Corrió el gigante a refugiarse en la caverna,
su vergüenza fue con él y su egocentrismo también.
Oyó al relámpago,
el carro venía por el cielo anunciándose,
trueno y metal unidos en la sinfonía de la tormenta,
el viento un latigazo al cobarde jotun.
En la roca estaría seguro
como en una ciudadela alta,
nadie jamás había logrado vencerlo allí.
La tierra se sacudió
pequeñas piedras cayeron,
ese lugar sería su tumba.
Todo se derrumbó mientras los cuervos
giraban sobre la entrada,
una nube de polvo lo cegó
y cayó hacia el fuego.
Cuando reacción estaba en el inframundo
siendo observado por el gigantesco dragón
que no salía de su asombro,
como alguien con un trasero tan grande
había atravesado las puertas que separaban los mundos.
Se formó en la fila de los que sufrieron el mismo destino
y al llegar al enorme trono la Reina lo observó
con una sonrisa, que era una mueca atroz.
Bienvenido le dijo, mientras lanzaba una bocanada al aire.
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