sábado

Paisaje

El viento agita las sombras que la luna refleja sobre la pared,
me vuelve parte del paisaje cuando me dirijo al refugio detrás de la casa 
una noche de verano que se parece más al otoño.

Me he vuelto parte del paisaje con el correr del tiempo
sintiendo eso que es crecer para volverme un adulto,
enterrando la inocencia de un niño al que no conozco.

El viento silba y el humo de la pipa baila entre sus brazos,
silba como siempre lo ha hecho dándole un aviso a este mundo
de que el aún sigue aquí pese a que lo ignoran.

Aún seguimos aquí pese a esos intentos de contarnos
que sólo somos mercancía electoral 
a la que desangrar en forma bienal.

Aunque preferimos esto a la aguja impositiva
que nos clavan mensualmente 
para mantener a los gusanos con vida.

Lo curioso es que estos se alimentarán
de los despojos de todos aquellos que se consideran
demasiados poderosos, pero que a la larga forman parte 
de las sombra del tiempo.

Lo nuestro es más poético mi querido viento. 

Pierluigi

La casa está en silencio, la familia se ha ido a pescar al Médano Blanco y aprovecha la ocasión para encender su pipa una vez más. De pronto el altillo empieza a desvanecerse igual que el humo que se escurría por uno de los ventiluces. 

El paisaje a su alrededor cambió por completo, se sentó sobre una nube viendo a una tormenta alejarse hacia el oeste como un río debajo de sus pies. Escuchó los ladridos de un can que corría a su encuentro cual Peritas al ver a Alejandro pisando los Campos Elíseos y el llanto de un pequeño que llegaba un diez de septiembre.

Así que dejó la pipa atrás mientras se dirigía al encuentro de su viejo amigo en un paisaje  semejante al de la Italia de su infancia, incluso el bardo estaba ahí esperándolo para mostrarle su última obra cumbre.

Y ahora aquí en el páramo he de encender la vieja flama, viendo al humo irse hacia lo alto.

Diez segundos bastan

Volvíamos de General Lavalle a Santa Teresita, la serpiente azul zigzagueaba buscando la sal del mar y lucía realmente desierta. La Ruta 11 era en ese momento la némesis de su versión estival, desierta pero con la compañía del sol. Al viento lo habían visto dirigirse hacia Pavón hacía ya un rato, dicen los curiosos que se escapó hasta Mar del Plata cambiando una costa por otra.

Encendí la radio, el programa "Tirando paredes" recién comenzaba, pero en lugar de hablar de los partidos de esa tarde a Román se le ocurrió leer un cuento. ¿Un cuento? Usted que tiene nombre de romántico y apilador de oponentes en Palestra Italia ¿cómo se le ocurre empezar con eso? Seguro que si esto venía luego de las noticias del siguiente encuentro de Boca no le hubiera dado ni cinco de pelota.

Pero bueno, me quedé enganchado a esa parte de programa igual que un pedazo de nilón que viajaba colgado de la antena del auto. El personaje central de la historia pasaba desapercibido, vivía a través de las vidas de los otros personajes pero al final de cuentas los reunía a todos.

Desde el Negro Enrique que le daba un pase para su pierna menos hábil hasta el golero británico llamado Pedro quien quedaría ridiculizado por toda la eternidad. Una rara forma de contar una historia dejando de lado al actor principal para centrarse en los demás personajes.

Casi al final del relato en la parte en la que describe cómo dos personas llevan un bidón con kerosén por una calle embarrada, no contuve más el llanto y vino la catarata. Mi señora no entendía nada, pensó que alguno se había ido de este mundo.

No logré explicarle con palabras lo que las lágrimas justificaban, es que recién ahora encuentro las frases para poder decir todo esto. El Diego pasa como el viento entre oponentes y compañeros, dejando congelado el Estadio Azteca, la imagen es una poesía sin letras, la optimización del uso del tiempo para hacer de diez segundos una obra homérica.

Pero el sólo aparece al final igual que el llanto. Tal vez ahora sí pueda explicar "quién es, quién ha sido y quién será hasta el fin de los tiempos".  

Nota: 10,6 segundos es una obra de Hernán Casciari, el enlace lleva a su blog. 

Arcadia II

Yo era el nueve del equipo pero jugaba en posición de extremo izquierdo, pese a ser diestro. El que llevaba la diez era el centro delantero y el once nuestro wing derecho. Eramos un equipo que se fue puliendo con los años que parecían no querer pasar, excepto para los de afuera.

El primer juego era contra la escuadra nipona, los organizadores del torneo y eso se notaba bastante. Aunque es fácil hablar con el resultado puesto, enseguida el diez había recibido un pase del número seis y con una soberbia media chilena la mandó a guardar.

Sin embargo tratamos de anotar el tercer gol antes del segundo, parecía que estábamos cerca pero no lográbamos acertar el tiro de gracia. Hasta que el once mandó un centro y me tocó anotar con el arco a mí merced.

Una cosa que siempre noté en todos estos años como jugador de la Celeste es la forma en la que los arqueros cometían varios errores, sin importar el equipo en el que jugaran, como quedarse en el primer palo cuando venía un centro desde el borde de la línea de córner o dar un salto al mejor estilo bloqueo de voley en el momento en el que un delantero ejecutaba una media chilena o una tijera.

Pero bueno, de los goles vivimos así que no importa la forma en la que lleguemos a ello. 

No tuvimos demasiada oposición, los del norte eran buenos en otros deportes, la escuadra orange prometía más de lo que cumplía, nuestros eternos rivales (los cariocas) estaban pasando una etapa de transición e incluso los sajones no fueron rivales de fuste.

En las semifinales nos aguardaban los tanos, siempre difíciles y en esta ocasión ultra ofensivos. A nuestro técnico se le quemaron los papeles, esperaba a un equipo más retrasado en el campo y no un oponente tan agresivo.

El medio campo tuvo mucho trabajo, el seis y el siete pelearon mano a mano contra jugadores que tenían aprendido el manual del mediocampista rasposo escrito por Gennaro.

Pero así y todo salimos victoriosos, el diez recibió un pase del once tras una asistencia del seis que por única vez pudo pasar al ataque y con una soberbia media tijera la mandó a la ratonera. El arquero tano quedó pagando.

Llegamos a la final contra los germanos, el partido más complicado por el roce físico y las protestas al árbitro que siempre estaba lejos de la jugada. Por alguna cuestión azarosa nos tocaba el mismo tipo siempre, vivía lejos de la jugada y generalmente en el piso al ser arrollado por un jugador o por el balón.

El juez era miembro de una asociación internacional llamada G.O.D., quienes organizaban partidos contra los campeones de los torneos. Un nombre demasiado pretencioso para lo que este tipo podía dar a la hora de impartir justicia.

La final fue muy disputada, logramos acertar el gol de entrada pero el medio sufría los embates de los teutones y la zona era una autopista.
La defensa quedó expuesta por primera vez, los esfuerzos de nuestro líbero y capitán no fueron suficientes, el cancerbero recibió en una jugada su primer gol. 

Esto nos desmoralizó un poco, estábamos 1 a 1 y cometimos el error de no frenar la pelota para pensar las jugadas. Fue un frenesí que nos invadió optando por devolver golpe por golpe, hacha y más hacha, el director técnico gritaba desaforado, no le prestamos atención hasta que los tres pitazos sonaron ominosos.

Los de verde miraban al juez, este a nosotros, mis compañeros y yo a nuestro capitán, al final el árbitro sacudió la cabeza. No había más tiempo, ni penales, ni créditos.

El jugador había dejado el arcade y volvía a la escuela, esperaríamos durante años hasta que volviera con un crédito y un pequeño igual a él para así dar la vuelta olímpica.

Ese día le ganamos a Germania 6 a 0. Ni la vieron.

Nota: este es mi homenaje a todos los juegos de fútbol de arcade (máquina a fichas) que he terminado. Y la regla para ello es usar sólo un crédito, no vale continuar. Eso es ser un jugador hardcore.

Un poco la historia está influenciada por "Memorias de un wing derecho" del Negro Fontanarrosa, el cual he leído el año anterior en una recopilación llamada "Los mejores cuentos de fútbol". La selección de cuentos estuvo a cargo de Eduardo Sacheri. 

En ese cuento basó la película "Metegol" Juan José Campanella.

lunes

Sobre las sesiones de un naufragio

La idea surge tras una visita a mi hermano allá en Tigre, el paisaje, los muros, las mascotas (los dos huargos), la historia de la familia, etc., todo marca un punto de partida para poder crear esto.

Simplemente he tomado el celular y usado la función de grabar para poder generar una idea en forma espontánea, una especie de borrador virtual si se quiere. Recuerdo haber visto un programa en el canal Encuentro en el que se reproducía una grabación de Julio Cortázar.

Al menos la forma de instrumentar la idea proviene de ahí, posteriormente comencé con esto de ponerle los subtítulos que implican también una forma de pulir la idea original (de ahí las diferencias entre audios y textos).

Esto último también es una excusa para poder permitirles leer a quienes no oyen.



Las imágenes han sido tomadas por Patricia Candia.

domingo

Un vaquero en la lluvia

Ya escribía en esa época pero todo eso se ha perdido en los dominios de Prometeo, sin embargo de las cenizas surge la vida y así la inspiración vuelve.
Con este blog pasó lo mismo en numerosas ocasiones, lo único que una vez que nos ubicamos aquí ya no nos fuimos.
Cowboy Bebop, el anime dirigido por Shin'ichiro Watanabe, influyó en el nombre "camina en la lluvia", el resto es empirismo (experiencia pura) es decir el hecho de vivir y transitar esa vida.

  

Camazote

Sobre las ruinas de nuestras ciudades levantaron sus monumentos y desde ellos nos adoctrinaron para que sirvamos a otra esfinge, debiendo tributarles con metal dorado para que nos mantuvieran vivos en el yugo de nuestras miserias. 

Perdimos la memoria de lo que eramos reemplazándola por constantes sufrimientos, tan solo la calzada de piedra conservaba algo de los recuerdos de la época en la que le rendíamos culto a la Madre Tierra.

Pero una noche el nuevo gobernador fue degollado, sus hombres buscaron en vano hasta el amanecer. Allí se les reveló que un campesino había visto al posible perpetrador dirigirse hacia la casa de la víctima y luego huir de regreso a la selva.

Las huellas los llevaron hacia los restos de las afueras de la vieja ciudad, allí se alzaba el templo del Dios Murciélago. Ninguno de ellos volvió con vida, cada vez que algún invasor se acercaba demasiado a ese lugar corría la misma suerte.

Cada vez que la injusticia se tornaba imposible de soportar, aparecían los cuerpos mutilados de quienes eran un mal enquistado en esta tierra. O simplemente desaparecían en el fondo de un cenote. 

El Camazote se ocupaba de todos ellos.

Si Bruno Diáz fuera latino, sería el Camazote. 

martes

Un Boca contra River o viceversa

Empecé con la idea de una metáfora para definir un poco lo que es nuestra realidad cotidiana, en los dos clubes más emblemáticos de Argentina encontré lo que buscaba al ver un poco lo que ha sido la "batalla" histórica entre dos gigantes nacidos en un barrio como La Boca.

Un poco la rivalidad entre River y Boca refleja bastante lo que es la mediocridad instalada en nuestra sociedad: si a uno le va mal al otro le tiene que ir peor para poder conformarnos.

De ahí el vale todo instalado en el campo de juego, la protestas absurdas, la falta de visitantes, el trato al oponente como si fuera un enemigo al que hay que exterminar, los cantos xenófobos, la prensa que se hace eco de todo lo que ocurre y lo pinta como si fuera el fin del mundo, el énfasis desmedido en algo que sólo es un espectáculo deportivo pero que vale más que cualquier otro aspecto de nuestras vidas, los negocios para lavar plata, la vida de las estrellas en color amarillo, las muertes, los barras que son carne del mejor postor y forman sindicatos pero de laburar ni hablar, etc., etc., etc.

River Plate, del descenso a la vuelta a primera división y la conquista de América.
Homero no lo hubiera escrito mejor.


 

Argentina

Descubrí el secreto de nuestra existencia
algo que ha permanecido oculto desde
los tiempos de las colonias,
sepultado debajo de los rascacielos
de la ruidosa Buenos Aires.

Descubrí que no hay cura para esto
porque precisamente el problema
somos nosotros, los argentinos.

Una sociedad sin valores y sin moral
repleta de avivadas, de muertes inexplicables,
de genios que se suicidan mientras los bastardos
siguen con sus discursos demagógicos
y la otra epidemia incurable
que es cazar la manija para seguir juntando
fortunas a costa de un Pueblo ignorante y con hambre.

Descubrí que eso del federalismo se parece a una 
distopía dado que dentro de la General Paz
nadie quiere que realmente ocurra,
un Boca y River sin ganadores
ya que el otro tiene que perder para que yo
no me sienta tan fracasado.

Una elección entre dos males,
malo y muy malo
pero malo al fin
mientras educamos a nuestros descendientes
con excusas para poder zafar de casi todo
excepto de la mediocridad de quien se conforma
con ver la vida pasar en tanto no le metan
la mano en el bolsillo.

jueves

De O'Higgins a Océano

I)
Aviones que van y pasan por sobre nuestras cabezas, hormigas ajetreadas aquí abajo mendigando pedazos de confort y deambulando por la calle sin prestar atención al paisaje.
Pequeños momentos que registramos tarde cuando nos sumergimos en la rutina y anhelamos escaparnos a esos lugares lejanos como si el hogar no nos diera paz. Es que ese espacio en el que discurre nuestra existencia parece estar contaminado y lo tornamos una estación de paso.
Tan sólo eso, como si la felicidad fuera un paraíso lejano. Lo malo es que los actores de ambos escenarios somos los mismos, como una figura que se repite.

II)

Junté las colillas para armar un cigarrillo
y recorrí más de una alcantarilla
en ese peregrinaje urbano.
Sin nada que comer galgueando las mañanas
al calor de un océano de fuego y por las noches
haciendo sonar la vigüela
bajo la luz de mi única compañía, la luna.
Feo andar por este mundo tan lleno
de letras frías y derechos vacíos.
Feo recorrer el mismo camino que Gesú
en tanto las riquezas se concentran como siempre.
Nada ha cambiado pese a todos esos tratados.

III)

Deja ya esas tablas y pon tu mente aquí profeta. Necesitamos de tus brazos llevándonos a la costa a salvo de las plagas. Los discursos están bien para una fogata pero aquí los saurios vienen como juncos a la carga y si no tiras de la soga nada quedará.

Ven, deja ese pergamino sin terminar que para eso está la mañana cuando todos duermen y te pones a escribir esos versos que sólo tú entiendes.

Déjalo todo ahora, únete a este viaje llamado vivir.

IV)

Tantas veces te apropias de este lugar y otras tantas lo barro durante la noche quedándome con recuerdos que tú ya no atesoras, incluso con despojos de esa excursión como si yo mereciera ese trato.

He guardado secretos que la humanidad aún ignora y visto a civilizaciones enteras hundirse en el fondo pese a lo poderosas que eran.

Y ahora vos con tus toneladas de basura me amenazas como Edgardo encima de un bonsái, sabiendo que incluso después de ti seguiré aquí.

Así que más respeto que un día debes volver al océano y ahí morarás entre mis tesoros.

Precioso tesoro.

V)

Caras que no están,
rostros que se alejan
en la inmensidad.
El corazón se pone en modo nostalgia
la sombra de la adolescencia recorre
una calle vacía y entra en una casa
que ahora opera como mercado.
Mi nombre es el de un desconocido
preguntando entre las paredes de
la historia sobre la vida de alguien
a quien no veo hace décadas.
De cada uno de ellos tengo un pequeño
recuerdo por si al tiempo le gustara
jugar con los sentimientos y es con ello
que me voy de regreso al océano.

VI)

Océano, 04/01/2018

Va y vuelve, un mate amigo nos sigue como una sombra. Retumba el mar, el viento juega entre los médanos, todo está en calma.
El sol se ha extraviado entre las nubes, llovizna marcando la renovación del año nuevo.
La tierra se aquieta, las piedras se rebelan al bodrio urbanizado y muestran el pasado presente.
Hoy accedí a tu bitácora viejo, allá al comienzo del Pueblo que sigue en estas letras saladas.
Allá pero cerca.

VII)

Crugg es una isla en medio de un océano de ignorancia e hipocresías que arrastra todo como un maelstrom.
Un manojo de esperanzas viendo al futuro con los ojos cansados, una flor recubierta de espinas pero sin dejar de lado el hecho de la belleza del amanecer.
Una tormenta que se desata tras el intenso calor, un faro para los que navegamos buscando tierras seguras.
Un antes y un después en medio de la batalla que entablamos contra la ignorancia de este mundo de instantáneas en la que todo es presente y se ignora el pasado.
La genialidad encarnada a la que cederle la armadura de libra.

VIII)

Trepé la pared derruida y el can del otro lado ladró, pero el Negro me reconoció enseguida lamiéndome la mano como señal de bienvenida.
Él es quien cuida las horas vacías por las ausencias de los que nos alejamos del Pueblo, sus canas denotan los granos de arena que se escurren despacio.
Su sombra vigila la hora de la siesta, aullándole a la luna como una señal desesperada y transmitiendo un mensaje que equivale a una pena entre las estrellas que observo desde el pago lejano.