I- La gota, el reloj y el mago.
La gota de agua se deslizó por una hendidura
en el viejo tejado y comenzó a caer sobre la
destartalada mesa, generando un constante ruido
mientras la sinfonía se expandía por el lugar.
La vieja casa estaba en un claro en el bosque
y ahora el sol finalmente luego de un siglo
comenzaba a iluminar aquel lugar
tras la terrible tempestad.
Entonces el viejo reloj pareció despertar
del sueño en el que estaba sumido desde
hacía cien años y los dos hombrecillos
de metal que se encontraban en el medio de
las dos campanas de acero, comenzaron
a golpear contra ellas en un frenesí
que hizo desaparecer la calma de aquel lugar.
En el lecho recubierto de polvo el durmiente
comenzó a desperezarse, surgiendo una de sus manos
en pos de la espada que inmediatamente voló hacia el
para de un salto arremeter contra la mesa en donde estaba
el reloj de acero con su continua melodía.
Los dos hombrecillos huyeron despavoridos
al interior del mecanismo, mientras el reloj
se elevaba por los aires entre fragmentos
de astillas y una maldición por parte del mago.
Ahora los hombrecillos llevaban la nave hacia afuera
siendo perseguidos por una andanada de acero,
mientras el mago no conseguía dar en el blanco.
Recordó entonces una palabra,
de su mano derecha brotó un rayo que
dio de lleno en el reloj derritiéndolo.
Se colocó la pesada espada sobre los hombros
mientras contemplaba el renovado paisaje y
dándose vuelta levantó su mano derecha
para hacer que la casa se convirtiera en una torre
de color azul, coronada por una esfera que expedía rayos.
Acto seguido caminó hacia el reloj y lo recompuso,
dirigiéndose al interior de su baluarte
de donde hizo surgir el fuego de la vieja chimenea.
La mesa también fue reconstruida mientras
el tablero de ajedrez aparecía de la nada sobre ella
y el viejo mago se sentaba en un extremo.
Ahora el lugar opuesto era ocupado por
los dos hombrecillos quienes iniciaron
la tarea de vencer nuevamente al mago,
mientras el reloj permanecía a un costado
de aquel nuevo campo de batalla.
II- Conjuros.
El mago atravesó el portal y contempló
aquel reino de nieve eterna,
recibiendo el frío aire de la montaña.
Cuando el pasadizo se cerró se dio
cuenta de que no había llevado
consigo el tomo de hechizos.
Podía arreglarse sin el
si lograba recordar las palabras
que conjuraban los poderes,
aunque la edad hacía que se le
olvidaran las cosas cada tanto.
Encontró a los enanos ocupados
en construir un enorme salón,
excavando en lo profundo de la montaña.
Se dirigió a uno de ellos,
un gran señor de barba roja
quien escuchó sin demasiado interés
a aquel extraño que le dijo
que estaba buscando un ayudante.
Los enanos eran tremendamente desconfiados,
así que exigieron una prueba de los
poderes que el mago
decía que podía invocar.
El mago recordó un conjuro que los
dejaría atónitos y elevando la mano al cielo
pronunció una palabra, siendo
golpeado directamente por
un rayo, quedando desparramado por el piso.
Cuando se recuperó vio con fastidio
que los enanos seguían trabajando
sin prestarle ninguna atención.
Entonces decidió irse de allí
a un lugar un poco más hospitalario
y pronunciando otra palabra
se transportó, desvaneciéndose
la escena de la montaña, siendo
sustituida por un verde prado.
Cayó de bruces en una zanja al costado
del camino levantando agua y barro,
saliendo maltrecho de ese lugar
para encontrarse con los campesinos
que estaban atareados en segar el campo.
Se dirigió al que portaba un enorme tridente
y le repitió lo mismo que al enano,
estaba buscando un asistente para
una peligrosa misión.
Los humanos, más desconfiados
que los enanos, pusieron a prueba
nuevamente las habilidades del mago.
Éste apuntó su mano hacia el cielo
y pronunciando una palabra consiguió
dejarlos estupefactos, mientras
los verdes campos eran devorados por
un incendio que salió de la nada.
La andanada de piedras, palos y tridentes
lo obligó a huir por el polvoriento camino,
seguido por una horda de enardecidos aldeanos.
Gritó una palabra y el paisaje se desvaneció
yendo a parar al medio del desierto,
en las puertas de una base de orcos.
El jefe de estos lo contempló
limitándose ante las palabras del mago
a arrojarle un hacha que erró el blanco,
dejándole en el sombrero de ala
ancha una marca oscura.
El mago no esperó un segundo ataque,
se echó a correr a través del desierto
siendo perseguido por los orcos
quienes al cabo de unos kilómetros
frenaron la carrera exhaustos
bajo el ardiente sol.
Entonces el mago vio que el cielo se
oscurecía justo encima de el
y contempló al enorme dragón.
Por fin un digno ayudante,
solo necesitaba recordar el conjuro
que lo convertiría en un dócil compañero.
Extendió su mano hacia el dragón
pronunciando una palabra
que hizo que un montón de pompas
de jabón surgieran en el aire.
El dragón se cubrió una de sus fosas
y exhaló una llamarada por la otra
que chamuscó al mago.
Cuando se recuperó, el sol
calcinaba nuevamente aquel páramo
y pronunció la única palabra que
le había dado resultado en ese día.
La escena cambió, apareciendo en el
bosque donde la torre azul se alzaba,
dirigiéndose cansado hacia el interior
siendo recibido por los hombrecillos
que operaban el reloj, los que le
trajeron una enorme taza con sopa caliente.
El mago se sentó en la vieja silla
al lado de la chimenea y la bebió reconfortándose.
Entonces pensó que podía terminar la partida
de ajedrez contra los hombrecillos
y contemplando el tablero se dio
cuenta de que en su ausencia,
misteriosamente su rey estaba
en jaque mate.
III- Pesadilla.
Arrancado de su sueño
el mago se despertó,
¿de dónde provenía ese
estruendo que lo había sacado
del hermoso paisaje que recorría
mientras dormía?.
Tomó el pesado libro
y buscó en vano su sombrero
para recordar entonces
que lo había perdido en
la última partida de ajedrez
contra los dos hombrecillos.
Cruzó la puerta de la torre
y se transportó hacia el
otro lado del bosque.
Los enanos descendían de
la montaña llevando enormes
mazos y poderosos escudos.
Los elfos emergían desde
el sur del bosque ataviados
de largas capas, cortas espadas
e inseparables arcos.
Un griterío terrible llego desde
el norte acompañado del brillo
del acero desenvainado
y blasones con un martillo en el centro.
¡Valhalla, Valhalla, Valhalla!
clamaban los cantos de estos guerreros.
Los orcos traían pesadas hachas
y enormes catapultas al campo de batalla.
La misma escena de nuevo
pensó el mago y abriendo el tomo
pronunció un encantamiento
mientras el viento daba vuelta la página.
Bueno,
se olvidaron de pelear,
pero se volvieron contra el hechicero.
El aire se llenó de flechas y proyectiles
de catapultas, mientras el mago huía a
refugiarse en una caverna.
Entonces se topó con el dragón,
saliendo despedido de la cueva
perseguido por las llamaradas.
La bestia salió tras el
barriendo el campo de batalla,
huyendo los hombres del norte
seguidos por los orcos
que dejaron un tendal de escudos,
martillos, hachas y catapultas abandonadas.
Los elfos se fundieron con el bosque,
mientras los enanos pasaban desapercibidos
siendo pisoteados por el dragón.
El mago logró llegar a la torre
jadeando y chamuscado,
encontrando a los hombrecillos
con sus maletas fuera de su morada.
Pero ¿cómo?,
el cobrador de impuestos clausuró
la torre por un siglo de mora en los pagos.
Esto no se quedaría así
y poniéndose el sombrero
se dirigió hacia la carretera del rey
con sus bártulos a cuesta, llevando
en el ala del sombrero a los
dos hombrecillos y el reloj.
IV- Huyendo.
El mago estaba famélico,
el largo camino hacia la ciudad
lo había dejado cansado.
Ahora degustaba un enorme
pedazo de jabalí mientras
los hombrecillos reposaban.
Estos ayudantes de metal
eran muy útiles incluso
para la caza cuando él no podía.
El troll apareció de pronto
a la vista del mago, al que
se le atoró la presa en la garganta.
Levantó un pesado tronco
arrojándolo hacia donde
el mago ya no estaba.
Los hombrecillos se refugiaron
en el reloj levantando el vuelo,
disparando los otros dos
que componían la tripulación
desde las ventanas, que se abrieron
en las campanas, una andanada
de ametralladora que hizo que
el troll gritara.
El ataque no lo mataría
pero lo molestaba como un ejército
de jejenes abalanzándose sobre él.
Daba golpes al aire errándole por
completo a tan pequeño objeto,
hasta que decidió correr tras
el mago derribando los árboles a su paso.
El mago sintió que el troll venía,
deteniéndose al borde del precipicio
mientras se preparaba para el ataque,
los hombrecillos no cazaron nada
solo lo hurtaron debajo de las narices
de la bestia que ahora lo perseguía.
El troll llego a metros de él
en una frenética carrera,
encontrando el vació cuando el mago
se transportó a resguardo.
Apareció de pronto justo
sobre el precipicio, siguiendo en la caída
a la enorme bestia.
Cuando se despertó estaba en la orilla del río
el cuerpo le dolía y lo tenía helado,
los hombrecillos aguardaban
con todas sus pertenencias.
Le acercaron el sombrero de ala ancha,
y lo tomó muy enojado
cayendo el agua que contenía
sobre su cabeza.
Musitó una maldición
y seguido por sus ayudantes
reanudó el viaje al amanecer.
V- Atrapado.
El mago contempló la larga fila
que se extendía hasta donde
alcanzaba su vista y decidió
transportarse para llegar al
enorme portón del castillo del rey.
Los guardias del palacio lo
sacaron de adentro del foso
y lo enviaron al calabozo.
Allí se encontraba dando vueltas
cuando la noche había caído ya,
entonces escuchó un sonido
que le resulto conocido.
Seis hombrecillos descendieron
del reloj para trabajar en la cerradura
de la puerta de aquella
celda, donde moraban las arañas
encima de un montón de huesos.
La puerta se abrió rechinando
y los guardias acudieron para
encontrarse con el mago quien
pronuncio una palabra
haciendo que el lugar se comprimiera,
quedando atrapado entre las paredes.
Uno de los hombrecillos pronunció
al oído otra palabra y el mago
la repitió recuperando el lugar
la forma que tenía antes.
Cuando los guardias reaccionaron
se encontraron con que alguien
había liberado al troll que
apresaron el día anterior.
Éste blandió un garrote
echándolos a volar,
abriéndole paso al mago hacia
la superficie, dejando atrás el
calabozo del reino.
VI- Reconstrucción.
El mago púrpura vio venir al troll
y tomó su libro de conjuros
mientras los guardias del rey
se aprestaban a enfrentar a la bestia.
Había perdido sus gafas
en medio del revuelo general
así que apenas distinguía el nombre
del hechizo, pero no recordaba para que era.
Malditas ediciones nuevas,
ya no hacia las cosas como antes
y entonces vio al mago azul.
La ira lo invadió
acaso ¿no estaba en un sueño permanente?,
¿cómo había salido de él?.
Pronunció la única palabra
que podía distinguir de su libro,
cobrando vida las armaduras que adornaban
la sala de banquetes del rey,
generándose un desastre
cuando los guardias chocaron con estos enemigos
y el troll que repartía golpes
mandando a volar todo lo que encontraba.
El mago púrpura reunió toda
su energía, lanzándola contra el
mago azul quien liberó el poder
que tenía para frenar ese ataque.
La oleada comenzó a destruir el castillo
mientras sus ocupantes huían
despavoridos, incluidas las armaduras animadas,
el troll y los dos magos.
De las ruinas del castillo surgieron
los golems de piedra ,invocados por tanto
poder liberado en la lucha de los
dos hechiceros mientras el conjuro
sobre las armaduras se desvanecía.
Los dos magos unieron fuerzas
juntando las energías que les quedaban,
mientras doce hombrecillos salieron del reloj
y fueron vueltos gigantes de metal armados
con martillos, deshaciéndose
de aquellos nuevos enemigos.
El amanecer llegó
y una horda enardecida con el mago púrpura
a la cabeza avanzó hacia Azul.
El tribunal presidido por el mago púrpura
lo acusaba de intento de regicidio y
destrucción de propiedad.
El acusado aguardaba mientras los jueces
veían como se llevaría cabo la condena,
entonces un hombrecillo surgió del reloj.
A diferencia de los otros éste era de bronce
y golpeo con fuerza una de las campanas,
el tiempo se detuvo quedando la escena
congelada mientras el mago azul
se ocupaba de usar un hechizo
que reconstruyó por completo la ciudad.
Lanzó un conjuro de olvido sobre
todos los habitantes de aquel lugar
y comenzó a alejarse hacia el bosque.
Entonces el hombrecillo de cobre
sonó la otra campana y el tiempo
siguió su curso.
Y los pájaros se posaban sobre la
estatua del mago púrpura
que se levantaba en el centro de la ciudad.
VII- Indeseado.
Éste cobrador de impuestos
había salido indemne del
conjuro de olvido del mago.
Ahora estaba en la puerta
de la torre pretendiendo
cobrarle la deuda de los
últimos cien años.
El mago le lanzó un hechizo
pero éste solo hizo efecto
sobre el caballo del recaudador.
El hombre no daba brazo a torcer
y seguía allí frente a la puerta,
el mago cerró la misma
dirigiéndose hacia el interior de la torre.
El troll jugaba al ajedrez
con los hombrecillos,
al mago le tocaba cocinar.
Envió al troll a buscar la cena
y éste se topó con el cobrador,
al ver a la bestia huyó despavorido.
Entonces el troll se internó
en el bosque en busca de los jabalíes.
VIII- Haciendo las paces.
El troll se despertó y comenzó a
encender el fuego para alejar
el frío de la mañana.
Cuando el mago reaccionó
se encontró que su libro se consumía
mientras la bestia y los hombrecillos
se encontraban junto a la chimenea.
No recordaba el hechizo de reconstrucción
pero si se le ocurrió que su rival,
el mago púrpura, tenía un tomo igual.
Así que se aprestó para el viaje
transportándose hasta la ciudad del rey,
cayendo de bruces en la fuente de la plaza.
Nadie le dio importancia
mientras recitaba las palabras frente
a la estatua de piedra que
le permitían despetrificar el libro.
Una vez en su poder
comenzó a alejarse para recorrer
la ciudad cuando una piedra le
dio en medio de la cabeza.
Se volvió para ver al mago púrpura
parado frente a él, reclamándole
que le devolviera el libro.
El mago azul huyó hacia la salida
de la ciudad, siendo perseguido
por su viejo rival.
Pronunció una palabra
para desvanecerse, apareciendo
dentro de su torre con el mago
púrpura prendido de su traje.
El mago azul abrió el tomo
para recitar el hechizo de petrificación,
el mago púrpura le pegó
con una hoya en la cabeza.
Los hombrecillos se apoderaron del libro,
pronunciaron el hechizo que
duplicaba las cosas y donde
había uno apareció otro tomo.
El mago azul tomó su libro
y lo cubrió con un hechizo de reconstrucción,
el mago púrpura se sentó del otro
lado del tablero esperándolo.
Después de todo nadie los
recordaba ya, excepto ese cobrador,
pero siempre el troll estaba a mano.
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