Pista 1. Caballo rojo.
Pampa y después abrojos,
abrazando un cacho de la tierra
que otros vivieron hace tan poco.
Un pestañeo,
las canas han poblado
tus años en el otoño.
Caballo rojo
sediento de ansias
y de deseos por algo mejor.
Corriendo a través del llano
en busca de la sal del mar,
igual que los arroyos mansos
rumbo al horizonte azul.
Los crines se agitan,
tú que no sabes del paso de los años
vives yendo hacia un cielo ventoso.
Caballo rojo,
sintiéndote libre a cada paso
mientras la tierra a tus pies se deshace.
Vive libre,
galopando por la Pampa
entre piedras y tuyú
te he de encontrar
caballo rojo.
Pista 2. Robinson Dodge.
Entre los matorrales, llámenme salvaje
mientras mi corazón aún siente
algo llamado esperanza.
El calor me sofoca pero he de revivir
el motor de éste ser imperfecto
como si en ello me fuera la vida.
Busco mi ser,
aquí en el páramo lo he encontrado
sonando como el trueno en una tarde de verano.
La maleza no me detiene
el aceite me cubre las manos,
aún hay vida en la vieja máquina.
Naufrago inadaptado,
debo tener la barca lista para partir
aunque el mar sea una línea asfáltica
me iré silbando un tango lentamente.
Nada detiene nuestro andar
una pieza nueva ocupa la anterior
y con los restos de la otra
armo una bitácora de caminos andados.
Lejos de casa,
atrás quedan los viejos y ese perro canoso
adelante yace mi destino
el que forjé sobre esta vieja chapa con ruedas.
Como un Robinson me aventuro
a buscar otros lares, pero siempre
el faro del hogar marca el sur
en donde las estrellas titilan.
Ahí he de volver algún día
fundiéndome en el tiempo
con la sangre y los recuerdos
de los que aguardan por mí.
La nave gris surca la lejanía
dejando atrás el mar
y adentrándose en la pampa,
profunda pampa verde.
Pista 3. Baco.
Desplego la reposera sobre el fondo del huerto,
descorcho un tinto y me dispongo a beberlo.
Déjame ser lo que siento,
en el mar púrpura encuentro
la calma y la poesía de otros tiempos.
Antes me llamaban vago
ahora ebrio que ahoga sus penas día a día,
maldita sociedad que no sabe nada de mí
pese a que formo parte de ella de todas formas.
Sin embargo no les doy importancia
tengo todo lo que necesito en éste rincón,
incluso la puesta de sol traída desde tierra azteca.
Soy lo que pienso
y mi pluma está para demostrarlo,
aunque ella al igual que el pensamiento
es etérea e inalcanzable.
Llámenme como quieran
de todas formas no me importa,
en la vid encuentro más verdades
que las que he visto en mi vida.
Es hora de alzar la pluma
el fuego ha de ser encendido
en medio del calor agobiante
o de una noche oscura,
son las pequeñas cosas las que importan
lo demás déjenselo a quienes osan
llamarse civilizados.
Es la hora en la que el calor abraza el metal,
celebrando que aún puedo alzar la copa
por algo que llevamos a nuestra mesa.
Dejemos que hablen a nuestras espaldas
por algo que no hemos hecho,
mientras seguimos coleccionando corchos.
Pista 4. Promesas (Océano).
Se dejó caer una vez más sobre la arena
el mar tenía la habilidad de curarle las heridas,
incluso las que no eran visibles.
Tantas veces había venido hacia éste lugar,
con los años le quedaban las marcas
de las mareas que asolaban esas costas.
El viento frío del sur lo recibía cada tarde
ascendiendo a uno de los viejos médanos
y sentándose hasta que el sol se fuera allá por Marisol.
Cada uno de esos días cumplía la promesa que había hecho,
esperando que el mar o el camino polvoriento
le devolvieran a su único amor.
Incluso en las noches de invierno se lo veía
oteando el cielo nocturno en busca de señales,
como un barco ansiando el cobijo del puerto.
Sobre el infinito océano halló la paz
volviéndose uno con el viento
y murmurando el nombre de su amada.
Dicen por ahí que finalmente se encontraron
cerca de donde el arroyo se funde con el mar,
uniéndose en un abrazo interminable.
Dicen que cumplió su promesa
esperando una estación tras otra
y el mar guardó esa historia también.
Pista 5. Infierno Catorce.
Nadando entre corchos,
un mar rojo lo cubre todo
sigo recordando momentos.
No toques esa copa me dijeron
pero no les hice caso y
me aferré a la botella buscando la salvación.
Nadando en un río púrpura
he descubierto mi verdadera esencia,
me han llamado borracho por ello.
Infierno de los ebrios,
ahogados y resucitados
una copa tras otra.
Infierno catorce
yo no pedí estar aquí
pero esa puta locura me atrapó.
Llené una vasija con recuerdos
y ahora puedo ver cada uno,
hay tantas risas pero un número igual de lágrimas.
Tal vez por eso éste río es agridulce,
tiene la misma atmósfera de una tarde de verano
pero sabe a la melancolía del otoño.
Infierno, mí infierno,
navegando entra la locura
de los que vivimos equivocados.
A tú salud,
tú qué crees estar cuerdo
y vives atrapado entre reglas impuestas.
A tú salud viejo amigo,
vive por siempre en el recuerdo
de los que alzamos las copas esta noche.
Pista 6. El loco Pierre.
Me he puesto mal llevado
con el paso de los años,
pero antes no era así.
Al menos todo me parecía
más apacible que ahora,
envuelto en una guerra permanente.
Subo las enormes dunas
para poder apreciar la fusión
del sol y el mar.
Llámenme loco,
vuestra ignorancia no me afecta
mientras siguen contando sus monedas.
He visto desmoronarse esos muros
de oro que han levantado,
nada que al mar le importe.
Así me siento,
un paria en medio del desierto
al que vos llamas sociedad.
Ni siquiera soporto los graznidos
de los demás congéneres,
simplemente deseo que estén lejos.
Mi pluma se revela esta noche,
dibujando historias mientras las sombras
rondan voraces por la casa.
Esta es otra historia que la marea
se llevara y luego traerá,
como los hijos que vuelven
buscando el seno materno.
Volveré a estas costas
a sentir el viento en el rostro
y tú puedes quedarte con eso
que llamas existir.
Pista 7. Música.
Soy un roquero frustrado,
picando cascotes en esta fría prisión
que se vuelve un crisol en otra época.
Quiero escuchar sonar la misma canción,
un vez más aunque el mundo esté harto
de oírla a mí me sigue pareciendo nueva.
Yo no tengo oído musical
pero algunos de los que dicen tenerlo
son una montón de idiotas rogando un
poco de poder.
Disfrazado tras tus modales
y tus buenos gestos,
escondes la basura de los de tu clase.
Rata sucia sirviendo a una emperatriz idiota,
la inundación te va a llevar mientras
las odas siguen surgiendo.
Las odas quedan
esperando que una mano
les ponga música,
la que ya estoy escuchando
aunque para ti sólo haya silencio.
Pista 8. Carburador.
Se siente tan bien
como la explosión que une a dos amantes,
la adrenalina invade cada rincón de mi ser
sintiendo hervir la sangre como
la combustión de un motor.
Carburador,
corazón de una nave hecha pedazos
que no deja de rugir.
Carburador,
la marea explosiva que invade las almas
de los que se enfrascan en una lucha sin fin.
Aún lejos puedo sentir tu calor
envolviéndolo todo y haciendo añicos
cada parte de mi razón,
en tu latir no hay lugar para la cordura
nos amamantaron con combustible al nacer.
Carburador,
corazón de una nave hecha pedazos
que no deja de rugir.
Puedo sentir cada latido de la bestia de metal
sonando ominoso en lo profundo
como un mar de acero y caucho,
los imberbes quedan atrás lamentándose.
En éste mundo sólo hay lugar para relajarse
cuando la bandera a cuadros baja
y detrás quedan las llamas
cubriendo a los que no pudieron alcanzarlos.
Carburador,
sólo otra forma de llamar a mi corazón,
alimentado por combustible
no necesito nada más.
Carburador,
corazón de una nave hecha pedazos
que no deja de rugir.
Carburador, mi alter ego,
principio de todas las cosas
el final lo he de escribir
quemando el caucho sobre
el infierno caliente llamado asfalto.
Carburador,
soy aquello más allá del horizonte
hacia donde corro salvaje.
Carburador,
corazón de la bestia que somos,
corazón de una nave hecha pedazos
que no deja de rugir.
Carburador,
siento el corazón de la bestia
sonando en lo profundo.
No puedo detenerla,
no quiero detenerme
soy uno con las ruedas.
Quemando el asfalto,
quemando mi corazón
como una maquina amante.
No me importa si no entienden
todo explota a medida que avanzamos,
vivo entre líneas amarillas y blancas.
Carburador,
bombea la sangre de la bestia
que corre libre por la ruta.
Carburador,
así han llamado a mi corazón
los que piensan que no tengo uno propio.
Veo la vanidad deshacerse
tras el rastro de las ruedas,
quemándolos a todos
como un destino impiadoso.
Carburador,
mis días están hechos de esto
caucho y combustible
que gastó como si fueran mi aliento.
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