sábado

Sentencia

Firmó como tantas otras veces, los pasos del médico resonaron en el pasillo y luego la puerta quedó bamboleándose. Al regresar a su casa hurgó debajo de su escritorio, sacó la botella con un caballito blanco en la etiqueta y bebió un trago largo.

Había escuchado cientos de veces lo mismo, personas que se decían inocentes, abogados que usaban todo tipo de chicanas para reducirles la condena a sus clientes. Incluso si se dejaba llevar las víctimas, que no tenían voz, eran las culpables.

Siempre había bajado el martillo convencido, firmado sentencias y enviado a violadores, asesinos, pedófilos y cuanto demonio anduviera suelto a una celda profunda a la que llamaba olvido.

Pero esa era la primera vez que se la iba un pedazo de sí mismo, tal vez por el bien de la madre se consolaba pero sabía que no era suficiente. En ese día firmó para interrumpir el embarazo de su hija, en coma tras un accidente, sin padre que se hiciera cargo y con riesgo para la salud de la embarazada.

Esas eran las excusas, apagó la luz de sus despacho y de dispuso a dormir. Cuando Ángela despertara debería explicarle cómo fue que mató a su nieto.

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