La torre tiembla, el portal hacia el otro lado se ha abierto.
Es hora dejar el bastión, los lazos que nos mantenían
prisioneros se han cortado finalmente.
Afuera la lluvia cae intensa,
la armadura parece estar hecha a medida
y el acero brillante como el primer día.
Cientos de estrellas se han fundido
cuando el blasón dejó la forja,
ahora es tiempo de blandirlo una vez más.
El primero cruza el páramo devastado,
atrás quedan el pantano y el castillo
derruido de una emperatriz tarada.
El segundo viene desde el sur,
sus cascos resuenan sobre los adoquines
de esa ciudad perdida.
Los otros dos cargarán
desde la ciudad del viento,
trayendo una tormenta de martillos
y hierros incandescentes.
Somos los cuatro
nos hemos soltado de cada esquina de éste mundo
para purgarlo definitivamente,
luego beberemos nuestro Malbec.
Tiembla réprobo,
corre a esconderte
dentro de una madriguera
que nuestro fuego no sabe
de muros ni de defensas.
No hay salvación esta noche,
deja que la lluvia lo lave todo
y los cráneos reposen en las picas.
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