Sin rumbo

La barca había olvidado el rumbo,
sobre la cubierta los tripulantes
no prestaban atención a esto
ocupados en cuestiones banales
ostentando sus posesiones,
demasiado oro opacando el sol.
La cabina de mando estaba vacía
nadie que se ocupara del destino
que podía tener el navío,
mientras éste se dirigía
hacia el arrecife que el océano ocultaba.
Barría las costas llevándose los recuerdos,
quitando las huellas del hombre
como si nunca hubiera estado ahí.
El océano era lo único constante
en éste mundo en el que sus habitantes
lo ignoraban por completo,
dándole importancia a las alhajas que llevaban.
Nada de pensar en los de abajo
que mantenían funcionando la nave,
recibiendo a cambio los restos de los de arriba.
Entonces el acero encontró las fauces
afiladas de la roca milenaria,
cientos de heridas abiertas
la nave tardaría en hundirse,
pero con el tiempo los esfuerzos
de los de abajo fueron inútiles.
Los primeros en caer pelearon
hasta que las aguas fueron demasiado,
los de arriba trataron de salvarse
escapando en pequeños botes
que el mar engullía como cáscaras de nuez.
Eso fue todo,
apenas unas cuantas burbujas
después la calma anterior,
ni siquiera el oleaje llevó el recuerdo
hacia la playa.

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