Terminal, café, 15:31.
Desde aquí, la misma estación viendo hacia la ruta, tanto tiempo después bebo un café. Crucé por la esquina de tu casa, la reja despintada me trajo más de un recuerdo.
Pronto vi el lugar desde donde partí una noche de verano, yendo hacia la vieja terminal y aguardando que en una de esas nos volvamos a ver.
Sin embargo sé que tan solo son los recuerdos de uno, lo tuyo nunca fue la memoria a largo plazo y así visto la memoria alberga fantasmas que cada tanto se sueltan.
Eso y un sabor amargo, igual al que yace al final de esta taza que ya comienza a enfriarse, a la espera de la tormenta que afuera está pronta a golpear.
Sigo aquí, sigo tan solo porque me lo he propuesto y mis zapatos dan cuenta de ello como dos testigos mudos llenos de cicatrices.
Es que al camino le gusta dejar su huella en todos los que cruzamos sin darle importancia, al hecho de que al andar estamos invirtiendo tiempo y sangre.
Adminículo.
Construimos máquinas
pero no sentimientos,
nos alejamos cada vez más
mientras los mensajes
vuelan hacia lo desconocido.
Una carrera rumbo a la
evolución tecnológica
dejando de lado
la carne y las lágrimas,
para arrojar ese adminículo
sobre una pila de sus semejantes
esperando que lo último
de lo último nos traiga
la eterna felicidad
de sabernos poseedores
de aquello que podemos
ostentar por un rato.
Hasta que la caja
nos trate de engañar
por un rato,
pero seguro caeremos
una vez más en esto
de vivir conectados.
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