miércoles

Último verano

La ciudad nos dejó ir después de encontrarnos tras estar perdidos entre sus laberintos de locura y concreto. La ruta se abrió sin oponer resistencia a excepción de los restos de alguna presencia sumada a los reclamos de los desamparados. La playa nublada nos recibió junto con otros extraños quedando las huellas marcadas en la arena, con varias hogueras encendidas en el último episodio de paz. La chimenea soltó la sinfonía bajo su alero teniendo de recompensa el fresco de la noche estrellada. Un tren pasó con sus luces espantando a los insectos, levantando el polvo de la tosca que se asentó sobre las sandalias bajando al centro por esa calle de los adioses.

Celosía

El mundo se desvaneció al compás de los ladridos lejanos y la sierra invadiendo a la madera, la celosía entornó sus ojos dejando que un único rayo pasara para pegarle al sofá naranja volviéndolo el sol artificial que contempló un instante ese durmiente.

Océano, 01/05/2021

Cada vez que volvemos ellos están ahí aunque en ciertos casos son sus recuerdos dado el episodio de partida por tiempo indeterminado. Las casas al costado del camino contienen historias de esos que le hicieron frente a las inclemencias cuando los pastores aún no juntaban el rebaño y el sonido quedó lejos en la noche, aunque basta con esperar a que la helada caiga para sentir dicha interpretación una y otra vez con más o menos público. La obra ha de reiterarse pese a que los concurrentes sean cada vez menos, los álamos detectan el llamado sacudiéndose el frío al agitar sus ramas cuyos mensajes fueron enviados y forman una capa debajo.

Madariaga, 24/04/2022

Al Gaucho de Madariaga

cuyo reloj sigue latiendo en una intersección,

presente y futuro más allá del paso por esta vida

así como las cenizas del final.

 

Entre cañadas yace el puente viejo,

alejado de la ruta por la que ignorantes pasamos

hasta chocarnos con el de la barba

que nos recibe con los brazos abiertos.

 

Sol y sombras,

las araucarias se elevan como torres

para ver la luz arriba

dejando la frescura en la plaza

en la que corretean los locos que aún no saben.

domingo

Cómo enfrenté al dragón

DE CÓMO ENFRENTÉ AL DRAGÓN Y NO ME FUE SEGÚN LO PLANEADO


Aparqué, si es que el término puede ser usado, a mi colosal montura sobre la vía llamada Santa Fe e imbuido en una enorme esperanza, aunque el estómago reflejaba un pavor ahogado, entré en esa mazmorra en busca de mi presa (ignorando que dicha condición estaba por cambiar). Algunas almas extraviadas me contemplaron azoradas, sus ojos enloquecidos por la luz repentina de la antorcha así como la brillantez del yelmo coronado de crines. El viaje se tornó interminable, hasta que por supuesto concluyó, perdiendo la noción de los escalones que eran unos doce, y me encontré en la guarida de la bestia (en su corazón más precisamente). El entrenamiento me indicó que no estaba ahí, nada más quedaba esperar contando las horas en la cadencia de una gotera hasta dar las tres mil seiscientas. La vibración bajo los pies, luego el soplido en el túnel, la luz más tarde, un aldeano que huía asustado y mi hacha de dos cabezas incrustada en uno de sus miles de ojos que se hizo añicos. Después silencio, paz, caí en las entrañas de la bestia conociendo la eternidad. El monólogo lemniscata terminó por aburrirme abriendo los ojos a la luz, las sombras quedaban atrás, descubriendo la prisión acolchonada de un blanco infumable.

 

—Al fin se despierta, ¿sabe quién es usted?

—¿Me pregunta por qué no lo sabe o nos conocemos y ya se olvidó?

—Lo primero.

—Ah, no me acuerdo.

—¿Y qué recuerda?

—Venía por la campiña con mi fiel corcel, que no tiene nombre por si pregunta, admirando el paisaje hasta que los rugidos de la bestia eclipsaron el canto de las sirenas llenando de pesar nuestros corazones.

—¿Nuestros, usted y quién más?

—Yo y el caballo, el burro por delante es su frase de cabecera.

—Veo que la sigue al pie de la letra.

—Sigo entonces. ¡Huían cual bellacos los osados viajeros, desperdigados igual que hormigas en un vendaval, hojas que se secan, migas arrojadas a los pájaros, mierda tirada al río sin contemplaciones por los pescadores, entrañas de un ritual…

—¡Basta!, he entendido la alegoría del miedo que lo afectaba a usted y a su montura.

—A la montura no, me dijo que ahí no entraba ni por joda señalando la caverna de la serpiente.

—¿Por eso fue usted solo?

—Claro, ¿quién más se atrevería?

—¿No llevaba escudero?

—Por favor, el único que lo utilizó se la pegó contra un molino y creía que era un gigante.

—¿Y usted piensa que ahí abajo hay un dragón?

—Sí, es la deducción más lógica.

—Claro, lógico.

—Prosigo, dado que está de acuerdo. Bajé a los avernos cual Hércules descendiendo en búsqueda de Cerbero, de paso rescaté a Teseo que se las tomó sin decir gracias repitiendo el mantra "Debo cambiar las velas, blancas por negras ¿o eran negras por blancas? ¿Yo qué sé?"

Vino después de un rato largo así que sin dudarlo le clavé el hacha en un ojo, pero el desgraciado me engulló y ahora aquí nos encontramos, ¿qué me cuenta extraño?

—En primer lugar usted no fue tragado por una bestia.

—¿No?

—Segundo, no es ningún caballero.

—¿Pero mi armadura, el yelmo, el penacho en honor a Leónidas, el hacha y la montura?

—No es una armadura lo que porta sino un disfraz de cotillón, como mucho un cosplay.

—¿Cotillón?, ¿acaso estoy en las Galias?   

—Bastante lejos de ahí aunque acá cerca están plaza Francia y la pizzería París.

—¿Paris, el troyano, sigue vivo ese hijo de…?

—No, claro que no y encima es un mito.

—Troyano, jefe, troyano.

—Tercero, su montura es una bicicleta y la encontraron sin ruedas en la entrada a la estación once.

—Bandidos seguro han sido, en cuanto me recupere iré al rescate.

—Cuarto, el dragón es el subterráneo.

—¿Sub qué?

—Quinto, su hacha es un inflador y rompió el vidrio cayendo de bruces sobre el piso de un vagón. Ahí lo encontraron.

—No entendí nada de lo que dijo, mi voluntad me hará prevalecer, mi señor está conmigo, primero será el dragón, luego quién sabe qué.

—Lo que es seguro que acá estará un tiempo en observación.

—¿Acá, qué es acá, qué significa observar?

—Esto es en neuropsiquiátrico Sigmundo Claudio y usted es nuestro paciente.

—Braulio, Raimundo Braulio, Caballero de gracia magistral.

—Veo que tiene título, soy el doctor Magno, Alessandro Magno.

—Claro, usted es Alejandro el Grande y no me cree la historia del dragón.

—No se preocupe, tendrá un amigo acá que dice ser Napoleón. Se llama Marcelo, le agradará.

 

Dicho lo cual se fue y me dejó solo.

 

 

Inspirado en el cuento “El dragón” de Ray Bradbury.

Carta a un amigo

Estimado Palenciano: ya nadie escribe por este medio así que me ha parecido un buen momento para romper el maleficio del tiempo que se ha puesto excesivamente consumista.

Lejos han quedado las calles de la simpleza, las noches de probar estrategias y esos tipos arriesgando su vida mientras nosotros nos lastrábamos los grisines. O la búsqueda de esos antros de buena vida en los que te daban un puñado de felicidad consistente en diez fichas. Pues resulta que ahora intentan venderte lo último de lo último que es más de lo mismo pero cambia la generación que lo adquiere sin chistar entregando el sudor del futuro que se disfraza de tarjeta de crédito o certificado de esclavitud si prefiere un eufemismo. Raros aquellos que no cargan con dicho documento, bizarro dirán los modernos sin saber lo valiente que se debe ser para no caer en las trampas del laberinto diseñado para que ninguno salga. No hay Asterión como tampoco ovillo que nos permita salir ya que la prisión es mental de forma tal que la llevamos a todas partes. Hasta nuestros sueños son grabados de manera de vendernos aquello que no necesitamos pero creemos lo contrario siguiendo con la adoración de estampitas que les ha resultado a algunos bastante bien en estos dos milenios y contando. El espía que se encuentra con nosotros jamás podrá descifrar el mensaje que hoy escribo dado que no sabe el significado del lenguaje que empleo y desconoce el método elegido. En caso de que accidentalmente lo descubriera recurriré a los glifos sobre la coraza de los vagones bastando con que usted siga su rastro en bicicleta así no queda registro alguno de la proeza que le encomiendo. De ser considerado un loco recuerde que lidia a diario con el repartidor, el cajero y el jefe, todos ellos tienen algo de familiar pero seguimos intentando descubrir qué. La misión creo yo no presenta mayores inconvenientes siendo que es un avezado en el arte de cruzar la vía para entregarle las cuentas a más de uno, muestra clara de que la correspondencia ha sido degradada pero no el oficio en sí. Al recibir la epístola observe la expresión de su compañero, seguro ha de respirar profundo cavilando el asunto para concluir con estas palabras.

—¡QUÉ CARAJO ES ESTO!

La ausencia de signos de interrogación obedece a que la Remington no los tiene completos en una clara muestra de inculturación, forma bonita de llamar a la invasión del anglicismo.

 

Atte.

 

PGF





jueves

Palenciano

La niebla aún no se ha despejado pero él ya camina sabiendo de memoria el recorrido, la brújula no le hace falta actuando por instinto. Chirria la puerta que lo transporta a su torre de guardia rotando el anuncio para que los extraviados sepan que alguien los ha de socorrer ante la necesidad acuciante. La persiana se despereza entornando los faros ante el resplandor de la mañana, en el teatro celeste el sol le envía una misiva al viento que se ha ido a la ría lejana. Sorbe el tesoro de un manantial de madera, cuenta los instantes con cada llegada al final de ese pozo de hierbas interrumpiendo su meditación la alarma de la madera al ser abierta. Las migas de las gracias quedan sobre el mostrador para terminar esparcidas en el suelo, los recibos en cambio van a una bandeja fría ocupando su sitio de privilegios. Un rayo le da la señal de salida cruzando la vía desierta para perderse entre el caserío, sus esquelas llevan cuentas dado que la escritura ha sido olvidada. El vacío para los que no pueden cubrir sus necesidades ante el alud de obligaciones con los números en contra, siempre en contra. El vehículo todo terreno lo aparta del problema, deja en las calles su imprenta igual a una serpiente que huye de la civilización. Aguarda que el carguero pase con su movimiento cansino y su eterno peso sobre los hombros. Dialoga frente a un espejo con el cajero, su jefe, aquel repartidor desatento y con el responsable de transmitir las quejas, lo dejan solo a eso de las catorce horas teniendo que cerrar el balance del día. Sin mirar vuelve a casa, a la atmósfera tan conocida que le llena el alma desde la cocina llamándolo.

lunes

Torre

Nunca me fui, una parte se quedó en este sitio esperando el regreso. Incontables son las ocasiones en las que he tenido que pasarle cerca a la enorme torre ignorando por completo que el acceso, el conjuro para regresar a estos muros estuvo siempre en mis manos.

La inscripción en un cajón viejo de una parte lejana de este edificio incitando al retorno de aquellos que se han ido habiendo dejado tal vez la parte más importante de su existencia, del mejor momento de la vida de una persona cuando es un verano interminable previo a ese otoño en el que las responsabilidades lo terminan machacando.

Los rostros cambiaron, la fisonomía se alteró, sin embargo por fuera sigue siendo la misma cara de piedra y dentro está el corazón cálido, el centro de esa mazmorra que recordamos. Las noches con únicamente el sonido de los motores de fondo, la vieja sala de videojuegos devenida en gimnasio, los ascensores que van y vienen, pero en particular el chasquido que emite ese único montacargas que ya no lleva a nadie.

Sin embargo, el día anterior al subir cada uno de esos escalones sin oposición manifiesta se sintió alagado por la visita aunque fue momentánea y el visitante ni siquiera se detuvo a tomarse una de esas verdes infusiones sobre los peldaños. Pero lo reconoció, era suficiente con ello, de la misma forma que el hombre detrás de la barra preguntando si se acordaba su nombre.

Éste es un hasta pronto, no me iré en medio de la noche como la vez anterior sino en plena luz del día. Las calles podrán haber cambiado, los locales alrededor, pero la torre ilimitada sigue ahí esperando, emitiendo ese sonido que únicamente los náufragos que hemos vivido en ella entendemos.

Testo 1

Sventola, senza paura,

è buio e tu tremi

nel vento della mezzanotte.

Il cielo dorme in te,

celeste e bianca la notte non arriva

perché nel cuore è il sole.

Trentadue raggi aspettano

il ritorno della memoria persa,

quando Apollo aprirà gli occhi

del Popolo che dorme alla sponda

del rio di sangue.

Gli anni passano senza cambi,

la signora cieca non ascolta

le voci mortali,

inni di tutti quelli che

hanno catene mentali.

martes

En la torre ilimitada

Por supuesto que no lo esperaba, encontrarse nuevamente recorriendo los interminables pasillos sin más defensa que el presente para salir al encuentro de los recuerdos que asaltan los caminos directo al salón de Acuario que yace sellado.  A cal y a canto pero todos los días de estos dieciséis años se han vuelto apenas arena que algún maestranza avezado se ocupará de hacer desaparecer, echándola a la calle. El final del mes no se encuentra visible todavía, el carro con el equipaje ha sido enviado a un depósito desde donde no se lo trajo de regreso comprendiendo que la última carga era él mismo. Los rulos debieron ser sacrificados para afrontar las tormentas de altamar que alejaron la nave a costas desconocidas, lejos obviamente del calor de ese fuego tan conocido que sólo puede asemejarse al hogar primigenio. Con un rollo de pergaminos que daban cuenta de historias creadas entre esas paredes cuyo símbolo es el fuego del conocimiento así como la melancolía de tener que dejarlo todo para ingresar en la jungla azul. Volvió varias veces pasando cerca, observando los resplandores que despedía la cima comunicando un mensaje ininteligible para la mayoría excepto por esa parte que le gritaba desde lo profundo. Los cabellos se le agitaron una última vez antes de desaparecer por completo sin detenerse a considerar el asunto, a veces ni siquiera le prestaba atención a la maraña negra que le poblaba el rostro en una señal de rebeldía y seguro de descuido también. Mutaron sus versos a cuestiones un poco más profundas, el encierro hace reconsiderar aquello de lo que uno se ha visto privado sin que se pusiera a hacer promesas dado que la libertad fue encarcelada además de todo atisbo de originalidad. Únicamente el tiempo tenía la fórmula para derribar la bruma, sarrasón que crece devenida en niebla de guerra para así ignorar los peligros conjuntamente con las maravillas no reuniendo el coraje que se necesita para emprender la expedición. Así fue que se encontró caminando una noche de domingo rumbo a la fortaleza cuyo portal estaba de par en par esperándolo, dentro el clima conocido con los acólitos en torno al altar de piedras emitiendo un movimiento de reconocimiento al ver al extraño que se acercaba. Volverían a la mente los nombres de ellos antes de que estos se presentaran, con el sonido de una taza de café que quitaría el resfrío producto de la intemperie notando que hasta el almidón traería los recuadros de esa historieta borroneada. Las calles de alrededor mostraban los impactos de la década y media aunque en el corazón de la mazmorra el asunto era bien diferente, seguía la escultura de madera en su sitio riéndose de las paredes que exhibían pintura renovada aunque para Luigi junto a la barra no sea más que un cambio en los manteles. Solitario jinete has vuelto a casa para escapar de la lluvia, habiendo caminado en ella, hallando la fuente de todas estas letras justo en cada mácula, mota y píxel hasta formar la imagen que te muestra sonriendo. 

viernes

Un lugar en los sueños

El avance sobre el manto de silicio es lento la mayoría de las veces aunque al sonar la sinfonía del sudeste la ira no se contiene para nada llegando hasta la base de los eternos vigilantes, hijos de los pastores de granos que han sido curvados sin mano visible. Del otro lado la calma invade el largo pasillo hasta toparse con la arteria de tosca que sigue bordeando el muro buscando a la fuerza eterna lejos de la jungla verde, al sur del infierno glauco yace Océano con su fisonomía apenas alterada. La primaria que sirve de plataforma de lanzamiento para la mayoría, la secundaria recientemente instalada, la delegación que se mudó a una esquina, la plaza con el busto desgastado y los enormes canteros en cuya cercanía los eucaliptos se alzan. La avenida con nombre de mujer te arrastra hasta el monolito que sirve de advertencia sobre las trampas que las corrientes encierran, tragándose a los bancos que realmente son de arena por más que confiado el náufrago piense que ha llegado a tierra. La postal de la nave zozobrada se deshace en tonos blancos y negros que ilustran las páginas de una de las crónicas sobre un pequeño trozo de cielo, túnel que conecta los mundos cruzando por el seno de arena. El arroyo es el emisario de la bestia que se alza majestuosa con los cultivos floreciendo, la mano de los creadores es invisible pero puede ser apreciada en las largas noches del invierno accionando los engranajes para que el escenario esté listo a tiempo. En ocasiones diferentes parecerá que se ha puesto a dormitar con apenas el lomo terroso emitiendo un suave movimiento, hasta que la sangre fluye rauda por cada una de las sendas moviendo al resto que se reúne en torno a una tabla. Por allí cerca se encuentra el antiguo hotel que ha ido perdiendo su lustre, la muralla con retazos de alambre al haberse caído, algunas habitaciones que siguen en pie, el enorme salón con las herramientas y la máquina de soldar que transforma la atmosfera en reunión de luciérnagas. Afuera está el campo, el mundo desconocido fuera de los límites que se frecuentan que alcanza hasta una estación de tren que espera en vano y la postal de los silos cuyas vías se pierden entre los matorrales. El vigilante trepa sintiendo crujir los escalones de madera que a veces se desarman teniendo que arreglar el asunto, alguna protesta de parte del propietario que decide sacrificar aquellos vetustos apagándose en una estela que surge de la boca negra sobre el tejado. Revisa constantemente el perímetro buscando posibles recovecos por los que los invasores nocturnos se presenten, su vigilia es sin embargo permanente siendo que las horas de luz pueden traer varios sustos. Siente el aroma de la sal en el aire aunque jamás vea al mar, a los cazadores de tesoros de las profundidades cruzar ataviados de una caña así como el hilo con la trampa de metal que se ocupa de rajar entrañas rindiendo a la presa. Ya en la mañana el regador pasó temprano pero el efecto es pasajero al elevarse la calina, teniendo que restregarse los ojos con el consiguiente estornudo para convencerse que debe buscar la sombra del pasillo y de paso el almuerzo. Los demás dormirán pero le tocará vigilar sin más elementos que aquellas herramientas otorgadas al nacer, el rastro del café viene de la cocina perdiéndose en la oscuridad al igual que los sonidos silenciosos que cubren aquellos recintos. Verá al retornar a la empalizada al propietario dialogando con el hijo cuyos rulos son una corona, inspeccionando el cerco nuevo colocado en otra extensión del dominio de la familia para poder acumular ciertas sobras de los quehaceres diarios. Pasará el estío pero únicamente para tener que pegar la vuelta, la repetición de sucesos con los interpretes un poco más viejos poniendo en escena a la vida que es ausencia en su extremo. Las caras jóvenes partirán para tornar con una mochila de edades habiendo abandonado el lecho que seguirá esperando utilicen dicho camino para hacerle una visita, incluso los recibirá poniéndose el mejor de sus ropajes para que se unan a la monotonía onírica. En más de una oportunidad vendrá algún invitado no queriendo entonces parecer maleducado así que irrumpirá en la sala produciéndose la presentación formal, mejor estar bien informado de las intenciones de los extraños de forma de no tener sorpresa alguna. Pero a la larga quedará solo con la pareja recibiendo noticias del exterior en cuentagotas, acumularán sus días en granos de arena que formarán nuevos guardianes para una vez que hayan partido a buscar otras dimensiones. Así atravesarán la costa provinciana pasando por acantilados, médanos, caletas, perlas y playas perdidas a los ojos del mundo que en momentos determinados descubre esos paraísos intentando en vano curarse la locura de la repetición. La serpiente azul se presenta cubierta de líneas blancas, pero en muchos instantes exhibe las señales de peligro que son desoídas por los que vagan en un estado febril de locura intentando alcanzar pronto un punto en el lado opuesto a costa de reventarse en millones de fragmentos. Galo les dará cobijo teniendo que volver a contar una vez más los defectos en las defensas, no hay lugar seguro sin importar cuan lejos se vaya uno conforme se repite el denominador común de tener a otros cerca. La plaza con sus faroles le brindará diversas opciones en sus ratos de ocio, memorizará la secuencia de edificios para no extraviarse consistente en escuela, banco, iglesia y municipio, sonándole todo ello familiar. El puerto es un asunto nuevo, amarillo y naranja cubren las carcasas de las embarcaciones con diversos símbolos incluido el de un enorme tiburón que viene con su casaca puesta haciendo rebuznar al toro que observa desde atrás de los hilos al hereje meciéndose sobre la ría sin que puedan querer entenderse. La procesión de estibadores se reitera en la descarga de la pesca que huirá por la colectora rumbo a la ciudad enorme allá a la vuelta de una curva, resonando el paso de los ejes sobre la loma de burro que de paso agrieta las paredes. Acompañará al hijo de la misma forma que hizo con el padre, sin los cabellos de otras eras en la sesera aunque la voz es inconfundible pudiendo ser también una confusión de su memoria que pone en dicho sitio imágenes del pasado. Se acordará entonces que se puso un tanto viejo debiendo realizar chequeos para sí tras varios lustros descubriendo a un enemigo que no ha visto llegar a pesar de todas las precauciones, el crepúsculo se instala en la luz del verano sin posibilidad alguna de salvar la prisión de carne. 


De la misma forma que llevamos al viejo nos ha acompañado él, viéndolo irse rápido después de la agonía del calor agobiante sobre una plancha de metal hasta depositarlo entre la graba que la sequía mantenía rígida. La muerte es terrible, la ausencia mucho peor esperando por error que te asomes por la ventana buscando a mamá como cada mañana invitándola a sentarse bajo el alero o quizás al resguardo del fresno, no más mover con el hocico el plato amarillo dando cuenta de la última migaja, sólo correr en búsqueda de papá hasta el lugar de la fusión del firmamento con su espejo de abajo conformando el unísono. Por ahora cualquier encuentro futuro queda supeditado a los mensajes en los sueños.     

A Papá y Shu.


sábado

Hogar en el mar

Hay una casa en medio del mar pero los barcos no han dado jamás cuenta de ella, los ojos humanos únicamente ven las maravillas que dicen crear ignorando cualquier otra cuestión obnubilados por el bombardeo de imágenes que dejan a la conciencia sepultada. A su playa sólo llegan ciertos viajeros aunque el hogar lo ocupa únicamente uno, abriendo en ocasiones la puerta para contemplar el rostro esperado al que la marea forma con la arena como argamasa. No son los ojos que busca, del color de la miel al derretirse, tampoco sus movimientos delatan esos hábitos conocidos tras medio siglo de estar juntos teniendo que aguardar ahora en el confín del mundo para que una tarde le traiga la recompensa. Otras almas pueblan esas costas pero su puesto de observación requiere de atención durante toda la jornada de sol, la luna es un recuerdo vago pese a que ha sabido de algunos que atravesaron una temporada en la oscuridad hasta conseguir la redención. Les quita a las tejas lo que parece ser el musgo pero no es más que un reflejo del paraíso verde que yace debajo, nadie se detiene a contemplar el espectáculo en la inmensidad celeste al tener la cabeza siempre viendo hacia el ombligo. Casi nadie, los dos locos sentados en un café han atisbado en un reflejo del sol a la obra que se les fuga a todos los otros iniciando los planes del viaje que no ha de ser más que una transición al mudar el cuerpo a lo etéreo. El sorbo final del café ya sabe a frío, la rutina se deshace al entrar en ese contacto fugaz que quiebra a la semana en el miércoles con las protestas del jueves ante la presencia de siete días sin resarcimiento alguno. Dichos instantes no son más que un bálsamo en el lomo para tener que volver a cumplir la condena impuesta, logrando apenas un puñado de trastornados salirse del rol asignado para mirar como un meteoro a la enorme trampa azul que espera se zambulla en lo profundo. En tanto en la isla imaginaria no hay ningún estruendo, ni siquiera los rayos que yacen más abajo perturban la paz de aquel sitio cuyos moradores se funden en un cuadro eterno mezcla de cielo y oleaje engullidos los demás tonos ante la monotonía de los colores. Visto desde acá pueden aparecer ciertas nubes, cúmulos que se desharán del traje para tornarse en los heraldos de una tormenta que baña a los depravados contentados con repetir sus días en una esperanza falsa llamada tiempo infinito. Luego vendrá el sol como siempre a limpiar los restos de la matanza hídrica siendo que la manchas deben desaparecer de una buena vez si bien la labor continúa porque los réprobos no se quieren dar por vencidos. Los espera la cárcel de esta época que se presenta con la fachada de la libertad pero no es otra cosa que una celda elegida libremente, con las cargas impuestas que son la sentencia de condena teniendo que encerrarse para estar rodeado de desconocidos que harán algo parecido para no ser menos. Por detrás del ocaso se esfuman tales conductas con el sueño siendo el último reducto del libre albedrío, dejándonos el sabor agridulce de aquello que está al alcance de las manos pero se evaporará al sentir la alarma llamarnos para cumplir con la tarea. Aunque la carne se resista hay que sortear el obstáculo de las penumbras siendo que el tirano dorado ha regresado a sacarnos de las lucubraciones que se nos aparecen más adelante en una curva, cobrando sentido el hecho de largarnos a cualquier parte no contando para nada con la intención que no deja que viremos hacia un lugar diferente ya que fuera de esos hilos de metal hay un mundo que se moviliza. Mientras el vigía parece que ha hallado en la lejanía a la destinataria de su dedicación a este asunto de barrer la marejada notando que se alisa el campo de juego en un azul insondable, semejante al de sus ojos jóvenes con los trigales en las alturas resplandeciendo de la misma manera que al conocerse. Anda allá en el infierno de pastizales que adornan las cañadas, recorriendo el cerco que la mantiene en los límites de su cordura ante la añoranza de tantas partidas juntas que en el lado opuesto son reencuentros.


lunes

Bajo la superficie

Bajo la superficie los sonidos saben lejanos con los miembros suspendidos habiéndose ido el peso del mundo a alguna galaxia lejana, los pensamientos se vuelven burbujas que de a poco emergen en el espejo que también recibe a las naves pequeñas. Un golpe sobre la misma se convierte en un anillo más que se une a los generados por seres parecidos, sin que ello inquiete a aquel que permanece es estasis con el eco de otras escenas hasta que es uno con el universo. El silencio ocupa cada rincón con apenas unos pasos ligeros afuera, tal vez una que otra caricia al igual que los proyectiles de agua que obligan a resguardarse a la humanidad. La voz en una cadencia repetida habrá de acompañar al que no ha llegado todavía, que en una oda a dicho instante trascendental repite la primera de todas las figuras al sentir el frío invadir su ambiente abrazando sus manos a las piernas que encuentran calor. Ello sin contar los besos que recrean el descanso de los primeros días a un costado de la fuente blanca que le otorga fuerza a quien aún no ha puesto un pie sobre este mundo, pero muy adelante en una curva del infinito se levanta desprendiéndose las lágrimas de su ropaje hasta que se aleja dejando un reguero sobre el camino que lo devuelve al calor del mundo arrastrando una silla para poder contemplar al sol irse dado que el muro ya lo perdió de vista.