lunes

Vasco

De un lado la estación de servicios que sirve también como refugio ante varias inclemencias, la peor de todas es la de ir de aquí para allá sin detenerse siquiera a tomar un respiro sabiendo que se han terminado las licencias para los esclavos que deben pagar la boleta al principio del mes aunque no exista fondo alguno acreditado. El sujeto que ha logrado apartarse en un rincón contempla al mundo desde una mesa blanca cuyas sillas son incomodas de forma tal que nadie se quede demasiado en ese recinto, cruzando la avenida que es una postal más de la locura, se alza el puesto del Vasco que junta feligreses sin distinciones de ninguna clase. Diversos trajes para seguir con la faena forman la fila bajo el sol abrasador cuando no las llamas, Febo y Hefesto descargan su ira sobre los que quieren un pedazo de la última cena de Baco, el obsequio de Prometeo recalienta los hierros forjados en otros lares. Las salsas están listas, conservadas en frascos que alguna vez guardaron tesoros verdes y negros hasta que quedaron tan vacías como los bolsillos de la mayoría ante los constantes desmanes, aunque enseguida vino la idea para recuperar algo que permita subsistir. Una bolsa de pan que cambiaba cada cierto tiempo, la materia prima que se renovaba al final de la semana quedando preparada para ir a parar sobre la parrilla tirada por la montura solitaria que lo seguía hasta esa esquina mágica. Uno podía venir apurado esperando alcanzar esa embarcación a la bahía sabiendo que allí esta cargaba a sus huestes por última vez, antes de pasar frente al sito que ya abandonó el viajero cruzando un rato a llevarse un poco más de lo qué pidió dada la generosidad del cocinero que aprendió el oficio de evitar que las llamas consuman su fuente de ingresos. Alguno caerá a último momento para llevarse las disculpas del caso dado que ya es hora de retirarse, demasiado calor soportado sin que una brisa venga a quitarle ese infierno de encima cargando su roca cuesta arriba para regresar a buscarla al día siguiente. La última imagen será la de él regresando una vez que nos devolvieron un pedazo de nuestra libertad, después la noticia será un reguero sabiendo que ha partido dejando el recuerdo en tanto se consumen las brasas sin que alguien más avive ese fuego que se apaga igual que la existencia misma.  

domingo

Kael

Yo conocí a un sujeto llamado Kael, 

los días de frío venía a darnos una mano

dejándonos chamuscados mientras las chispas

se elevaban igual que mariposas incandescentes.


Sí, yo lo conocía, muy metódico en sus labores

poniendo trampas en medio de los caminos

para que los desprevenidos se encontraran

con un problema más que resolver.


Experto en colocar defensas gastando sumas siderales

a costa de los hombros de sus huestes que apenas

atinaban a decir ¡Me encantaría!, 

aunque alguna poción extraña debían ingerir.


En caso de que alguien necesitara ayuda él se presentaba

dejando todo ardiendo ante las turbas enardecidas

que le arrojaban una lluvia de improperios

y de piedras, pese a estar muy lejos para saberlo.


Ardía en deseos de venganza pero en otras facetas

hurgaba pedazos de bienestar para los que aguardaban

en la casa ahí al fondo, más allá de las rejas que llevan

a un pasillo repleto de historias que resuenan.


Apaciguando la sed de llamas con un brebaje verde,

siempre preparado para la ocasión de que cierto visitante

venga sin aviso alguno tocando el timbre para hallar

el refugio que bastante bien conoce.