excepto en el momento de dejar este plano para transformarse en inocentes simplemente con el justificativo de su muerte. Olvidamos rápido ese sitio en dónde nos han cortado en pedazos los sueños, abriéndole la reja al homicida reincidente y metiendo en el cuarto podrido a cualquiera que tenga un rostro conocido. Justificativos de sobra existen, una puerta giratoria primero vendida en forma de chatarra para que el agujero sea más grande de forma tal que puedan escaparse de a miles. Después explicarán a los ignorantes las razones del caso, con la venta de la primavera infinita a la hora de botar cualquier posibilidad de ver algo diferente a esta carnicería de los derechos que tenemos simplemente por haber nacido. Para los fundamentalistas esto no significa nada, siguen remarcando en el calendario los momentos que han sustentado sus privilegios y la apropiación de la bandera de la condición humana para aquellos que tienen puesta la camiseta con las imágenes de los dioses. A eso no les llega la tempestad, viven en sus burbujas ajenos a la pobreza, las enfermedades que nos diezman igual que a insectos rociados con un veneno barato para abrir cada tanto la ventana del penthouse arrojando las migajas del almuerzo que pagamos sin saberlo. Después para evitar los insultos ponen la banda sinfónica al mango, mostrando presencia con algún mensaje pulido para trasmitir tranquilidad a la horda que necesita el comunicado adoctrinando, además de fondos suficientes. La ruta por la que transitamos está destruida hace décadas, excesivo tránsito, tráfico y dementes al volante generando una reducción de la expectativa de vida, pero eso tampoco se considera una violación mientras la banshee danza sobre la tarima con el séquito de acólitos pidiendo una vuelta más antes de seguir arruinando las vidas de la mayoría.


martes

República del Corso

A la palabra en cuestión le sobra una letra siendo tan sólo una advertencia, de entrar en el juego a uno enseguida le pondrán un chaleco que viene en dos tonos: rojo y azul. De ahí no se sale, no importa cuánto quiera la persona pretender romper con el monopolio en cuestión que se nos vende como justo. Está bastante lejos de ello, de hecho es más bien una obra repetida a través de las décadas con cambios en las caras de los actores principales, en cuanto a los de segundo nivel van mutando llegando incluso a alternarse en los roles. Cuando el azul es el que manda se encuentra la dicha en cada esquina, los agujeros en el suelo así como la mugre que la correntada de ayer no se llevó son apenas una mancha que no ha de empañar ese momento epifánico. Los que se han quedado afuera, pero beben de idéntica fuente con un sorbete diseñado para vampiros, se rasgarán las vestiduras ante las afrentas que cometen aquellos integrantes del equipo contrario. Pero al invertirse el orden de los personajes ocurrirá exactamente lo mismo, los de rojo simplemente no saben qué hacer con las líneas que les ha adjudicado ese guión así que ante los fracasos se echarán las culpas mutuamente. Los árbitros del encuentro, debidamente ataviados para el desfile, formularán toda clase de conjeturas dándole participación a aquel que consideran un mesías, apareciendo a lo largo de la jornada y puliendo el discurso (se nota que quiere ser parte del circo). Se indignarán ante los atropellos que cometen esos que tienen el poder, ansiarán por lo bajo tener una pizca del mismo dado que la reiteración del cuento los ha convencido de ser los portadores de la verdad sin salir de su rol de pisco. Colocados por encima de todos esos que viven lejos del centro del mundo, el de ellos obviamente dado que el globo es mucho más grande, continuarán vociferando en una escena que se asemeja a un perro ladrándole a otro desde la comodidad del alambrado al medio. Por si fracasa la opereta también convocarán a alguno que consideren en el otro lado, concepto que puede cambiar rápido según lo dispongan las circunstancias, demostrando que existe la pluralidad aunque siempre estén mirándose el ombligo. Al caer la noche se sentarán a degustar ciertos manjares mientras imparten lecciones sobre cultura, buenos modales y pedazos de historias que incluyen únicamente aspectos reconfortantes de vidas ajenas. Limitarán su conocimiento del planisferio a ese punto brillante en el mapa, desde el cual surge la voz de la deidad aclamada incluso por esos que no la conocen pero portan la camiseta contentos de saberse parte del espectáculo. Descubrirán con júbilo que existe un océano rodeando a su pequeña isla aparte de montañas, cerros, nieves y selvas que están al alcance de su conocimiento, aunque siempre se refieran por metonimia al único lugar que han conocido para abarcar a todos los demás. El clima acompañará todos estos pensamientos cayendo la noche sobre la nación dentro de cuyos muros unión, justicia, paz, defensa, bienestar y libertad son un milagro que no ocurre nunca. A todo esto los timoneles han decidido cambiar la bandera que flamea convirtiendo al pabellón en un culto al egocentrismo, con las imágenes sacadas de los bustos y reproducidas en cada una de las marchas de los fanáticos de esa entrega. Aquellos que no forman parte, pero son más de lo mismo, esperan poder saltar al escenario para barrer las migajas debajo de la alfombra pretendiendo que cumplirán alguno de los objetivos plasmados dos siglos atrás aunque se sabe que es la misma obra vendida con un envoltorio diferente. El espectador que alguna vez fue ciudadano comprará varios ejemplares de manera de no ser menos que todos los otros que se han equivocado previamente, manteniendo el repertorio a través de los años hasta que se torne un bodrio sin remedio.