Ellos necesitaban sólo un dios
con esto era más que suficiente,
pero siempre había una oveja que
se desviaba del rebaño
y deambulaba en las sombras.
Necesitaba algo más,
un dios para velar los sueños,
otro cantando en la lluvia,
uno iracundo entre truenos y relámpagos,
aquel de allí escondido en el vino
a la espera de liberar las cadenas
que contenían los deseos.
Y así es como todo parecía obedecer
a una fuerza exterior, el peor de todos
ellos es el que me hizo amarte
atándome a ti aunque quisiera con
mi barca echarme otra vez al mar.
Sólo eso bastó.
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