La noche yace fría, el mar ruge de fondo
y cientos de estrellas alumbran el cielo
como faros lejanos.
Soy inmensamente feliz sintiendo la brisa
en mi rostro, viendo el rastro de la vía
láctea y al mar avanzar sobre la playa
cuando la marea alcanza su cenit.
Al calor de las llamas hemos bebido
compartiendo momentos que atesoraremos
cuando el tiempo pase y ese espíritu
es el que le dará sonido a nuestra música,
agitando las cuerdas levemente al compás
de esas lágrimas rojas, vertidas en las copas.
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