martes

(In)Civilizado

I) Civilización.

El ser civilizado recibió las ascuas y las estudió complacido,
los fuegos debían permanecer encendidos eternamente
hasta que descubrieran como manipularlos.
Obra de los dioses dijeron los alfiles,
hasta montaron un espectáculo de veneración
en cada estación del año y cobraron por ello.
Sólo los más ricos podían realizar ofrendas,
a los de las clases bajas se les permitía ver
pero sin que sus voces fueran oídas.
Y el patriarca analizaba aquella masa ígnea,
mientras su pequeño hijo lanzaba una barca
al mar interior de donde los trirremes
partían en busca de nuevas tierras.

II) Bárbaros.

Navegando a través de océanos embravecidos 
encontraron el paraíso y le pusieron precio
a la vida de sus habitantes.
Mancharon con la sangre de los pueblos pacíficos
aquel templo de la creación,
drenaron los recursos que allí existían
hasta dejar una cascara vacía.
Cercenaron los miembros de los que reclamaban
la piedad de esos dioses que traían la salvación
y con el elemento primitivo dejaban sólo
llamas detrás de su paso conquistador.
El pequeño que jugaba en el mar lejano
se convirtió en general de esos emisarios,
tiñendo de rojo el mapa de la conquista.

III) Liberador.

Existo porque hago la guerra,
mis balas son más fuertes que cientos de palabras
y mis armas el respaldo, el único, que necesito.
Vengo a liberarte de tu cultura, tus tradiciones
y a instalar un servicio de comida rápida
que refleja nuestros más altos valores.
A cambio sólo te pido que me dejes usar
los recursos que yacen debajo del suelo que pisas,
ese por él que ahora corres libre gracias
a nuestra justicia infinita.

IV) Insurgente.

Recluido en una prisión, en medio de nuestra propia tierra,
sin juicio ni defensa alguna, todas las presunciones están
en mi contra y mi único crimen ha sido proteger mi casa.
Ellos vienen en medio de la noche con su modernidad
a destruir tradiciones y violar humanidades,
danzando como las marionetas de un titiritero
que sólo le responde a grandes intereses.
Nos llaman rebeldes, insurgentes y resistencia,
cuando únicamente hemos tratado de defendernos 
de una agresión no provocada.
La razón la tiene él del arma más grande,
el resto del mundo civilizado mira hacia un costado
y sigue con su vida mientras nuestra sangre es vertida.

V) Esperanza.

Veo un mundo de paz, tal vez no sea éste,
en donde el único fuego es el de un sol eterno
y los arboles resplandecen de verde
como la esperanza que anida en la pequeña mano
que acompaña el andar de la madre y del padre.
Tal vez en algún lugar quede algo de ello,
tal vez un día la única arma de destrucción masiva
sea la sonrisa en tu rostro con la que despiertas
cada una de esas mañanas.

N

La señora sonríe para el protocolo, muestra las fotos del último cumpleaños de su can y los cipayos aplauden como si fuera un partido de golf.
La señora se ha despertado más tranquila esta mañana, el silencio parece ser lo más saludable según su consejero.
El consejero permanece en las sombras, pero mueve los hilos y los demás lacayos saltan de acá para allá.
Ya no hará falta de todas maneras, han montado una escena y nos quieren vender a bajo costo las entradas.
El consejero sonríe para sí, todo parece estar yendo como lo ha planeado. Las regalías llegarán pronto y podrá distribuirla entre el ejército de zombis que han hipotecado su vida a éste proyecto.
Los que aún conservan algo de razón y de conciencia de clases se quedarán callados ante la escena, contemplando el macabro espectáculo.
Las palabras se quedan en el tintero, aquel que portaba la luz de décadas de silencio y complicidad yace muerto en circunstancias extrañas antes de poder llegar al refugio de ñoquis antes llamado congreso, ahora devenido en un conclave de corruptos que trabajan poco y se suben el sueldo rápido. 
Su muerte es una ofensa igual o peor que el atentado del 18/07/1994 en pleno corazón de la capital de la República y también bajo un gobierno de fascistas. 
La banshee desgraciada se irá al final de aquel año siendo destronada por un desconocido pero volverá escondida para poner a un títere pensando que así la olvidarán, dado que la justicia es inexistente en la Tierra de los Parias. 

Hasta que llegó la tormenta

Aún recuerdo aquel día, la llave descendió tantas veces
que al final su tono naranja se volvió rojo.
Y así es como pagué por aquella vida segada
en el fragor de un altercado, podría haber sido tan distinto.
Era un miércoles como cualquier otro,
apacible hasta que me encontré con su rostro.
Recordé lo que había hecho,
como una simple decisión arruinó mi vida
y sin dudarlo eché mano de la venganza.
De naranja a rojo, 
esa llave cruz sería la perdición de ambos.
El llorado por alguien, si existía,
frente a una lápida fría.
Y yo recluido en una prisión
parecida a una tumba, porque allí
pasaría el resto de mi vida.

Hasta que llegó la tormenta.

La tempestad me arrastró de regreso a aquel día,
como si fuera un mal sueño me encontré
viajando de prisa a encontrar a mi enemigo.
Perdí el control de la nave en la confusión que me invadió,
di vueltas hasta que todo se volvió silencioso.
Y desperté en medio del lago que corría paralelo
a aquel camino, vi partes de mi vehículo esparcidas alrededor.
Pisé la llave al caminar por el lecho de aquel espejo,
la tomé entre mis manos y la arrojé lejos.
Luego me sumergí al tiempo que una gran explosión
envolvía mi nave, borrando toda señal de mi existencia
y dándome un nuevo comienzo.

Salí de aquel lago sin más que lo que tenía puesto,
hasta eso dejé a un lado mientras me internaba
en la selva que se abría frente a mis ojos.
El sol del oeste me despidió,
el del este me dio la bienvenida
acariciándome el rostro y la barba que me había
crecido en todo ese tiempo en el que abandoné
aquella vieja ropa, para nacer una vez más.

Pupitre

Qué sabía del amor, apenas de juegos de uno
y algunas noches de copas revelando
cómo es sentir el pecho arder ante tu presencia.
El corazón no sabe de artimañas
pero te juega una mala pasada
en cuanto menos te lo esperas.
Yo escribía mis versos en cualquier lado
pero tú los ignorabas, era como amar
a la luna que esconde el brillo del sol
en su lado más oscuro.
Así fue que escribí sobre el pupitre
una oda de despedida, los años la fueron
borrando pero la madera quedó tallada
y ha sobrevivido en algún rincón
del viejo depósito en donde los bancos
se apilan, como los recuerdos que cada
tanto afloran mientras uno sigue ese
camino invisible que se trazó hace tanto ya.

No todo

No todo tiene que tener un orden,
así que lancemos por la ventana 
lo que nos sobra quedándonos 
con los besos y las botellas
que aún no descorchamos.
Afuera la noche está congelada,
encuentra un antagonista 
en los abrazos que nos unen.
Sobran las palabras
cuando hay tantas brasas para atizar,
que el reloj en la cocina siga con
su compas aburrido esperando el amanecer.
El sol ya salió para nosotros.

Hastiado

Esculpida desde los huesos,
quién te mandó a ver todo 
desde afuera mientras esas 
piernas parecen talladas
por un Dios irónico y burlón.
Cae la lluvia en éste pueblo desolado
pero tú solo tienes la mente fija en una 
cosa, en un frenesí que te niegas
a desatar por temor a tener que hacerte
cargo de lo que venga.
Y así,
la única tormenta es la que ahora
golpea la calle vacía.

Súbito

Era una de esas oficinas lúgubres, cuyos empleados desaparecían ni bien uno entraba. Cerca de las once de la mañana me disponía  a terminar el recorrido de ese lunes tedioso. Lo primero que me llamó la atención fue el silencio que imperaba en aquel lugar, por lo general las personas que trabajaban allí se encontraban hablando entre ellas y te ignoraban por completo.

Pero ese día no había un solo sonido que indicara la presencia de los “ocupados” laburantes, al cabo de un rato de espera me asomé por detrás de la mesa de entradas y para mi asombro vi que uno de los trabajadores se encontraba tirado en el piso.

Me acerqué sin darme cuenta de que podía haber alguien del otro lado esperando, el hombre presentaba un golpe en la cabeza. Escuché una discusión que provenía del otro lado de la puerta que indicaba el despacho de un superior.

La puerta estaba entreabierta, alcanzaba a ver la figura de otro individuo sosteniendo por el cuello a una mujer. El hombre le apuntaba con algo filoso, ella respiraba con dificultad. Antes de pensarlo dos veces, tomé el cenicero que encontré afuera y me acerqué rogando que las bisagras no estuvieran oxidadas.

El atacante no me escuchó, le descargué un golpe que hizo sonar su cráneo en una forma bastante extraña. Luego siguieron una serie de hechos que me dejaron desconcertado, la policía, familiares de los empleados, el esposo de la víctima, preguntas y más preguntas.

De pronto era de noche, estaba fuera del destacamento policial viendo como al sol lo reemplazaron un montón de estrellas. Incluso vi una que se precipitaba, encendí un cigarrillo y regresé a la paz del hogar.

La casa vacía me recibió, la misma que deje atrás a la mañana siguiente.

Cuando los días se ven inmersos en esa rutina enfermiza, uno no toma magnitud de que alrededor todo cambia. No noté entonces que ella se acercaba, al principio me costó reconocerla pero al cabo de un rato me di cuenta.

Era la mujer a la que habían tratado de pasar a mejor vida, radiante como una mañana soleada tras la lluvia. Dijo que me agradecía lo que había hecho por ella, caí en la cuenta que hasta el momento era la primera vez que me dirigía la palabra. O al menos podía responderle sin los monosílabos que emplea quien ha ido a cumplir con un trámite.

- Si existe forma de pagarte lo que has hecho por mi dijo ella.

Le pedí algo que jamás hubiera soñado con proponerle a un monumento de mujer. Dejamos el café sin probar y nos perdimos en algún lugar alejado de la ciudad.

Lo que recibí no fue nada comparado con lo que descubrí, nunca hubiera dado dos centavos por poder probar aquel placer y mucho menos que pudiera repetirlo hasta el hartazgo. 

Sin embargo, tras cada ocasión cada quien volvía a su vida. Era como la situación que vivimos, algo súbito, violento y pasajero.

Nada a lo que llamar amor.

Subterfugio

No necesito excusas
simplemente bebo mi vino
y escribo mis odas,
que son las barcas que han
de sobrevivir en el mar del tiempo.
Lo que pienses y hagas 
no es de mi incumbencia
en tanto no trates de imponerme
tu filosofía de vida, 
si es que podemos llamarla así.
No hay seres perfectos
excepto por quien duerme 
en el patio trasero,
así que podemos juntar
nuestros defectos y virtudes.
Del resto que se ocupe la zaranda,
enviando cuesta abajo
a los réprobos.

VERO

Que te digan que existí, aun cuando mis huesos
no sean más que polvo y de los demás sólo
queden sus pasos vacíos.

Que nuestras huellas son arena que el viento alisa,
pero los actos de esta vida se prolongan en la eternidad
incluso si le echas la culpa al otro.

Esta alma es sólo mía
y al final lo único que vale conservar,
aunque el resto vea como normal
la corrupción, la decadencia y las ansías de
poder con el que forjan su existencia.

Veneno

Él tenía un veneno distinto para cada plaga,
las hormigas eran sus acérrimas enemigas
y sus rosas su preciado botín.
El alcohol era su veneno,
acuñar bienes materiales su enfermedad,
y en esa mañana cuando descubrió
que los pétalos jóvenes habían sido 
consumidos la noche anterior
estalló en ira y vació todo el contenido
de los envases que había guardado
a lo largo del jardín.
No pasó mucho tiempo hasta que notó
el error que cometió, ya que las plantas
empezaron a morirse ese mismo atardecer.
Durante su vida acuñó cuantiosas riquezas
y muchos enemigos, en su locura no se percató
de la cuerda que se alojaba en torno a su cuello
comenzando a apretar mientras él contemplaba 
estupefacto como su jardín se deshacía de a poco.
Al final la casa quedó rodeada de una niebla
espectral y hay quienes sostienen que se lo escucha
murmurando mientras busca a las hormiga,
aún en la eternidad.

Esperando la tormenta

La tormenta yace lejos de nosotros, 
pero el viento frío que la precede
se hace sentir en esta noche de verano.
Veo los resplandores sobre tu ciudad
los mismos de los que tú buscas reparo
y sin embargo no le temo a lo que viene.
Las hojas que se desprenden de los árboles
azotados cortan como navajas, caminando
sobre el borde nos volveremos a encontrar
y entonces veremos cuan profundas
son las heridas que nos infligimos
en el pasado, que como esa tormenta
está lejos pero latente.

Segadores

Cruzaron la tierra
dejando un escenario
gris y rojo,
reduciendo a cenizas
aldeas y cultivos,
bebiendo sus filos
la sangre de los débiles.
Una plaga,
ejército oscuro
sobre corceles oscuros,
arribaron al valle
en donde todo resplandecía.
Verdes prados,
agua fría,
un puñado de almas
aguardando en los sembrados.
Los hombres de armas llegaron
a tomar lo que querían
en su paso arrasador,
que esta vez encontró lobos
ocultos tras la piel del cordero
para caer sobre ellos purgándolos.
Un tendal de escudos rotos
las monturas esparcidas,
espadas quebradas
devorados por el fuego,
mientras en lo alto
las fogatas en los cuatro puntos
sirven de guía para los desposeídos.

Sed

El agua fría de la montaña,
el mejor Malbec allá donde
el viento sopla suave,
no han conseguido apagar 
nuestra sed por la batalla
guiándonos a través de 
la tormenta de acero y sangre 
cuando los relámpagos cubren
el manto negro y nos aprestamos
a la carga contra nuestros enemigos.
Martillos, espadas y escudos,
todo fundido en una escena
eterna mientras la gloria
aguarda dormida a que la 
reclamemos en su blanco castillo.

Luces en el manto

He mirado tantas veces el cielo
donde las noches frías convierten
esas luces en helados cristales,
tantos o más que los espectadores
que como uno ven hacia el manto eterno.
Soledad, es sólo una palabra,
acaso el mar incesante no nos une,
no sopla el viento hace tanto que
la memoria lo ha olvidado
y la luz del sol acaricia los rostros
de los que están al otro lado
de la oscuridad del mundo.
Entonces deberíamos maravillarnos
de estar vivos, tratando de ser mejores
cada día que vivimos, dejando de lado
tanto consumismo e hipocresía y que no
nos dé lo mismo contemplar las atrocidades
que los humanos cometemos, 
como a un montón de marcas rodando tras el balón.

Esperándote

Voy a quedarme aquí
en esta calle vieja
mientras el sol le cede
su reino a la luna
y vuelve a surgir otra vez.
En esta vereda llena
de baldosas irregulares,
una muestra de lo diverso
que es nuestra existencia,
esperaré a que vengas
y finalmente nos encontremos.
La lluvia me acompañara,
como siempre ha estado ahí,
todo ocupará el lugar que debe
en el curso de esta vida
como bien ya lo sabes.

Destellos

El sol caía sobre el frente de la casa, haciendo resplandecer el cabello del más pequeño de los tres.
Sus hermanos mayores, gemelos ellos, cuidaban de él como si fuera un juguete de carne y hueso.
Sus progenitores les habían prohibido cruzar más allá de la vieja cerca de madera, que los separaba de la vereda marcada por las raíces de los árboles.
La tarde se iba y con ello llegaba la noche, los tres contemplaban desde la ventana como el pequeño árbol al otro lado de la calle refulgía.
Un día los gemelos se fueron a la escuela dejando al pequeño solo, vigilando desde su atalaya como el árbol seguía allí llamándolo.
Una noche en la que sus padres estaban distraídos abrió la puerta de la casa, cruzó la cerca de madera y puso un pie sobre la vereda.
Vio a las estrellas llamándolo como el faro guía a las embarcaciones y atravesó corriendo la calzada.
Se acercó a la reja de la casa vecina contemplando como una cinta que se había alojado en el árbol ondulaba al viento, reflejando la luz y emitiendo destellos.
Volvió presuroso hacia el hogar y buscó cobijo en su lecho, portador ahora del secreto que los demás habían ignorado.

MNW

Todo yace en calma
éste mundo es demasiado joven aún,
por eso los hijos del fuego lo toman
no dejando que la vida termine de florecer,
y así es durante miles de años
una agonía sobre la tierra.
Al final el cielo se desborda, 
naves negras, escondidas tras las nubes,
traen la poderosa lluvia 
señalando el choque definitivo.
Las huestes del averno se aprestan
para la batalla, en sus ojos sólo 
hay un abismo eterno.
El trueno y el relámpago
marcan el comienzo de esta guerra,
un tambor sonando ominoso.
El manto se cubre de marcas,
los cuatro han surgido armados 
de martillos de acero,
golpeando a la marea roja
que retrocede impotente
para que éste amanecer
la luz reine sobre las tinieblas,
mientras los Reyes vuelan a Asgard.

¡Manowar, Manowar living on the road!. (“Kings of Metal”, Manowar).

Purgatorio

Negra la roca
quemada por el fuego,
un cielo de cenizas
el mundo se ve devastado.
Las manos callosas se aferran
a las grietas, luchando por llegar
a la caverna y apoyarse en la pared,
respirando agitado mientras observa
el océano de fuego que cubre
todo el paisaje, ahogando el rugir
de la tierra el lamento de los caídos.
Soberbia,
frivolidad,
traiciones,
codicia,
materialismo,
todo fundido en un crisol ígneo
que los devora, como las fauces
ocultas en la oscuridad de un arrecife
perforando la madera de la barca.
El faro se apagó para ellos,
simplemente el centinela
dejo de velar por cada uno,
abandonados a su destino
en éste mar furioso y asesino.

viernes

Médanos y campo

Siempre me ha gustado el mar pero para contemplarlo y quedarme en tierra.
Tal vez esa sea la metáfora de éste largo viaje, viendo estaciones pasar 
sin que cambien demasiado los hábitos. Parte de esto se traduce en el constante 
peregrinaje que me aleja en el lugar en donde vivo pero vuelvo ahí al caer la tarde, 
añorando la ruta que me llama cada mañana. 
Sigo llamando casa al pueblo que aguarda a lo lejos, para divisarnos en 
el horizonte entre médanos y campo.

¡Por la Horda!

Es medianoche y el martillo labura. 
El yunque amortigua el golpe, 
el fuego arde intensamente 
y el herrero bebe un trago largo. 
Luego sigue con su incesante tarea, 
la de forjar armas con su pincel de artista 
en un crisol de colores. 
Desde afuera se puede percibir el calor de las llamas 
y las criaturas malvadas se mantienen lejos de la forja de HammerHand.

Salud Guerrero. Por la Horda.


jueves

15 (Quince)

I) Milo.

Otra vez bajo el mismo sol
pero parece que no se nota,
ya he acabado con la copa
el desmonte fue rápido 
esta vuelta.
El año discurre hacia el abismo
de diciembre en donde habremos
de compartir la mesa con los
otros viajeros extraviados.
Algunas nubes sobre el tejado
dejan entrever que el invierno
no quiere irse, pese a que octubre
estalla con la revolución primaveral
deberemos esperar hasta el mes
del escorpión.
Entonces todo será escarlata.

II) Ro.

El mensajero llegó a alumbrar 
la vida nueva en medio de la tormenta
que bañaba un viernes de octubre.
Las pequeñas gotas que descendían 
del tejado de la casa susurraron 
un nombre cuyo eco aún puede oírse
entre esos muros.
El viejo soldado recibió la invitación
así que pensó era hora de descorchar
ese rojo a la salud de la vida que llegaba,
antes de iniciar la conquista de las estrellas.

III) Motorhead (Cabeza quemada).

Mi mente está a punto de explotar
fundido con los inyectores de la bestia de metal,
un estribillo para recordar que quemo el caucho
sobre una línea blanca.
La polvareda se levanta sobre el viejo camino
a un costado de la herrería me detengo a tomar aliento,
soy la bestia de acero
un inadaptado disfrazado de ciudadano
hasta que le aúllo a la luna
y la bocanada se confunde con los gases
de éste crucero de batalla amarillo
con el que recorro viejos lugares
hasta dar con la casa derrumbada.
Ahí encenderé la fogata esta noche,
el techo es el cielo para los que vivimos
al borde del abismo, entre la genialidad
y la locura.

IV) Quince (15).

Escribo
no sé hacer otra cosa
para matar las penas.
Siento
un poco de frío
refugiado al lado de la chimenea,
contemplando
al fuego besar suavemente
los leños que se deshacen.
La lluvia 
se detendrá, partiremos otra vez
por esa ruta escondida
pero no olvidaremos.
Puede
que no nos demos cuenta
de cómo se va el tiempo 
pero es igual a la leña que se consume.

06.10.2013

Fue un día como éste que hemos vivido,
la noche ha caído ya poniendo un manto
a la tarde del domingo y aún resuena
nuestra canción de batalla en medio
del campo poblado de estandartes
de ese eterno adversario.

Nuevamente como si la historia se repitiera
asistimos al mismos espectáculo, sólo que
esta vez no hay pena máxima, aunque el
sufrimiento es el mismo.

Y se siente tan bien al final
sabiendo que once, once almas,
pudieron más que miles de ellos,
escribiendo otra página gloriosa
para la República Genovesa de La Boca.

06/10/2013, River 0 – Boca 1. 
60.000 hinchas Millonarios contra 11 Xeneizes.

24 años (1990 - 2014)

Atrás quedan 24 años de espera, tras ese penal fatídico en Italia ‘90. Sufrimos el 0-5 con Colombia en 1993, la expulsión de Diego en la Copa de 1994, la eliminación ante Rumania (2-3), la eliminación ante Brasil en los penales de la Copa América de 1995, la derrota con Perú en la edición de 1997, la eliminación de la Copa de 1998 ante Holanda (1-2), los tres penales que marró o le atajaron a Palermo en la Copa América de 1999, la posterior eliminación en las manos de Brasil, la no asistencia a Colombia 2001, la eliminación en primera ronda en la Copa del 2002 tras empatar con Suecia (1-1), la derrota en los penales en la Copa América del 2004 (otra vez Brasil), la eliminación por la misma vía en la Copa del 2006 (ante Alemania), el 0-3 en la final de la Copa América del 2007 (Brasil, figurita repetida), el 0-4 ante Alemania en la Copa del 2010 y la derrota en los penales en la Copa América del 2011 (ante Uruguay). 

Pasaron 24 años, atrás quedaron Goyco y sus penales, Diego y sus gambetas, los goles de Batistuta y Crespo, los amagues de Ortega, la jerarquía de Verón, Zanetti, Ayala, Sorín, el equipo de 1994: Islas, Sensini, Chamot, Cáceres, Ruggeri, Redondo, Maradona, Simeone, Balbo, Batistuta y Caniggia; el papelito de Lehmann, el penal que no fue (gracias Codesal) y las gastadas de los brasileros.

Los Mundiales Juveniles de 1995, 1997, 2001, 2005, 2007.

La Libertadores y la Intercontinental de Vélez en 1994, la Supercopa 1994 y 1995 del Rojo, la Libertadores 1996 y la Supercopa 1997 de River, la era Xeneize (1998 – 2008), la Mercosur 2001 y Sudamericana 2002 de San Lorenzo, Arsenal en 2008, Independiente en 2010, Lanús en 2013, el robo a Tigre en 2012, la última Libertadores del Fútbol Argentino en 2009 (de la mano de Estudiantes, Sabella y un tal Verón) y el gol de Martín bajo la lluvia (10/10/2009, un sábado).

Los Juegos Olímpicos del 2004 (1-0 a Paraguay con gol de Tévez) y 2008 (1-0 a Nigeria con gol de Di María).

No fueron todas malas, pero siempre quedó la espina clavada de lo que no fue para cada pibe de 10 años (hace unos 24 años atrás). ES HORA DE LA REVANCHA.

Nota: escrito antes de la Final de Brasil 2014, volvimos a quedarnos con las manos vacías pero por lo menos ellos llegaron (nosotros sólo alentamos). Gracias chicos.

Ciudad (Citta)

El habitante de la ciudad es un ser extraño
capaz de las proezas más grandes,
viajando apretado en la hora pico
viviendo aún más comprimido
en pequeños contenedores de personas
llamados departamentos
y corriendo de aquí para allá
en busca de una meta difusa.
Cuando llega el verano
comienza el éxodo hacía otras partes,
pero siempre en conjunto
llevando sus costumbres
sobre todo la de hacer fila.



En medio de la jungla asfaltada,
urbe caótica y siniestra,
han chocado nuestros aceros.
A un lado de la ribera,
entre esos vagones oxidados,
no nos damos respiro.
Pensando que el otro es
nuestro enemigo, 
no el hermano perdido
hace tanto y otro tanto
continúa esta pelea,
sin vencedor que se anuncie
llegando a la dársena.

Yo

Siempre he tenido una visión negativa de las cosas,
ahí radica mi temor a no ser aceptado
y es entonces donde inexorablemente el resultado
sólo puede ser uno: fracasar.
Sin embargo, esto funciona como una especie
de protección, una caja de arena en donde
me siento seguro y puedo entre otras cosas sobrevivir.
Pero ya me harté de sólo sobrevivir,
vivir es mucho más que meramente tratar de llegar
al final del día y ahí está la cuestión de todo esto
que se llama existencia.
Un propósito, ni más ni menos que una razón
para romper por completo el molde del cual
soy el artífice y ver como los pedazos se desbarrancan.
Entonces la perspectiva cambia,
después las cosas pueden o no salir bien,
pero habrá valido la pena intentarlo.
El fracaso es entonces una realidad cuando uno
deja de patalear y permite que la corriente se lo lleve,
irónicamente sé que puedo pelear contra esto
aunque en realidad no sepa nadar.
Pero puedo aprender,
uno nunca termina de aprender
en cualquier aspecto que sea y eso lo he sabido
a lo largo de tantas batallas.
La fe y la voluntad todo lo pueden,
el resto lo hace el tiempo que termina
poniendo las cosas en su lugar.
Ten fe y sigue remando.

Los inviernos

Los inviernos eran fríos
incluso aquí en la costa atlántica
con algunas variantes, 
más o menos viento,
pero sí se sentía la estación gélida.
Sin embargo, de golpe a porrazo
llueve y aumenta la temperatura
para luego descender drásticamente.
Los mosquitos están presentes
como si fuera verano,
la primavera se asemeja al otoño
e incluso en algún verano hace mucho frío.
Parece que alguien rompió el
piloto automático del tiempo.

Deuda

Todos los lunes, a las 8:00 de la mañana me encuentro con su presencia en la oficina. Parece ser una pesadilla pero me he ido acostumbrando, tanto como al primer café.

Su reclamo es siempre el mismo, la suma que no llegó a tiempo por culpa de varios actores. No diré que no soy culpable, sin embargo tal vez llevo la peor parte por todos los eslabones de la cadena. 

El último es el que debe pagar, así es como que la aparición reclama su parte. Ya sé que cuando cruce tendré una diferencia en contra en el bolsillo.

Aun así, la regla se sigue cumpliendo. El trabajo no va a casa, tal vez porque en la niebla otros espíritus vigilan.

martes

Otros escritos IV (06 - 12)

XXXVII)
Camina hermano mío
emprendiendo la larga marcha,
la que tantos conocen 
pero muchos han ignorado
manteniéndola en un rincón oscuro
de la existencia.
El viento hincha la vela
cruzada por un relámpago,
la lluvia vendrá a despedirte
en el puerto que ahora dejas atrás
en éste viaje.
El fuego arde eclipsando al sol,
quien ha decidido irse contigo
para iluminar tus pasos
cuando cruces por el puente.
Entra,
que una de las puertas espera
a que te reúnas con tus hermanos,
golpes de espadas y escudos
resuenan tras las paredes de acero
mientras tomas tu lugar. 
Incluso el guardián ha dejado 
a un  lado de su puesto un sitio
en donde los tambores yacen
esperando la caricia de tus martillos.
Él tenía dos martillos 
que sonaban como uno,
uno de los Reyes se ha ido
hacia la morada de los dioses.
El galope de las valquirias
es acompañado por el trueno
y el relámpago para llevarte 
a donde debes estar,
mientras aquí nuestros ejércitos,
el tuyo, el de cada uno de los otros tres,
entonan en tu nombre 
un viejo himno de batalla
para que tu recuerdo no se borre
como tantas otras cosas.
Has sonar los tambores
hermanados con tus mazos
cuando la batalla llegue 
y el cuernos nos convoque
para la última carga
bajo la luz de la luna,
al aire levantados nuestros aceros
como uno solo.
Guarda un lugar,
uno para cada uno de nosotros
y pídele al bardo que aún no 
componga mi canción.
Todo llegará mi hermano
y entonces nos veremos
en los salones del Valhalla,
mientras procuraré que tu recuerdo
sea el de los martillos 
desatando la tormenta 
junto a los otros Reyes del Metal.

XXXVIII)
La hierba cruje
debajo de sus pasos,
el hombre ha marcado
su propiedad con hilos
de acero y engaños.
La laguna de su infancia
yace seca ahora,
las ramas de los árboles
se inclinan para llamarlo
hasta ellos, añorando
esa época que se les fue.
La arboleda te da la bienvenida
en la vuelta a casa,
los pinos son instrumentos
del viento en esta
noche de retorno.
Cada piedra de la casa
tiene una lágrima, una risa,
manos de nuestros seres
que se han ido y están.
El mar guarda la memoria
del tiempo en el que
aun no existía el muro
de arena y llegaron
a plantar las semillas
que hoy florecen.
Vidas enteras,
sacrificio y voluntad
unidos en cada uno de ellos
mostrando las marcas
de las dos manos gigantes
la historia que heredamos.

XXXIX)
La lluvia te hechizó,
suave lavó tus heridas
y el relámpago se hizo oír
para sacarte del sueño.
El viento te recordó
que estabas vivo
y listo para la batalla,
cuando dejaste el lecho cálido
para salir a enfrentar a ese mundo,
en donde las personas
se mueven presurosas
a calmar los deseos materiales
mientras esos dedos pequeños
te mantienen por siempre aferrado
a seguir peleando.

XL)
Es hora de partir
como si estos días
fueran segundos,
pétalos blancos de la rosa
que se marchitaron.
Cuando estoy lejos te extraño
añorando el momento de volver,
las noches frescas de verano,
el invierno al lado de la salamandra
mientras la leña crepita y nos bebemos
ese vino en memoria de los que 
han tomado otro camino.
Cada vez que vuelvo aquí
siento como todas las cosas
se ven pequeñas al lado 
de estos momentos,
en los que el Pueblo
 te da la bienvenida.
Las calles siguen contando las historias
de los que hemos estado aquí de pequeños,
en esas cálidas tardes de verano
cuando mi abuelo fumaba en la entrada
de la casa que yace imperecedera 
en los recuerdos.
El viento susurra nombres que no pueden
ser borrados y que el mar, viejo guardián de éste 
mundo, trae de nuevo a la orilla.
Las horas pasan, el fuego de la estufa se agita
igual que el que llevamos dentro y que nos mantiene
unidos por siempre al lugar que hemos amado
desde antes de llegar a él.

XLI)
Un último sorbo y lo dejó a un lado,
ya se había vuelto a enfriar.
Tomó todo el equipo y se levantó
yendo hacia la otra parte de la habitación
donde se encontró con ella a medio vestir.
La reprimenda no se hizo esperar
así que disculpas de por medio
el salió de aquel cuarto y se dirigió
hacia la pesada puerta de metal
que daba al patio.
La lluvia caía con fuerza sobre
todo la ciudad mientras 
encendía un cigarrillo 
y veía al cielo gris.
Pensó que ya se le pasaría a ella
el enojo de haberla visto así,
después de todo él ya estaba adentro
no tenía por qué llamar.
Terminó de fumar y la colilla voló
hacia la tormenta mientras él se metía
en su cuarto dispuesto a dormitar.
Pronto el sueño lo invadió y se encontró
tras una cortina azul que se agitaba,
la hizo a un lado y contempló la escena,
un mar de cuerpos entre quejidos,
ella contemplando el cielo.
La escena cambió de pronto
aunque siempre hubo una constante,
aquella mujer se repetía una y otra vez
pero su acompañante era distinto.
Un golpe lo despertó
la pesada puerta de metal se había cerrado
dándole final a la tormenta.
Se desperezó y camino hacia la
salida de su cuarto bajando por las escaleras,
viendo la ciudad mojada a través de la ventana.
Cruzó el salón oscuro contiguo
y cuando emergió de la oscuridad
un pensamiento le rondó en la cabeza,
tanto problema por entrar sin avisar.

XLII)
Desearía que puedas oír la lluvia caer,
no estar alejándote de mí cada día
un poco más, para que el viaje que
haces cada mañana no me encuentre
un amanecer viéndote partir para siempre
Desearía poder ser el que alguna vez fui
antes de que esos dos ojos azules
me envenenarán de la forma en que dejé
que lo hicieran y me volviera la bestia
que soy en éste momento.
Desearía ser el que alguna vez fui
cuando partí del lugar que más amo 
en éste mundo y me fui a lo largo de 
la costa, la misma que nos unió en
su momento y en la que descubrí que
eres el amor de mi vida.
Desearía tomarte cada noche no temiendo
que el abismo que creé se vuelva infranqueable,
perderte es algo que me aterroriza y me deja
sin voluntad, mi escudo ante la tormenta.
El camino se ve oscuro en éste momento
y espero poder encontrar la luz,
al igual que daría cualquier cosa porque
escuches esas gotas repiqueteando sobre
el tejado del hogar en donde vivimos.

XLIII)
Y he llorado
a la hermana que se me fue
perdida en el deslumbrar del sol,
a esos ojos inocentes
que no podré ver nunca más.
Lejos quedan las tardes juntos 
cuando el tiempo era nuestro,
parecía que todo se había detenido
en cada palabra y bocanada.
Lo único que existe ahora
es un viejo lobo que huye de la lluvia,
mientras la memoria se burla detrás
de esta noche violeta.

XLIV)
Talando
a golpes de martillo,
el elfo no tiene lugar
desde dónde tirar sus
flechas traicioneras.
Hacia arriba en la roca
los dragones caen,
los hijos de la montaña
blanden sus mazos precipitándolos.
La oscuridad cede ante
el poder del relámpago,
la codicia del humano
se pierde en las cavernas
bajo la montaña,
laberinto gigante,
tumba de los malvados.
Los hijos de la montaña
no tienen piedad,
escudo y martillo
echando al invasor
para luego seguir
esculpiendo la roca.
Tus armas de asedio
no te servirán
la piedra late quebrándolas,
y al caer el sol se cubre
la atmósfera de un 
dulce olor a tabaco.

XLV)
Llegó a su casa cansado del día
encontrándose a su paso,
por el pasillo oscuro,
con cuatro ojos dorados
que lo aguardaban.
Buscó algo en la alacena
y les dio de comer,
una era blanco como
la nieve que se anunciaba,
el otro atigrado
desvaneciéndose en la fría noche.
Los días se acortaron
se volvieron grises,
con los pocos rayos del sol
ellos volvían.
Ahora eran cuatro aguardando
mientras preparaba el almuerzo
a mitad de la semana
y el aire se llenaba de aromas.
Entonces al abrir la puerta
el atigrado estaba ahí,
los demás guardaban
la distancia precavidos.
Al menos con ellos sabía que esperar,
fuera del muro lo aguardaban
senderos demasiados desconocidos
aunque siempre seguía por
las mismas calles.

XLVI)
Nota: se lee desde abajo hacia arriba.

y las consecuencias solo afectan a terceros.
te permite hacer lo que quieras
Después de todo el dinero
y ya no necesitas de nadie.
viendo con seguridad al futuro
el tintineo te hace pasar las horas
pero careces de conciencia,
Nombre santo el del lugar
con el que entra a tu refugio.
y el placer viene a ti
mientras otros hacen la tarea
para seguir con tu vida
Éste lugar es perfecto
circula por la calle caliente de verano.
un cigarrillo mientras la gente
sólo te sentarás a fumar
No harás nada
asegurado compartir el lecho.
siga girando y tengamos
de ella depende que la rueda
que esta ocasión es muy importante,
Trata de no llegar tarde

XLVII)
Estaba aquí cuando los mayores
aún no existían,
sus retoños se esparcían
por todo el lugar.
Cuando uno de ellos
era pisado, sus raíces
buscaban la luz
para cobijarlos.
A veces no sobrevivían
la llegada del invierno
o la mano segadora
del hombre.
El enorme pino,
agitadas sus ramas
por el viento, se estremecía
ante cada vástago caído.
Cada tanto algún incauto
trataba de grabar su superficie,
las raíces eran como enredaderas
más de uno fue arrojado al piso.
Los menos afortunados
probaron los enormes brazos,
quien les creería que aquel
enorme árbol pudiera hacer eso.
La casa fue construida
sus venas la rodearon,
su forma les dio sombra
en el verano cuando
la niña jugó junto a él.
La lluvia lavará la tierra
el olvido es un recurso
para los réprobos,
pero cada línea de su tronco
recuerda los hechos,
testigo mudo que
ha conocido el silencio 
del tiempo.

XLVIII)
Cuando baja el sol
retumban entre las paredes,
del derrumbado castillo,
los golpes de las espadas al chocar.
El uno un señor moro
el otro un caballero de Valencia,
peleando su guerra en la eternidad
para que cuando el sol al salir
quiebre las sombras, reposando
hasta el anochecer en donde
continuaran esta confrontación
sin final ni vencedor.

XLIX)
Y él vive,
sus martillos suenan hermanados
como uno solo, 
una extensión de sus dos brazos,
parte de su alma y su corazón 
en ese retumbar de tambores.
La batería anuncia la batalla,
como un cuerno llamando a
los hermanos hacia la llanura
en donde cumpliremos
el destino que los Dioses
no pueden cambiar.
Aquí yacemos esperando
que los lobos engullan al sol
y a la luna, el día rojo ha llegado
para blandir nuestros aceros
una última vez,
matando gigantes y almas caídas
antes de que el mundo se destruya
para resurgir de nuevo,
mientras esos tambores traen
una vez más los ecos del pasado.

L)
Tu casa, mi refugio,
el lecho tibio que señala
tu ausencia en las mañanas.
Los libros se acumulan,
un poco menos que las botellas vacías
de todas esas batallas gloriosamente ganadas.
Un mazo de cartas, 
hechizos, criaturas y elementos
señalando el encuentro,
obsequio del Barba,
igual que los tomos del arte de la guerra,
la mitología y la fantasía, todas juntas
al lado de los libros de nombres
y ese recetario de Tomasa, que como
sabe su nieta es una gran mujer
y mi amor incondicional.
Incluso das tus primeros pasos
por éste, mi universo favorito,
al que puedo ir cuando quiera 
aun en medio de los conflictos
que se amontonan en casilleros marcados,
tratando de darle sentido al caos.
Y ella hace juego con esto,
su andar por el patio
deja más daños que una batalla,
cuidándote de pisar en terreno firme,
no sea cosa que te caigas 
y Pietra te mueva la cola
mientras huye hacia su cubil.

LI)
No recuerdo nada,
es como si el tiempo se hubiera borrado
pero sin embargo se olvidó de llevarse la
lluvia de estos últimos años.
Y así es como me encuentro ahora
al lado de éste fuego que se negaba a venir
en la helada mañana de esta, mi pequeña
isla en medio del océano.
Tu nombre no lo recuerdo
la niebla me oculta esas facciones,
soplando el viento helado del sur
para que todo sea barrido.
Ni sarrasón ni rostro,
todo ha sido disipado por
esta gélida brisa que me recuerda
que ya es tiempo de atizar el fuego
y ver como lo pasado se consume,
mientras todo queda atrás
perdido en el mar del olvido.

Nota: del lugar de donde vengo la sarrasón es el nombre
que le dan a la bruma marina (o al menos así es como
yo la recuerdo).

LII)
Tu voz,
tu existencia,
resisten el olvido,
a los que ayudaste
se les fue la memoria,
los demás parecen ocupados
como si fuera un día más.
Gris se puso el cielo
vi algunas lágrimas en el camino,
tus cenizas en el viento,
sin embargo tu imagen parece
sacada de una tempestad.
No ceder nunca,
yendo hacia adelante con una mueca
en los labios y sonando tu risa
gruesa como la tormenta
que ahora empapa la calle.

LIII)
Jugábamos en esa enorme jungla
peleando con enemigos imaginarios,
con maderas y proyectiles de aire.
El suelo se veía quemado
pero la vegetación estaba inalterable
y nos cubría la cabeza.
La voz de nuestra madre sonaba lejana
cuando era la hora de cenar
y dejábamos atrás ese lugar maravilloso.
Ha quedado
perdido en el tiempo,
le lanzo una bocanada a la luna
única testigo de esta noche nostálgica
mientras ya nada queda de nuestro patio de juego.
Si hasta la panadería que impregnaba el aire
de dulces aromas ha dejado su lugar
a un montón de locales en donde las personas
van y vienen como hormigas en esa vorágine
consumista y un nudo en la garganta
precede a las lágrimas derramadas por
la niñez que se nos fue.

LIV)
Cuando te duermes dejando tu cabeza
sobre mi hombro todo lo demás pierde sentido,
somos pequeños desprendimientos
de algo más grande que nosotros
aunque algunos crean estar seguros
en el mar de la abundancia y la arrogancia.
Sólo esto importa,
el tiempo que compartimos
el mejor de nuestras vidas,
las horas pasan despacio.
La lluvia, el viento y esa tormenta 
que anda dando vueltas
no completan sino el paisaje,
mientras la luna nos acompaña
cuando huimos de todo
hacia éste pequeño refugio
llamado hogar.

LV)
Se alejó del rebaño,
fuera de la luz que
caía sobre esos verdes prados.
Se escurrió hacia la noche
y fue mutando, de cordero
a lobo, en medio del páramo
que sustituyó a la planicie.
La luna era el único recuerdo
de la luz que lo rodeaba
en ese tiempo tan remoto.
Olió a los demonios
y le aulló a su Padre,
quien mantenía ese último
farol encendido en un manto oscuro
para llevar a casa a los hijos perdidos.
Atacó moviéndose por todo ese
campo de batalla como un fuego
purgador, acabando con legiones
de caídos y dejando sólo silencio.
Se detuvo herido y exhausto
para contemplar ese amanecer
que finalmente llegaba para él,
tras una eternidad en la oscuridad.
Un rayo de sol lo acarició
y se adormeció para despertar
al lado del Hacedor.

LVI)
He visto al roció
acariciando las rosas
después de la última lluvia,
sabedor de que su dueño el sol
lo fulminará en un instante.
He visto esas dos estrellas
esta noche helada
resplandeciendo como cada
parte de mi alma,
cuando te crucé la primera vez
y mi corazón fue uno con el mar
latiendo sólo por ti mientras 
pasaste a mi lado.

LVII)
Cuando me desperté me encontraba cubierto de arena
y el sol del desierto quemaba la superficie,
sólo un loco se atrevería a andar por ése lugar.
Arrastré la mochila, la cual solo llevaba una buena
provisión de Malbec pero era un pequeño
tesoro que no quería abandonar.
Al cabo de mucho andar, subiendo y bajando ésas
dunas enormes, que se asemejaban a los senos
de una diosa esperando a su guerrero,
me encontré con el oasis.
Bebí hasta saciarme y nadé en esas hermosas
aguas que parecían estar en el centro del mismo
infierno, si no fuera porque aún no he de sopesar
mis actos en la balanza.
Y entonces las dos figuras se me aparecieron,
ella me mostró su anillo que resplandeció
eclipsando al sol y el cielo se volvió negro.
Él dijo que debía obedecerlos,
ellos eran los emperadores del páramo
y a él la corona le había dejado un enorme
claro sobre la cabeza.
Necesitaban sirvientes
ya no abundaban por allí,
me reí a carcajadas
un reino de dos les dije
y ella lanzó un grito que asustaría
a una banshee pero mis oídos estaban llenos
de arena y paz por el baño.
La tormenta de arena comenzó a caer sobre
el espejo de agua, una trampa para los incautos,
te atraen cuando estás necesitados y luego
pretenden que seas su esclavo.
Tomé la mochila y corrí tan rápido
yendo a dar con el globo que me había traído,
estaba intacto así que el viento de la tempestad
me lanzó lejos de ahí y mientras oía sus gritos
en la tormenta descorché un Malbec
bebiendo a la salud de los que han pasado
por lo mismo, viviendo para contarlo.

Qué ironía,
en toda la historia es la primera vez que oigo
hablar de un reino de dos.