La escalinata llevaba hacia la ciudad blanca,
que resplandecía con el sol de la mañana,
cuando los mercenarios llegaron en
sus naves de una sola vela.
Thurma el Bárbaro los esperaba
sentado en medio del camino,
le dio un patada al primero de la fila
y los demás lo siguieron en la caída,
como fichas de dominó.
En la segunda embestida el lobo
los mordió mientras trataban
de volver a ascender,
y un planazo de escudo echó por
tierra con sus planes de saqueo.
Cuando la tarde se acercaba a la noche
descubrieron que el Bárbaro ya no estaba,
llegaron hasta la parte alta y se encontraron
con la mamá de su enemigo,
quien en medio de palazos y sartenazos
los desalojó de la isla.
Su hijo tenía que comer,
así que ella lo reemplazaba
en la dura tarea de darle una zurra
a un montón de matones a sueldo.
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