Las doce, las doce, la medianoche ha llegado y con ella el nuevo día.
Pero antes de que el sol se levante del horizonte las criaturas de la noche han de salir de sus escondrijos.
El goblin que custodia el reloj se apresta para reparar las armaduras de sus hermanos, destornillador en mano y martillo golpeando, las huestes de Martuk preparan el asalto al bastión orco.
Ahora que es de noche, cuando los piel verde bajan la guardia, es la hora de atacar. Puñal en mano, pasos cortos, deslizándose por entre los saleros, la botella que contiene el líquido dorado y el violeta embriagador.
Un único obstáculo se interpone en su camino, el enorme huargo que guarda aquel lugar. Las pequeñas máquinas de asedio son colocadas en posición, empleando todo lo que el terreno les pueda brindar para atacar la caverna de la bestia.
Un par de ojos brillantes observan desde lo profundo, viendo como su objeto más preciado es movido por esos seres diminutos. Pietra se lanza al ataque, arrasando a los goblins a media acción mientras trata de tomar su pelotita.
En eso Grokk se levantó, abrió la puerta del patio y envió al can afuera.
-No me deja dormir en paz refunfuño el enorme orco.
Las huestes de Martuk yacen derrotadas, aplastadas y aventadas por los aires. El goblin que custodia el reloj tendrá más trabajo la siguiente noche, cuando sus hermanos salgan a tratar de tomar el bastión del orco.
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