jueves

¡Chau!

La última marca es de la moharra al ser alzada la bandera en el acto de despedida tocando el cielo en una suerte de extensión de las manos, tras la entrega de los pergaminos se produce la diáspora quedando apenas los fantasmas en el aula de arriba a la derecha justo contra la calle. La dispersión deja el vacío presente con la margarita deshojada en medio de la calle que es apenas una vía en esta ocasión, lo relevante se ha marchado para regresar en repeticiones de instantes con otras personas interpretando a un personaje parecido. Incluso al momento de la vuelta al polvo de toda la edificación seguirán sonando sus voces pese a que ocupados en los ruidos inútiles no se le prestará atención, pasando de largo aquella que ha de traer la apoteosis sin las cadenas que la ataban que yacen oxidadas con el viento susurrando entre los eslabones.

 



lunes

Charly

El patio se quedó vacío denotando esa partida que no será definitiva, siempre existe un momento de reencuentros aunque sea en los sueños que albergan esas partes del alma que vamos perdiendo entre las risas y el dolor. Se ha ido a contemplar la fábrica de rayos y truenos cuyo vigía le resulta familiar sólo que esta vez no caerá en el truco de dejarse llevar lejos, seguirá sus pasos hasta el borde del cielo en él que se despeñan las lágrimas formando al océano de abajo que moja los pies del viejo Antonio.

sábado

Dios opera en un cajero

La presencia de la estación de servicio rompe la inmensidad de la noche pese a que no he extrañado en nada la compañía de los otros que duermen ahí afuera, el sujeto de la playa viene con un rostro conocido invadido por un sueño que enturbia sus sentidos. Los movimientos son automáticos, qué carga, completo, el golpe seco al detenerse el chorro que se bombea desde las entrañas (las mismas que lo tuvieron prisionero), importe, cobro y a la nave otra vez. Lo que viene es el café, agua y uno de esos sánguches sellados hasta el descarte o su consumo aunque nunca se sabe en el borrón de las fechas equivalente al desgaste que llevamos con nosotros. No está el lucero cerca al recibir la segunda bocanada de esa madrugada, a unos pasos en la oscuridad yace otro punto luminoso cuyas pantallas se encuentran encendidas esperando que vengan a vaciarlo o recargarlo según el caso. La sed también afecta a esa expendedora de pasajes a la felicidad según los hedonistas, no más que un boleto que enseguida se desvanece con el correr del viaje hasta dar de nuevo con la necesidad no obstante idéntico resultado. La segunda presencia apenas la noto al introducir la tarjeta, corriendo un sudor frío sobre la sien que se congela antes de reventar contra el piso que ha desaparecido pese a seguir estando ahí abajo. El papel calentado por esa tinta que no se ve romperá el hechizo, los billetes yacen en alguno de los bolsillos, el plástico es cargado igual que las deudas del pasado pero no iremos demasiado lejos.

—Aún hay crédito por lo visto dirá él.

—¿Perdón?

—Todavía no se ha terminado el recorrido hombre, venga y mire en este monitor moderno. En la oficina no tenía uno así de manera que he copiado el diseño con unos cuantos ajustes.

En efecto, miles de cuentas aparecían ante la vista de ese extraño usuario al que la helada no lo hacía tiritar a juzgar por la manta liviana de tono rojo que colgaba sobre sus espaldas.

—Como verá algunos de estos registros ya tienen mucho tiempo así que será mejor moverlos a otra sección.

Acto seguido desapareció la numeración en cuestión aunque enseguida otra surgió.

—Y ahí está de nuevo, languidece, mengua y crece llenando el vacío de la anterior.

Entre la jungla de números en blanco alcance a vislumbrar algo que me aterró, no eran nada más que cuentos de trasnochados sino fechas que encabezaban esa base de datos cuyo operario me sonreía benevolente.

Incluso una que conocía bastante bien, viendo en retrospectiva cada momento lo que resultó en agotamiento de mi memoria que se retiraría a darse una larga siesta después de aquello.

Me encontré alejándome hacia el vehículo que me llamaba igual al casco de la barca desde la que creo haber caído en otra vida, una sirena inversa permitiendo que me aleje de las fauces que no existieron.

  —Aún hay crédito repitió en forma de susurro. Pero la humanidad no lo sabe, sigue avanzando apresurada temiendo que el tiempo la atrape y es su pasajero constante con cada hálito. 

 

domingo

Mangia

Harold Fondue nació en el patriótico barrio de Boedo en el seno de una familia de fabricantes de chocolates, lo que le valió varios dolores de cabeza en relación su nombre al punto tal que a los dieciséis años durante un viaje a Uruguay, en tareas de reparto de los productos comercializados, optó por no regresar su casa al otro lado del charco. Se empleó como ayudante en un pequeño diario de Canelones manifestando que era mayor de edad, los pormenores de la maquinación han quedado perdidos en las sombras de esos años. En su periplo por tierras charrúas tuvo la posibilidad de asistir a Don José Omar Valenciano Varela en la cobertura del clásico entre tricolores y manyas, en un estadio Centenario que tenía el privilegio supremo de poseer la primera final del mundo con las consecuencias ya conocidas. El sitio estaba a reventar, la cacofonía se extendía de un extremo a otro de la capital escuchándose para envidia de algunos en la ribera opuesta dado que no había fútbol debido a una huelga de fabricantes de pelotas. El ya veterano periodista cubrió otros encuentros famosos, aun muchos contaban que se quedaba dormido antes del inicio despertando con el alarido gutural que sabe casi a la primera palabra pronunciada. Recolectaba entonces información de los asistentes al encuentro con testimonios de ambas parcialidades, lo que le llevaba un tiempo precioso dejando pasar los momentos más relevantes del encuentro como eso tiro libre que se va alto desparramado al portero aparte del que recibe el impacto en la tribuna. Sin mencionar la pelea en el mediocampo que culmina con varios lesionados que se toman alguno de sus miembros heridos de muerte no obstante apenas ser rozados, generando el amontonamiento de los rivales en pos de cobrar venganza. Se sentaron en uno de los peldaños del campo de batalla con la salida de los dos equipos en un enfrentamiento que se prolongaría por las décadas siguientes haciendo que un hervidero sea un espacio polar. Las almas allí congregadas le rezaban al mismo dios pero éste parecía tener colores diferentes el día de hoy dependiendo de la versión que se contara, el joven aprendiz guardaba en la retina de sus ojos un cuadro de epopeya que se le adhería a la piel ante tamaño espectáculo. Ni siquiera sintió algo así en esos cruces entre santos y quemeros que acallaban las tardes del domingo hasta ese alarido en el que el victimario metía la primera puñalada no obstante a lo que la víctima podría bien cobrar la ofensa, con la herida borbotando ira pura. Arrancó el match, el cronista registró la hora del comienzo en aquel domingo de agosto que el otro testigo recordaría a colores pese a la idea errónea de que todo ha sido en blanco y negro en una suerte de acromatismo. El primer tiempo se iría sin nada reduciéndose el griterío para el final de la primera mitad, Harold registraba lo ocurrido en unas series de notas aunque el lápiz en varias ocasiones encontraba la explosión de las minas de trazo en trazo hallándolo ocupado en ello hasta sentir el pitido iniciando el segundo tiempo. Aquel que no se dio por enterado fue su compañero que continuó roncando apoyado de vez en cuando sobre la pierna del boedense que ya no escribiría nada a excepción del instante cumbre de destrucción del cero con un remate bajo, produciéndose la detonación en la garganta además de los abrazos. Ahí Valenciano Varela se incorporó mirando anonadado la escena, hasta que bajó la ola desde lo alto de la tribuna apaciguando todas esas voces vueltas susurros. Minuto veintinueve anotó sobre el papel garabateado siendo observado por el aún somnoliento Javier Omar que inició la búsqueda de sus apuntes, notando que estos yacían un puñado de escalones más abajo empezando con el rescate. Recibió un par de pisotones aparte de la ignorancia general descubriendo que el mundo estallaba a su alrededor yendo a parar su nota muy lejos ante los festejos del segundo gol. El pibe, mientras tanto, observaba momentos antes el arranque descomunal del perpetrador de la primera gloria quedando los oponentes atrás viendo la llegada de lo inevitable ante tantas paredes que se caían hasta encontrar el objetivo cuyo guardametas perdería incluso la boina. Sin embargo no coronaría la hazaña cediendo la estocada a alguien más que sellaría el marcador en un 2 a 0, con las consecuentes imágenes de júbilo de la hinchada carbonera para dar paso al silencio del epílogo en plena retirada de los concurrentes. Pudo rescatar al jornalero después de unos instantes, lo halló cabizbajo con pedazos de pequeñas hojas sumadas a la desorientación en los sucesos recibiendo la mano solidaria del otro que lo invitaba a levantarse para dejar ese lugar ya vacío. Se bebieron una copa juntos antes de emprender al viaje de vuelta al pago, aprovechando el veterano escritor dicho momento para armar el rompecabezas con la colaboración de su compinche de viaje que finalmente dormía apacible. La mañana siguiente repartieron la publicación intitulada El Heraldo, una única página plegada en cuya portada se veía como destacada la partida dominical firmada por J. O. V. Valencia y un tal Lorenzo Fernández adoptando un seudónimo glorioso.

lunes

Vasco

De un lado la estación de servicios que sirve también como refugio ante varias inclemencias, la peor de todas es la de ir de aquí para allá sin detenerse siquiera a tomar un respiro sabiendo que se han terminado las licencias para los esclavos que deben pagar la boleta al principio del mes aunque no exista fondo alguno acreditado. El sujeto que ha logrado apartarse en un rincón contempla al mundo desde una mesa blanca cuyas sillas son incomodas de forma tal que nadie se quede demasiado en ese recinto, cruzando la avenida que es una postal más de la locura, se alza el puesto del Vasco que junta feligreses sin distinciones de ninguna clase. Diversos trajes para seguir con la faena forman la fila bajo el sol abrasador cuando no las llamas, Febo y Hefesto descargan su ira sobre los que quieren un pedazo de la última cena de Baco, el obsequio de Prometeo recalienta los hierros forjados en otros lares. Las salsas están listas, conservadas en frascos que alguna vez guardaron tesoros verdes y negros hasta que quedaron tan vacías como los bolsillos de la mayoría ante los constantes desmanes, aunque enseguida vino la idea para recuperar algo que permita subsistir. Una bolsa de pan que cambiaba cada cierto tiempo, la materia prima que se renovaba al final de la semana quedando preparada para ir a parar sobre la parrilla tirada por la montura solitaria que lo seguía hasta esa esquina mágica. Uno podía venir apurado esperando alcanzar esa embarcación a la bahía sabiendo que allí esta cargaba a sus huestes por última vez, antes de pasar frente al sito que ya abandonó el viajero cruzando un rato a llevarse un poco más de lo qué pidió dada la generosidad del cocinero que aprendió el oficio de evitar que las llamas consuman su fuente de ingresos. Alguno caerá a último momento para llevarse las disculpas del caso dado que ya es hora de retirarse, demasiado calor soportado sin que una brisa venga a quitarle ese infierno de encima cargando su roca cuesta arriba para regresar a buscarla al día siguiente. La última imagen será la de él regresando una vez que nos devolvieron un pedazo de nuestra libertad, después la noticia será un reguero sabiendo que ha partido dejando el recuerdo en tanto se consumen las brasas sin que alguien más avive ese fuego que se apaga igual que la existencia misma.  

domingo

Kael

Yo conocí a un sujeto llamado Kael, 

los días de frío venía a darnos una mano

dejándonos chamuscados mientras las chispas

se elevaban igual que mariposas incandescentes.


Sí, yo lo conocía, muy metódico en sus labores

poniendo trampas en medio de los caminos

para que los desprevenidos se encontraran

con un problema más que resolver.


Experto en colocar defensas gastando sumas siderales

a costa de los hombros de sus huestes que apenas

atinaban a decir ¡Me encantaría!, 

aunque alguna poción extraña debían ingerir.


En caso de que alguien necesitara ayuda él se presentaba

dejando todo ardiendo ante las turbas enardecidas

que le arrojaban una lluvia de improperios

y de piedras, pese a estar muy lejos para saberlo.


Ardía en deseos de venganza pero en otras facetas

hurgaba pedazos de bienestar para los que aguardaban

en la casa ahí al fondo, más allá de las rejas que llevan

a un pasillo repleto de historias que resuenan.


Apaciguando la sed de llamas con un brebaje verde,

siempre preparado para la ocasión de que cierto visitante

venga sin aviso alguno tocando el timbre para hallar

el refugio que bastante bien conoce. 

jueves

01/05/2021, en Océano

Cada vez que volvemos ellos están ahí aunque en ciertos casos son sus recuerdos dado el episodio de partida por tiempo indeterminado. Las casas al costado del camino contienen historias de esos que le hicieron frente a las inclemencias cuando los pastores aún no juntaban el rebaño y el sonido quedó lejos en la noche, aunque basta con esperar a que caiga la helada para sentir esa interpretación una y otra vez con más o menos público. La obra ha de reiterarse pese a que los concurrentes sean cada vez menos, los álamos detectan el llamado sacudiéndose el frío al agitar sus ramas cuyos mensajes fueron enviados y forman una capa debajo.  

Robótica

VSH 009, unidad ensamblada en Sudamérica, componentes diseñados en Bloemfontein, introducir órdenes.

El viejo director técnico, antes ingeniero y mucho más atrás jugador de fútbol, procedió a insertar la enorme tarjeta en la parte baja de la columna de esa bestia de metal la cual reaccionó al contacto de la misma procesando las instrucciones para luego ocupar su sitio en el hangar. Sus pares ya estaban en sus sitios a la espera de la batalla de la noche siguiente aunque siempre era la oscuridad la que cubría al mundo, el sol había sido privatizado así que esos que vivían en el espacio colonizado podían disfrutar del mismo. Bebería un café en el cuarto convertido en su cuartel general dado que la federación no podía costear más gastos que el traslado al enorme campo de juego, alguna vez ahí hubo una ciudad así como millones de personas que ahora disfrutarían en sus pantallas neuronales del cotejo en cuestión. Antes habían sido los gladiadores modernos armados con un balón parecido al de ese encuentro próximo, con publicidades en cada esquina del barrio de manera que los ojos del mundo estuvieran pendientes de estos hechos históricos. Pero al final el fútbol conocido por los seres humanos fue abolido, en su lugar alguien pensó que era una buena idea poner autómatas a realizar la tarea con una precisión de cualquier habilidoso. Miles de estrategia se concentraban en los bancos de datos haciendo que los actores principales las desarrollaran hasta alcanzar la victoria, con la demolición de la escuadra contraria dado que necesariamente había bajas y un montón de chatarra que vender a precio exorbitante. Sacó los viejos naipes españoles tan desgastados como la gorra que portaba salvo al irse a dormir, encendió uno de sus últimos lujos en ese momento de cavilaciones repasando los instantes de gloria lejana allá en la zona del Quequén Salado. Sus días de mediocampista de contención se habían terminado justo diez meses antes de que esa pasión fuera dada de baja, ya no servía para entretener a las nuevas generaciones que practicaban a bajo costo la destrucción de asteroides empleando las armas en desuso dado que nadie osaría quitarles la posición de privilegio que lograron entre las estrellas. Pero en la luna y la Tierra quedaban esos que siempre andan colgados del sistema, corriendo de atrás a un tren que raudo se manda a mudar en la siguiente curva no habiendo zorra que permita alcanzarlo, así que mejor conformarse con lo que  ha tocado. Alguien podría cumplir el rol de entretener a los bienaventurados, conquistadores del cosmos que deseaban momentos de distracción ante lo difícil que es mantener el estatus alcanzado sin esfuerzo alguno. Miles de naves partieron en la loca carrera por alcanzar Ganimedes, apenas una logró hacerse con la copa de la victoria cuya crónica se perdió en el vacío hasta que las conexiones entre la civilización nueva y la que quedó atrás se restablecieron. Los libros de historia, todos digitalizados por supuesto, darían cuenta de la hazaña que significó llevar la luz a ese mundo alejado de la misma aunque si había otras presencias nunca salieron en los créditos del documental vendido hasta agotarse.

T21542, unidad de construcción a distancia, descenso de maquinaria a la zona del encuentro a los fines de ultimar detalles, tiempo restante: dos horas y cuarenta minutos.

Los técnicos del rival monitoreaban el partido desde la seguridad de las alturas, él apenas consiguió una vieja patrulla que le permitía estar sobre el estadio levantado para la ocasión. Con la precisión tecnológica se habían hecho llegar los muros gruesos que conformaban el perímetro de la cancha, dibujadas con un láser las líneas que delimitarían la zona de juego. Los gigantescos arcos fueron colocados al final de la preparación, sin red de contención dado que el balón no iría a ninguna parte considerando la altura del recinto además de los dispositivos de seguridad que permitían saber la ubicación exacta de aquel objeto. Aparte de los recursos que disponía el equipo campeón existía una diferencia en los materiales empleados en la construcción de las bestias que pronto saltarían al campo de juego, sin mencionar la existencia de repuestos cuestión que el retador no poseía. Las celdas de combustible eran otra diferencia, aún los habitantes de ese viejo mundo se servían de los fósiles refinados en tanto que los del cosmos habían logrado almacenar cierta energía nueva lo que les daba una autonomía de miles de días. Varios partidos concluyeron antes por la explosión registrada en alguna de las unidades terrestres, sin que el resultado fuera ya relevante al quedar dañada más de una como consecuencia de la onda expansiva. Los de azul profundo eran visitantes en su propio mundo, de rojo el campeón que jugaría con el 1 en el arco, el 2 como único defensor, el 3 y el 4 en el mediocampo en tanto que el 5 era el solitario delantero. El retador tenía al 12 en la portería, el 2 y el 6 en la defensa, el 10 asistiendo al 9. El árbitro del cotejo era un holograma que se asemejaba a cierto juez del pasado, siempre atento a cualquier circunstancia que pudiera producirse y el sobreviviente de esos eventos dado que no poseía forma física. Sonó el silbato en un desierto absoluto, los ojos de la civilización se posaron en ese punto del espacio a eso de las 13:00 hs. del domingo igual que antaño. Los guerreros llevaban sus publicidades en cada movimiento del balón, siendo estas proyectadas directo al cerebro de los usuarios que un poco más tarde habrían adquirido algo que no necesitaban. El 3 quedó apilado junto al 10 desafiante haciendo que el referí detuviera la disputa, tiro libre directo para los invictos que fueron a buscar al área rival en tanto el 9 terráqueo bajaba a defender ese balón que como un meteoro caería buscando una víctima. Nadie sabía exactamente qué velocidad podía tomar la esfera ante la potencia de disparo de los miembros metálicos, alguno contaría por aquí que se habían visto impactar a un balón extraviado en la luna dibujándole un nuevo lunar. Incomprobable. El esférico terminó en manos del 12 que inmediatamente lo envío a la zona de disputa, ya el mediocampo era un yermo con las líneas borradas de tanta pasar sobre ellas las máquinas. El remate desde afuera del área fue contenido por el portero visitante, intentando un nuevo contraataque que moriría sin pena soportando una lluvia de proyectiles sobre el arco azul. El 6 empezó a soltar una serie de gases que pronto impregnaron la de por sí contaminada atmosfera, indicando que podría haber una detonación en cualquier momento. En el siguiente tiro libre ocurrió lo anunciado, todos los jugadores de campo quedaron esparcidos en lo que parecía un depósito de chatarra.

 

Lanzó el balón fuera de su área yendo detrás de él pasando esa divisoria que era una vía perdiéndose en la noche, nada más que dos jugadores frente a frente. Cargará entonces aquel que sabe deja la meta al descubierto intentando hacerse con el objeto más preciado que le ponga fin al cotejo, el reloj corre sin misericordia hasta que ya no hay tiempo. Sabe que viene a toda velocidad viendo ese marco lejano totalmente solo, ha calculado su rival con exactitud la maniobra de recupero pero se topará con esa gambeta que hizo chirriar los viejos engranajes pasando de largo con los propulsores a pleno. No obstante el esfuerzo habrá podido hacer un giro para derribar al 12 justo un segundo después que este le dé de zurda, quedando los dos enroscados en el barro de ese escenario. El árbitro aparecerá para señalar la mitad de la cancha en tanto por primera y única vez el uno es azul en el tablero que indica el final del encuentro.

Podrá el experimentado entrenador retirar a su último guerrero contemplando el desarme del recinto, la salida del 1 que ha sido desactivado y cargado con sus compañeros de equipo para ser vendidos de inmediato. No obstante el balón yace allí, el golero lo toma viendo la sombra de la nave gigante sobre esa niebla eterna pegándole con toda la fuerza que le queda entre los hierros y escapando raudo con el humano que lo trajo a la vida. La detonación ilumina el cielo, la explosión al precipitarse el navío se ve desde la otra punta de la galaxia, el velo semejante a un crespón ha desaparecido y el sol finalmente vuelto a la tierra de los libres.

Mientras bebe la única copa tras el almuerzo contempla a la vieja máquina marcar las líneas blancas que brillan en el domingo, ha regresado el fútbol en su formato antiguo al mundo de los locos así que en un rato se sentará en la grada en compañía del canchero que aún tiene el 12 estampado en su dorsal.

lunes

Aldea

Al dios en cuestión le han construido un monumento en cada hogar del planeta, algo que hasta ahora no había sido logrado por ninguno de sus competidores a través de los siglos pese a las batallas tomando su nombre que llevarían a la hoguera a millones. Se dejó de derramar sangre, con ciertas excepciones, los estandartes se pasearon victoriosos por debajo de las narices de los ignorantes globalizados que aceptaron sin chistar cada uno de los términos en una suerte de pandemia. Los efectos pese a la ausencia de intención fueron bastante nocivos, pronto todos los involucrados hablarían un lenguaje que llegaría con sus publicidades más allá de las fronteras de esta galaxia haciendo que los cronistas de otros lares observaran el fenómeno bien de lejos, cosa de no contagiarse. Por las dudas, para no generarle adicciones a los que resultan beneficiarios de sus fabricaciones (y por ende condenados) se les ha ido suministrando la mercancía acorde a sus posibilidades de manera de rascar el cobre de cada rincón del planisferio. Abandonó las escrituras sagradas cambiando no obstante las mismas por charlatanes que distribuyeron a cambio de una suma la palabra divina con el eslogan de lo último de lo último, con actualizaciones que se incluyen en ocasiones en la tarifa y en otras se cobran como contenido descargable. Los residuos por su parte se acumularon sin que se les haya dado demasiada importancia, en el momento de reconocer la necesidad de no tratar al océano como un basurero elevaron una oración al altísimo que seguro este no escuchó pero disimularon creando declaraciones que nadie cumpliría. El cañón apunta a tu mesa así que nada de andar arrepintiéndose de esa adquisición del presente que será la negación para los que deben acarrear aquello que uno desperdicia, esperando que simplemente el grifo nos dé lo que hemos venido a buscar. Satisfacción inmediata, viendo al mundo desde un anuncio para después unirse a la procesión de los que le rinden tributo al iluminado que nos ha puesto en la ropa y en la mesa la marca del ganado. Un usuario con nombre de fantasía aparte de la clave que guarda la privacidad que hemos regalado, la fotografía tomada mostrando lo mejor de nosotros y el código de verificación que también nos relaciona con el aparato de control permanente. Los extremos están cifrados pero al ser una invención humana seguro se puede hacer trampa, escuchando los silencios de la noche aunque el mensaje de la canilla les dará nuevas ideas que se aparecerán en el desayuno haciendo que nos venga la necesidad de tenerlo. Quedarán a un costado del lecho todos esos trofeos que conseguimos a fuerza de empeñar nuestro futuro trabajando para cubrir los agujeros que el plástico dej,a sostenido en la banda magnética una tras otra pasada siendo un embargo camuflado. Sin embargo tales actos están asociados a la dicha de las imágenes, reiterados los recursos publicitarios con adaptaciones acorde a determinados cambios sociales pero de fondo siguen siendo lo mismo. El guión que se vende para que demasiados lo compren, asegurando la realización de secuelas infinitas dado que siempre habrá nuevos consumidores que pidan eso que no necesitan pero que los demás tienen, así que ahí inicia la demanda sin fin. Se adaptan a las costumbres regionales cada uno de los espejos de colores que se les otorgan a las nuevas generaciones de incautos, esos que verán extrañados a los más ancianos por ya no ser lo suficientemente jóvenes para poder entenderlos pero para estos también hay un pedazo artificial de cielo que se les puede vender. La inculturación hace su entrada triunfal blandiendo en esos territorios sin límites sus banderas de triunfo, con personajes de otros lares vistiendo los ropajes autóctonos cuando no los escudos de ese idioma universal cuyo himno es una palabra breve llamada gol. Aquí también la felicidad viene acompañada de un sinnúmero de propagandas desde las cuales conocemos el manifiesto de ese credo del que formamos parte aunque seamos ateos, las viejas estructuras incluso han adaptado los mensajes que transmiten a medios modernos que llevan un símbolo del creador de dicha tecnología viéndose su presencia en los monitores que nunca se apagan así como en el desfile celestial que opaca a las estrellas. Los santos de esta fe moderna aparecen en los envases usados en los rituales diarios, portando la malla que vale vender el sol para tenerla y recibiendo en pago el trato brindado a los gladiadores ocupados en entretener a una multitud que busca héroes renovando a los mismos cada cierto número de temporadas. Pero aun así podrán volver a verlos en las ediciones clásicas que cuestan un mes de renta, aunque ellos lo ignoran estando en el primer mundo todavía pese a las buenas intenciones de hacer desaparecer las diferencias en el papel mojado y amarillo de las décadas transcurridas.      


viernes

Ñ

Las demás letras sufren de calvicie por exceso de uso aunque en la época actual sería más bien por haberlas olvidado sustituyéndolas con otras que no suenan igual, el problema es que las pronunciamos mal generando una confusión enorme en la que el orden del abecedario se ve alterado. Sin embargo ella mantiene su cabellera flotando en el viento como nave insignia de esto que se llama lengua, dejando a un lado las abominaciones que son las sombras apenas en torno a un fuego agitándose en la tempestad. Las formas oscuras tienen como lienzo a la pared de esa caverna desde la cual los petroglifos se han rebelado mutando a palabras, la revelación es tal que las personas empiezan a darle nombres a su realidad la que cambia por completo. Dejan entonces de ser extraños cubriendo el sitio que habitan una atmosfera hogareña en la que los niños crecen sin sonidos guturales, pasado cierto tiempo el reloj corre semejante a una cuerda que se va cubriendo de ñudos alcanzando un tamaño considerable antes de cortarse. La hermana mayor hace las veces de ñaña cuando no de madre aunque no llegue a alumbrar nunca descendencia, viendo sus días languidecer hasta volverse polvo de ese mecanismo que es finito. En el mañana los ya adultos, con la niñez en un cofre abandonado, se han esparcido por el mundo que deja de ser desconocido aunque el llamado de la casa sigue sonando en la noche invernal metiéndose con la invasión del agua en esa zona ribereña para luego retroceder con la manada de pinzas. El actor principal es un tacaño consumado, le destina poco y nada a las cuestiones afectivas intentando resolver los problemas de otros que confían en su sapiencia aunque muchas veces sabe menos de lo que muestra. Sin embargo a su orilla llegan los restos del naufragio, los pedazos de historias con almas aún aferradas a la carne solicitando una y otra vez asistencia al igual que un pedigüeño que no tiene un hábito mejor arraigado. Por ello esta pausa entre tanto papelerío que esconde posibilidades de salvarnos de ser los siguientes en zozobrar, aunque nos hemos vuelto isleños que miran con pavor al océano que supone la vida.


jueves

Adieu

El espejo no refleja nada excepto la imagen de siempre con los agregados de los años, el recinto está vació pese a que caras nuevas lo pueblan aunque la ausencia es notoria considerando las vivencias entre esas paredes. Trasladadas afuera al abandonar el sitio retornando a casa con la sensación de pesar aunque no se trate de una partida definitiva, ese rostro que ya no veremos quedando el desafío dormido en el recuerdo. Una tilde que voluntariamente se ha ido a colocarse en otra parte genera la llamada de atención del único testigo, los demás por las dudas no se han salido del molde ni del rol asignado. El primer lugar en la fila de adelante con los riesgos que existen por volar demasiado cerca del sol, el faro que no advertirá de los filos de las rocas aguardando a la presa totalmente confiada. Aunque la supuesta víctima esconde el acero debajo de la capa devolviendo las estocadas a esos que no están suficientemente alertas, algún que otro comentario recibe una respuesta en sorna pese a no mostrar emoción alguna. Después los años se quedan atrás hasta percatarse de la llegada del otoño, de ese adiós escrito en hojas marrones en una calle desierta con nombre de santo ausente. Tras esto el hueco interno, la sensación de vacío que se mete en las arterías bombeando hasta tornarse un nudo en el estómago que se deshará con los eones. Las palabras escritas en rojo y azul en una especie de juego para dos se quedan estampadas en una entrada antigua, maneras diferentes de ver este inmenso lago por donde navegamos quitando las distancias del nacimiento. Una inscripción en la tapa interna suprimiendo a la anterior en un acto equivalente a un manifiesto, las demás páginas quedan de adorno igual que el libro alejado del salón durante más de un año. El temple viene de lejos a la hora de dar el paso hasta que se convierta en una historia que se arma según se mueve hacia adelante, todo lo anterior queda atrás volviéndose una anécdota. Las imágenes escondidas en un pizarrón con trazas de repeticiones previas, incluso el sitio del impacto de otra fuerza ausente con aviso más allá de no ser un recuadro de esta historia. El pupitre vacío con un aviso dando cuenta de la búsqueda de un piloto ya que ella se ha ido dejándolo abandonado, el mundo de este átomo no se ha percatado siguiendo con la misión de ponerle laureles a las piedras.    

domingo

Eso ya fue

Cientos de imágenes pasan ante nuestros ojos, la vida
del otro que ignoramos. Su rosto es uno más en esta
instantánea que corre y no se detiene. 
Una secuencia de eventos, un minuto, un día, da lo mismo
si estamos pendientes sólo de una pantalla.
Eso ya fue, ya pasó, no está a la moda, fue hace un segundo,
un mes de un calendario que se deshoja raudo.
¡Alguien qué pare la maquinaria asesina, por favor!
Es tarde, arrancó y está en movimiento, las escenas pasan,
los momentos no quedan. Son borrados inmediatamente de
la memoria a corto plazo, borrados y desterrados al olvido.
Olvido por qué estoy haciendo esto, tal vez no haya
nadie que lo vea. También a ellos los cambiaron.

Aniversarios

Pasado el ciclo en cuestión inició uno nuevo y esperanzador, un amanecer que se volvió ocaso en cuestión de segundos al adjudicarse un sector la defensa de eso que se llaman derechos humanos, el horror era una mala comparación que no tenía cabida alguna a la hora de sentarse a debatir ideas. Una mera charla en un asiento de colectivo se convertiría en un manifiesto de una ideología decadente y fascista, un puñado de fanáticos convencidos de la panacea que en realidad encubría la peor de todas las enfermedades. Esa que contiene a otras dándote un motivo más para morir antes de tiempo, quitando toda esperanza de vida (de ella quedó apenas la palabra asociada al verde) y destruyendo a individuos, familias y por supuesto a la sociedad. Los sucesivos fracasos fueron justificados con frases hechas a la medida, la de los idiotas mediocres que cuentan las ganadas con el bolsillo pero las derrotas son culpa de los otros (justamente sus hermanos, por si se lo olvidó). Nada de marchas por cada pequeña vida que ha desaparecido en silencio, ese que le brindaron los bastardos subidos al escenario con la muchedumbre coreando el nombre del siguiente asesino y los partícipes necesarios que pueden vestir otros colores pero consienten la mayoría de las veces. Alguno que alza la voz es visto como un inadaptado, la corrupción es la regla en un sistema invertido que esclaviza a sus habitantes llenando las arcas para que desaparezcan enseguida los fondos y a un precipicio nos fuimos metiendo cavando cada vez el pozo. De mirar a tu alrededor verás que hay varios con las palas rematando con una maza los cimientos de lo que podríamos haber sido, lo que fuimos está en páginas grises que se volverán de color al alimentar ese último fuego. Los trescientos sesenta y cinco días, las veces que no es bisiesto, son para ver las continuas vejaciones que no se tratan de la misma forma que el hecho histórico del comienzo. En un par de días desaparecen de las pantallas, alguno tal vez recuerde ese momento pero ya es tarde una vez que la vida pasa dejando que ocurran tales cuestiones que se ponen a la par de la fecha del fin de semana (finde). Las estadísticas muestran la existencia de los crímenes pero se los califica de otra manera, así nadie tiene que hacerse cargo de la masacre a la que evitamos simplemente porque alguien se preocupó de nosotros. Muchos más no tuvieron ese suerte, sus asesinos vivieron sin tener que rendir cuentas excepto en el momento de dejar este plano para transformarse en inocentes simplemente con el justificativo de su muerte. Olvidamos rápido ese sitio en dónde nos han cortado en pedazos los sueños, abriéndole la reja al homicida reincidente y metiendo en el cuarto podrido a cualquiera que tenga un rostro conocido. Justificativos de sobra existen, una puerta giratoria primero vendida en forma de chatarra para que el agujero sea más grande de forma tal que puedan escaparse de a miles. Después explicarán a los ignorantes las razones del caso, con la venta de la primavera infinita a la hora de botar cualquier posibilidad de ver algo diferente a esta carnicería de los derechos que tenemos simplemente por haber nacido. Para los fundamentalistas esto no significa nada, siguen remarcando en el calendario los momentos que han sustentado sus privilegios y la apropiación de la bandera de la condición humana para aquellos que tienen puesta la camiseta con las imágenes de los dioses. A eso no les llega la tempestad, viven en sus burbujas ajenos a la pobreza, las enfermedades que nos diezman igual que a insectos rociados con un veneno barato para abrir cada tanto la ventana del penthouse arrojando las migajas del almuerzo que pagamos sin saberlo. Después para evitar los insultos ponen la banda sinfónica al mango, mostrando presencia con algún mensaje pulido para trasmitir tranquilidad a la horda que necesita el comunicado adoctrinando, además de fondos suficientes. La ruta por la que transitamos está destruida hace décadas, excesivo tránsito, tráfico y dementes al volante generando una reducción de la expectativa de vida, pero eso tampoco se considera una violación mientras la banshee danza sobre la tarima con el séquito de acólitos pidiendo una vuelta más antes de seguir arruinando las vidas de la mayoría.


martes

República del Corso

A la palabra en cuestión le sobra una letra siendo tan sólo una advertencia, de entrar en el juego a uno enseguida le pondrán un chaleco que viene en dos tonos: rojo y azul. De ahí no se sale, no importa cuánto quiera la persona pretender romper con el monopolio en cuestión que se nos vende como justo. Está bastante lejos de ello, de hecho es más bien una obra repetida a través de las décadas con cambios en las caras de los actores principales, en cuanto a los de segundo nivel van mutando llegando incluso a alternarse en los roles. Cuando el azul es el que manda se encuentra la dicha en cada esquina, los agujeros en el suelo así como la mugre que la correntada de ayer no se llevó son apenas una mancha que no ha de empañar ese momento epifánico. Los que se han quedado afuera, pero beben de idéntica fuente con un sorbete diseñado para vampiros, se rasgarán las vestiduras ante las afrentas que cometen aquellos integrantes del equipo contrario. Pero al invertirse el orden de los personajes ocurrirá exactamente lo mismo, los de rojo simplemente no saben qué hacer con las líneas que les ha adjudicado ese guión así que ante los fracasos se echarán las culpas mutuamente. Los árbitros del encuentro, debidamente ataviados para el desfile, formularán toda clase de conjeturas dándole participación a aquel que consideran un mesías, apareciendo a lo largo de la jornada y puliendo el discurso (se nota que quiere ser parte del circo). Se indignarán ante los atropellos que cometen esos que tienen el poder, ansiarán por lo bajo tener una pizca del mismo dado que la reiteración del cuento los ha convencido de ser los portadores de la verdad sin salir de su rol de pisco. Colocados por encima de todos esos que viven lejos del centro del mundo, el de ellos obviamente dado que el globo es mucho más grande, continuarán vociferando en una escena que se asemeja a un perro ladrándole a otro desde la comodidad del alambrado al medio. Por si fracasa la opereta también convocarán a alguno que consideren en el otro lado, concepto que puede cambiar rápido según lo dispongan las circunstancias, demostrando que existe la pluralidad aunque siempre estén mirándose el ombligo. Al caer la noche se sentarán a degustar ciertos manjares mientras imparten lecciones sobre cultura, buenos modales y pedazos de historias que incluyen únicamente aspectos reconfortantes de vidas ajenas. Limitarán su conocimiento del planisferio a ese punto brillante en el mapa, desde el cual surge la voz de la deidad aclamada incluso por esos que no la conocen pero portan la camiseta contentos de saberse parte del espectáculo. Descubrirán con júbilo que existe un océano rodeando a su pequeña isla aparte de montañas, cerros, nieves y selvas que están al alcance de su conocimiento, aunque siempre se refieran por metonimia al único lugar que han conocido para abarcar a todos los demás. El clima acompañará todos estos pensamientos cayendo la noche sobre la nación dentro de cuyos muros unión, justicia, paz, defensa, bienestar y libertad son un milagro que no ocurre nunca. A todo esto los timoneles han decidido cambiar la bandera que flamea convirtiendo al pabellón en un culto al egocentrismo, con las imágenes sacadas de los bustos y reproducidas en cada una de las marchas de los fanáticos de esa entrega. Aquellos que no forman parte, pero son más de lo mismo, esperan poder saltar al escenario para barrer las migajas debajo de la alfombra pretendiendo que cumplirán alguno de los objetivos plasmados dos siglos atrás aunque se sabe que es la misma obra vendida con un envoltorio diferente. El espectador que alguna vez fue ciudadano comprará varios ejemplares de manera de no ser menos que todos los otros que se han equivocado previamente, manteniendo el repertorio a través de los años hasta que se torne un bodrio sin remedio. 

jueves

Seis tiros

No le agradaba para nada tener que llevar esa carga que se distraía ante la menor oportunidad, debía vigilar los movimientos de sus eventuales víctimas a la espera de que le dejaran un resquicio por donde ejecutar su oficio. Era ingrato pero necesitaba vivir a costa de los demás, sus crías aguardaban en un lugar que sería cómodo para cualquiera excepto para ellos que se sabían marginados en ese mundo que pasa deprisa a diferencia de otras épocas. Todo lo cuestiona, exhibe las mejores imágenes pero deja afuera a la mayoría por no ser dignos ante los ojos de los dioses perecederos que limitan su podio a algunos cuantos nomás. Un poco de verde, el agua corriendo aunque podía estancarse sin que les preocupara mucho y el sustento necesario para mantener a la familia al recibir la orden de salida dejando la paz de ese lecho tan conocido. Sin embargo los asesinos se escondían en el mismo lugar que ellos llamaban hogar, aguardando para dar cuenta de muchos más que sus escasas víctimas en la comparación de las profesiones. La mala fama la tenían ella y su descendencia, malditos de cualquier manera que se los viera así que para qué andar intentando ir contra la corriente cuando esta puede hacerte ganar pese a los insultos de los vecinos que se esconden en las noches, temerosos de algo más grande aunque nunca lo hemos visto desde este lado del cerco. Somos libres, proscriptos sí, pero libres y esa es una aspiración para aquellos que dicen ser los dueños del mundo aunque cualquier enemigo diminuto los terminará enviando al osario común desde que pusieron un pie sobre la superficie proclamándose eternos, enseguida vendrá el corte demostrando lo equivocado de esa conclusión. Su compañero a todo esto había dirigido su atención a la pared marcada que pensaba escalar, era un buen punto de ingreso aunque ella consideraba que la ventana entornada resultaba una mejor posibilidad. Incluso el detector de intrusos se encontraba descansando después de una noche de mucho trabajo, sabían de la importancia del grupo a la hora de tener éxito en ese atraco y también de la disminución significativa en sus filas cada vez que acometían a dichos fines. Pero nadie guardaba los registros de esa epopeya, las únicas vidas importantes eran las que se proclamaban tales constituyendo todo lo demás un desperdicio de información siendo innecesario el registro. Así que revisó el arma, los seis cilindros estaban listos, la munición preparada, los músculos tensados aguardando el momento de lanzar el ataque repetido a lo largo de las horas experimentadas en esto de chupar la sangre. Logró el objetivo no así su compañero que estaba en la escena de relleno, recibiendo un golpe que lo dejó desparramado sobre la vereda justo al lado de un pequeño hormiguero anteriormente víctima de la máquina de podar. Sus hijos agradecerían ese sacrificio, la distracción que le permitiría salir indemne incluso esquivando esa andanada de gas que los espirales escondían. Descansar un poco, mojarse las patas en la charca, evitar a los submarinos verdes y regresar a un nuevo encuentro que podría ser el último, aunque dada la expectativa de vida eso no le importaba. Su legajo rojo sería una mancha sobre la epidermis aunque los aguijones ya hubieran penetrado, era en cierta forma una especie de victoria pese al mamporro omnipresente llegando a acabar con el perpetrador. Su sirena era menos molesta al acercarse en la oscuridad que todas esas alarmas sonando en el exterior, pidiendo ayuda vaya uno a saber para qué en tanto aquí adentro el ventilador gira manteniendo frescos a los contribuyentes a los que les solicita menos aportes que cualquier otro recaudador de carne y huesos.  En las estadísticas hablarán de ese día lluvioso seguido de una invasión que obligó a los turistas a abandonar las reposeras, la sombrilla y las ojotas, la playa despejada finalmente con las olas invadiendo la pista de tejos cuyos discos se fueron a flotar desatando la indignación de aquel que los dejó al percatarse de lo caro que saldría un juego nuevo.