A lo lejos se dibuja la casa bien conocida en la que finalmente no hay sombras, la noche como verás le ha quedado enterita a los mortales que debemos purgar nuestras faltas ante tanta ausencia sin que exista chance alguna de remediar nada. El paredón recubierto de lajas empieza a surgir ante tus ojos viniendo detrás el coro exaltado de ese can que se quedó extraviado al otro lado del océano, ahí por una mañana de 1954 tras haber hecho las valijas para venirse a estos lares. Aquel que se fue primero vendrá a darte la bienvenida este día soleado desapareciendo la pesadez de estos años con el retorno de los cabellos del color del sol que escudan tus ojos azules, afuera todos esos dolores y la enfermedad del final que aceleró la partida. Los médanos son nuevos como verás, acorde a la historia que nos has contado en tanto los días se nos hacían eternos primero muy cerca, después viendo que podríamos sostenernos y finalmente el camino nos separa con décadas que erosionan los rostros. La luz ya no se irá así que no hay nada de qué preocuparse, las avutardas pueden despegar sin riesgo a fabricar un apagón que implique andar corriendo a lo largo de una línea que choca contra el mar y se pierde en el otro extremo ahí en un campo de verbenas. Bajo el alero las otras dos presencias esperan para que ocupes tu lugar a su lado en tanto la boca de la pipa recorre los caminos que las piedras trazan sobre esos muros que aparecen en la fotografía, se arrimarán entonces aquellos que te han precedido para completar la reunión. Después será paz, la espera infinita hasta completar el rompecabezas que es apenas una manera de aguardar dado que el tiempo no corre en esta dimensión de sueños a la que te han enviado sin más remedio. Queda alguna llamada pendiente para que nos perdamos rumbo a cualquier parte sin que haya un hilo conductor fuera de la señal de un teléfono que ahora sabe no será atendido, ni siquiera el mensaje esperando una respuesta de ese que se halla lejos. El vacío es apenas un concepto puesto en una enciclopedia dado que no hay forma de explicarlo a excepción de la soledad que queda al partir la persona que amamos, un justificativo innecesario para un puñado de idiotas que le ponen fecha de expiración a las emociones. El último sentimiento que se va yace en la llama de ese corazón aún latiendo aunque se encuentre sujeto a una máquina que no sabe de las penas en las almas de los que aguardan a un costado de la carretera, la vida sigue sin prestar demasiada atención al igual que el resto de los que estamos de paso. Nos hemos preparado para esto desde el momento del primer grito en el mundo anunciándole que vinimos para después tratar de irnos sin demasiado espamento, dejando las lágrimas y el pianto (llanto) que se verá igual a una lluvia de verano al comienzo para después arreciar en la maldita resignación de tener que dejarte ir viejo.
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