lunes

Escapando de la mazmorra

Mi celda se abrió tras el chasquido metálico que ya había sentido antes y nuevamente recuperé mi espada. 

Un blasón oxidado colgaba de una pared, la imagen del cuervo en la tempestad yacía borrosa.

El viejo guardia huyó ante mi presencia, cuesta arriba comencé mi lucha por la libertad y uno a uno mis enemigos fueron cayendo a los abismos que se encontraban debajo de las mazmorras.

Me encontré con un enorme oponente lento de movimientos, al que el yelmo le dificultaba la visión y de una zancadilla rodó cuesta abajo, arrastrando a los refuerzos.

Las trampas de fuego casi  me detienen esta vez, pero logré sortearlas y me dirigí presuroso a rescatar a mi amada.

Casi terminó siendo víctima de los conjuros del hechicero negro, pero recordé nuestro último encuentro y como la muerte me había alcanzado. Parecía como si despertara de un largo sueño, encontrándome nuevamente en mi celda.

Sin embargo ese era mi día, escrito por los dioses de aquel reino desértico y finalmente mi acero encontró el cuerpo del brujo. Todo se sacudió a nuestro alrededor, mi enemigo desapareció en una nube de humo y besé los labios de mi amor.

Luego coloqué el viejo escudo en el muro detrás del trono, marcando mi nombre con la punta de la espada y esperando que alguien cumpliera de nuevo con mi hazaña.

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