sábado

Un poco más de soga

Soto vino del otro lado del océano y ya no se fue de ese lugar en el que creció,
llegó en el cincuenta y cuatro en un viejo barco que tenía nombre de mujer.

El mismo nombre de la persona a la que amó y con la que tuvo a su única hija.

Con unos ahorros comenzaron un pequeño corralón de materiales, que luego tuvo una enorme ferretería delante de la antigua estructura.

Proveyó a su comercio de todo lo necesario, en la medida que los años pasaban y él se hacía más conocedor de eso que lo mantenía ocupado.

Cuando su esposa partió, el siguió al frente de ese local ocupándose de cada pequeño detalle
y manteniendo el musculo más importante constantemente ejercitado.

Una tarde su hija lo sorprendió  con la noticia de que iba a ser abuelo, así que ahí descubrió cuánta verdad había en lo que le dijo una vez a un cliente: “uno siempre necesita un poco más de soga”.

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