domingo

Corazón


Salieron de la fortaleza seguros de que la guerra culminaría al cabo de esa batalla, al enemigo sólo le quedaba un último reducto que podrían tomar ante la superioridad del número. El esposo de la reina había caído en una de las tantas incursiones, dada la sed de sangre que la caracterizaba desde ese momento encabezó cada asalto tomando venganza en formas sádicas y tétricas. Cualquier fortificación a su paso era ahora un puñado de escombros, nada crecía sobre ese suelo recubierto de sangre y cenizas. Los únicos que se animaban a recorrer las líneas que las paredes mostraban, eran los cuervos. Las aves negras se muestran ajenas al dolor de los demás, será por eso de que los sentimientos no se traducen en monedas y los dos ojos vacíos de vida ven a la muerte de la cual sacar provecho. Incluso entre camaradas no existe el honor. El hambre es tal que no dudan en sacarle las tripas al que creció junto a ellos, ahora es sólo un despojo al que los gusanos reducen a la nada. Así aguardaban las huestes negras sobre los árboles marchitos, el sonido de las armaduras y los bufidos de las bestias antes de lanzarse a la carga contra oponentes vencidos. La sangre reemplazó al vino esa noche, la reina satisfacía su perversión cortando de a poco a su víctima. Sabiendo que no tenía pies aguardaba el inminente final, aunque en medio del dolor pudo ver que debería atravesar un mar de sufrimientos. Como una burla, su victimaria dejó las extremidades mutiladas debidamente apoyadas en la entrada de la tienda. Luego continuó el ascenso buscando el corazón de esa vida a la que pretendía quitarle toda belleza, separando las partes en un ritual macabro. Al amanecer el órgano estaba en sus manos, la búsqueda de toda la noche daba sus frutos y debía alimentarse de este antes de que las tropas despertaran. El primer mordisco siempre era el más sabroso, pero también el más difícil. Luego dejaba a un lado la vergüenza empalagándose hasta que no quedaba nada, hecho lo cual corría desnuda por los campos florecidos sembrando el fuego a su paso. El arroyo estaba cerca, la sangre se iba cuesta abajo dejando estériles las orillas y tiñendo de a poco el mar azul. Ahora el océano empezaba a verse como la borra del vino, esa sensación tenía ella al beber hasta la ebriedad la sangre de sus enemigos. Al despuntar el alba desearía desangrar al cielo para quitarle su brillo carmesí, igual al de sus ojos iluminados por la hoguera sobre la que se balanceaban todos sus enemigos. El alma refleja aquello que somos, aunque tratemos de esconderlo detrás de modales y perfumes, la putrefacción brota bajo la luz de las teas danzando como acólitos en un aquelarre. Repartiendo la bebida que ha de impulsar la maquinaria asesina hasta calmar los impulsos, aunque únicamente durante el día. Ahí se muestra la pulcritud, los modales refinados y las sonrisas fingidas como el súmmum alcanzado sin el otro. Luego cae la noche, las máscaras son dejadas a un lado y varias personas educadas emulan a la reina, permitiendo que el demonio que mora en sus almas se coma lo que resta del corazón. Finalmente no son más que seres vacíos, sus ojos reflejan un abismo que conduce a la nada. Al oscuro precipicio del tiempo.

Cuaderno 1, 2ª historia.

sábado

Bobinados


Cuatro metros por debajo de la superficie, a través de un conducto recubierto de adoquines y la humedad que se mete en la garganta como una puñalada helada. La soga debería soportar el peso aunque la sensación de que alguien ahí arriba podría darle un final al asunto y cortar la misma, lo atormenta a cada segundo desde el momento en que inició la empresa. Dejar atrás el mundo de las luces, entrar en las entrañas de la tierra por medio de lo que parece el orificio del hocico anunciando que el mar de colmillos se encuentra cerca. En un instante cualquiera habrá un movimiento imperceptible, triturados músculos, huesos y tejidos, adiós existencia sin haber terminado la obra por la que lo fueron a buscar en aquel taller de bobinados que yace perdido allá a lo lejos. Aunque el olor del lugar le recuerda a la atmosfera que genera el barniz, siendo aplicado sobre aquellos conductos que giran igual que la vida. De pronto uno se halla tranquilo, dos críos juegan en la tarde apacible hasta que la joven madre los llama a hacer la tarea. En eso una sombra se proyecta sobre la luz de la entrada, sujetando a la otra existencia ante la necesidad de sus servicios. Temprano en la mañana lo pasan a buscar, el pago es en efectivo, la placa ha quedado marcada por si acaso y al ocaso la máquina está colocada. La monada armada hasta los dientes cuida la entrada a la quinta de descanso, otros dos vástagos corretean por entre los árboles hasta que la oscuridad viene. Ahí el vehículo lo deporta al mundo de los vivos, al día siguiente verá al globo alzarse y sorberá un mate reduciendo el hecho a un mero trabajo más. Mas algo en ese periplo por las tinieblas le ha dejado una extraña sensación, amarga como el sabor de ese primer sorbo verde. El agua ha comenzado a enfriarse, su amor regresa seguida por uno de los retoños y en el camino a la casa espanta al perro que trata de hallar cobijo en algún rincón. Las voces en japonés se mezclan con el italiano y el español del río cuya corriente le  sirve de refugio a quienes quieran habitar éste suelo. Al final de un año agitado iniciará la cacería del dictador, ejecutado como un animal salvaje por quienes se esconden tras el pretexto de ser la reencarnación de Fuenteovejuna. Al conocer la noticia el bobinador verá ojos que lo acechan en todas partes, incluso entre los refugiados de un mundo en ruinas y tomará la decisión de partir hasta una playa perdida. La misma en la que coincidió con el emisario del patrón caído en desgracia, ahora no es más que una anécdota que el tiempo borra de a poco. Tanto como la maleza cercenada por el veneno, dejando los campos dorados escondiendo los restos de un homicidio silencioso. Una charla a orillas del mar entre el aviador y el bobinador sobre una recomendación para hacer un trabajo en la ciudad, que esconde otras intenciones igual a la sustancia extermina plagas. Pero todo laburo es bienvenido teniendo bocas que alimentar, así que nada de buscar excusas a la hora de llevar el pan a la mesa. Mendrugo en cuya alma se esconde el secreto de todas esas muertes acalladas.
Cuaderno 1, 1ª historia.

Oasis


Respiró el aire fresco de la última mañana del verano, aunque la prolongación del partido le daría unos cuantos momentos más como ese. Notó que los días se acortaban, ya el alba no llegaba a eso de las cinco de la mañana aunque el gallo cantaba en la noche que perduraba. Siempre se había preguntado si a aquel ser se le había roto el reloj en ciertas ocasiones, dado que a veces se le ocurría cacarear luego del almuerzo. Lo que no sabía es que el ave anunciaba el comienzo de las horas de las siestas, en las que existe un pacto tácito en el que el mundo evita realizar demasiado ruido y permite que los demás duerman un poco. Lo suficiente para recuperarse de esas salidas apuradas del lecho durante la mayor parte del año, salvo los sábados en los que es posible continuar un rato más y en el que el único despertador resulta ser el vehículo del vecino saliendo a eso de las nueve. O peor aún, el can asomándose alrededor de las ocho de la mañana para anunciar que aún no la han dejado salir, sintiendo sus garras sobre los mosaicos cuando está por asomarse a la puerta y el ejercicio matutino de estiramientos que se desarrolla, hasta decidirse a cruzar la frontera que la separa del cuarto en el que los druidas se dedican a dormir sin ningún contratiempo. Excepto por la necesidad de la bestia negra que se arrima a un costado del lecho, mirando con esos profundos ojos del color de la miel reflejando al otoño no tan distante y un océano aún más profundo en el que las penas de la calle, los golpes y el olvido se han hundido para siempre. Entonces la puerta finalmente se abrirá para que ella salga moviendo las caderas, respirando el aire fresco de esa mañana del fin de semana y disputándole las migas del pan añejo a la bandada de pájaros marrones que huyen para lanzar un nuevo ataque, así el juego se prolonga hasta que alguno recuerda que es hora de levantarse. Pero sin prisas, no hay ningún apuro en nuestra mañana.

miércoles

El mejor

Suena difícil intentar disfrutar de algo desde el día siguiente,
el momento que uno vive se torna interminable como
si simplemente dependiera de que alcancemos la siguiente
parada a los fines de bajarnos en una estación más tranquila.
Las horas se han vuelto días en las que esperamos superar
el obstáculo para llegar a uno muy parecido,
una especie de engaño hasta que nos demos cuenta de que
es demasiado tarde y entonces ya no quede nada que
disfrutar, vuelta al comienzo de la ruleta aguardando
que simplemente nos toque un número más favorable,
o el menos peor posible si consideramos que nada
parece calmarnos en estos tiempos acelerados.
Rápido se esfumó enero, el mes siguiente apenas
comienza pero la sensación de estar con todo
el peso del año ha regresado, así que mejor la dejo
afuera junto a la basura, en la mañana se habrá
ido con el resto de las sobras de eso que es existir.
No importará nada más, no debe importar ahora
o cometeré el mismo error de nuevo, el segundo
que viene no es necesariamente el mejor,
este que acabo de emplear sabe de otra manera
un domingo cualquiera en el que no es necesario
esperar a que sea un buen día para vivirlo.

lunes

Metrópolis


Transmitiendo, nada ha cambiado en dos siglos, un mensaje unívoco desciende desde la metrópolis manteniendo la realidad atada a una única visión. El producto manufacturado bajo la marca República se vende rápido entre los habitantes de los feudos, en los que aún se representa la “Primera noche” como una obra que demuestra lo último de lo último de las modas. Las hormigas siguen dirigiéndose presurosas a ocupar sus lugares dentro de la enorme colmena, en la época estival huirán de esa prisión rumbo al lago de aguas saladas en el que quedarán sedientos y desearán volver al tormento de ese látigo disfrazado de subsistencia, las únicas imágenes asociadas con el resto del territorio son la nieve y el mar. Luego desparece todo lo demás, el remanente de la información la constituyen un montón de datos sin sentido alguno, los de un equipo tratan de llevar agua y apagar el incendio que los detractores, antes detentadores del poder, intentan vender en medio de los 40° C de sensación térmica (otro invento de las mentes poderosas que se refugian en los grises edificios). La basura cubre las portadas de sus publicaciones diarias, al habitante de las alcantarillas sólo le interesa mantener su pequeña posición dentro del esquema de comodidad y para ello traslada la manía de hacer filas a cualquier rincón del país. Despotrica contra los precios excesivos, el peso no alcanza para nada y por eso ahorra en verdes, dejando sus modales así como la basura en las playas en las que nadie vive. O al menos ese es el mito urbano, las costas están habitadas de salvajes que no son personas, tal vez por eso se los pase por encima una y otra vez.