martes

Cosmos

La brújula estelar comenzó a resplandecer y sacó de su letargo al soldado. Fritz se precipitó fuera de su hogar, observando el oscuro cosmos que todo lo envolvía. La lluvia de asteroides comenzaba nuevamente, así que manoteó su viejo rifle de luz y el casco prusiano, comenzando con la eterna batalla.
Desintegró a unos miles, otros tantos siguieron su curso hacia el pequeño planeta azul que se encontraba a lo lejos. Fritz no se inmutó, esperaba que su vecino diera cuenta de ellos.

Y en efecto, las rocas que lograron salir indemnes del fusil estelar fueron recibidas por una lluvia de martillazos que les propinaba el enorme guerrero nórdico que vigilaba en su atalaya del norte.
Sin embargo, aún sus esfuerzos no pudieron contener la totalidad del avance hacia la Tierra.

El viejo Fritz lo sabía, pese al último intento del nórdico arrojándoles su pesado mazo y sentándose resignado, entre gruñidos, los asteroides continuaron su camino.

Fritz silbó, el tercer guardián corrió a través del espacio mordiendo las rocas como si fueran enormes piñas y terminó de dar cuenta de ellas. Solo algunos fragmentos cayeron en el planeta azul.

Para el común de la gente, sobre todo los adultos, no son más que destellos en el cielo. Pero para millones de ojos inocentes y pequeños el más maravilloso espectáculo que han visto hasta ahora. 

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