martes

Martillo

I- En el bosque.

El troll y el orco discutían
en un cruce de caminos,
cuando olfatearon
una tercera presencia.
Bajaron la vista hasta dar
con Thorval quien portaba
un escudo y un pesado martillo.
Los dos se volvieron plantándole
batalla al señor enano,
resurgiendo el odio ancestral
entre los tres seres.
Thorval plantó el escudo
mientras la tierra del bosque
se levantaba, para dejar la roca
descubierta quitándole la ventaja
a los atacantes, a la vez que
el martillo destrozaba la pesada
hacha del orco lanzándolo por los aires
y obligaba al troll a huir buscando
refugio en el bosque ,dejando un reguero
de árboles caídos a su paso.
Thorval levantó su escudo
y el lugar recuperó su fisonomía,
quedando descubierto el suelo
donde la roca había sido expuesta.
Encendió la pipa,
lanzando una bocanada al aire
y emprendió la marcha a través del
camino del bosque.

II- Sobre la cubierta.

De no ser por el humo de la pipa
Thorval podría pasar por una estatua,
tan quieto que se encontraba sobre
la cubierta de la nave de una sola vela.
Los hombres del norte habían decidido
llevarlo, después de toparse con el
en medio de una pelea en la taberna
del puerto donde comerciaban.
Vieron el martillo con relámpagos
forjado sobre su escudo
y como se deshacía de sus rivales
sembrando el caos en medio de
la contienda, a la vez que sostenía
una jarra de cerveza en una mano.
Entonces la niebla cubrió el drakar
quedando toda la nave en silencio,
mientras la corriente los llevaba suavemente.
Uno de los guerreros dio
la voz de alarma, quebrando aquella
cortina gris el grito del ataque
de los sajones al arremeter contra
la nave dragón, mientras las espadas
recibían a los atacantes.
La defensa se tornó desesperada
hasta que los sajones comenzaron a
ser arrojados en masa al agua
a golpe de martillo y escudo.
No sabían de dónde venían los golpes,
solo se veía como caían como moscas
hasta que la cubierta quedo despejada
y el olor a tabaco invadió el aire.
Los guerreros del norte obtuvieron un
enorme botín dejando detrás
una nave ardiendo en medio del mar.

III- Ladrones.

El señor de los elfos reclamaba
que los humanos regresaran
el arco de plata, que le había
sido sustraído de sus aposentos
en medio del bosque del oeste.
Los ejércitos de elfos asediaron
la ciudad preparándose para
enfrentarlos, clamando el rey humano
porque alguien le trajera su armadura.
Sus servidores le llevaron la noticia
de que esta había sido también robada.
Del norte les llegó el reclamo del conclave
de los siete magos para que encontraran
al ladrón que se había llevado la esfera
de poder, que coronaba lo alto de la torre
de piedra donde los hechiceros se reunían.
Tras lograr una tregua con los elfos,
unieron fuerzas junto a un emisario
del conclave para dar con el perpetrador.
Una enorme recompensa fue puesta
para ser otorgada al que recuperara
los tres objetos, corriendo la noticia
por toda las tierras habitadas.
Trolls, orcos, enanos, elfos y humanos
dejaron de lado sus diferencias,
recorriendo los pueblos en busca
del ladrón que parecía haberse
fundido con la tierra misma.
Entonces Thorval llegó trayendo consigo
los tres objetos, siendo cubierto de oro
por parte de los dueños de los mismos.
Según lo que contó, un grupo de grifos
era responsable de tales actos,
sus plumas habían sido encontradas cerca
de cada lugar en el que los objetos desaparecían
Se dirigió hacia las montañas del sur
donde se encontraba su hogar,
recuperándolos para luego aplastar
a las bestias dentro de una caverna.
Esa noche cuando los festejos concluyeron,
estando todo el mundo dormido,
Thorval fue hacia el bosque
silbando una vez y esperando hasta
que un aleteo le indico que tenía compañía.
El jefe de los grifos le sonrió en la oscuridad,
mientras repartían el botín
y fumaban hasta el amanecer intercambiando planes
para futuras operaciones.

IV- Asedio.

Los ogros arrojaron piedras
pero nadie respondió a estas,
los orcos usaron sus pesadas
armas de asedio pero solo
provocaron una avalancha,
que los obligó a replegarse.
Los elfos lanzaron sus
flechas cubriendo el cielo,
pero ni siquiera marcaron
la gruesa pared de la
fortaleza en la montaña.
Los hombre cargaron contra
aquella fortificación,
siendo arrojados por el
único defensor cuesta abajo.
Los magos llamaron al viento
azotando la montaña,
pero esta no se inmutó.
Entonces Thorval invocó
al trueno levantando su martillo
al aire y pronunciando el nombre
de su padre, ¡Donnar, Donnar, Donnar!.
Los relámpagos destruyeron
las armas de asedio y mandaron
de regreso a todos los invasores
al lugar de donde venían.
Un tendal de escudos, hachas, arcos,
espadas y gorros de magos cubrió
la base de la montaña,
Thorval encendió su pipa
y se dispuso a reanudar la siesta interrumpida.

V- Tres contra uno.

Una partida de elfos
dejó atrás la protección
del reino de plata, oculto
tras los milenarios pinos.
Uno era un poderoso mago
que podía controlar el agua
y el fuego, trayendo de allí
a sus sirvientes elementales.
El otro era un paladín, cuyo
conocimiento eclipsaba a
la orden humana.
No eran ante el más que
niños con martillo y la
luz como principal excusa.
La tercera era una sacerdotisa,
que podía controlar el fuego
y a diferencia del mago
el uso de un solo elemento
la hacía más experta.
Azotaron las fronteras del
bosque, echando a los trolls
hacia el otro lado del río.
Los ogros que asaltaban los
caminos del este, fueron salvajemente
castigados mientras que los orcos
huyeron perseguidos por osos
que en comunión con los elfos
se volvían sus hermanos y
atacaban como uno solo.
Entonces la sacerdotisa detectó
el aroma a tabaco en el aire
del bosque y encontró la fuente,
un enano de barba roja, portando
un enorme martillo, era el causante.
Los tres se acercaron a la roca,
que curiosamente parecía
estar fuera de lugar.
Su desconfianza al ver huir a un ogro
lo había hecho invocar a la montaña,
que se extendía por debajo del bosque,
y esperar sentado la batalla.
El paladín elfo atacó probando el martillo
de Thorval, la sacerdotisa y el mago
combinaron sus ataques dando contra
un muro de piedra que se levantaba
frenándolos, mientras el enano se deslizaba
sobre la piedra que surgía con sus pasos
para quedar sobre una roca justo
entre los tres elfos.
Levanto su martillo al cielo y una
descarga de relámpagos dio
por tierra con la partida.
Cuando despertaron, el enano
no estaba, tampoco el martillo
del paladín, los anillos de la
sacerdotisa ni los guantes con
los que el mago dominaba a
los elementales.
Regresaron a la ciudad cuando
llegó la mañana, mientras
al otro lado del río Thorval
comerciaba con los grifos
la nueva mercancía.

VI- Cerveza.

Dejó su nave donde comenzaba el pantano
y cargando algunos barriles vacíos
se dirigió a tierra en un bote,
no tardó en encontrar lo que buscaba
y empezó a preparar la cerveza.
Los orcos lo encontraron pronto
atraídos por el olor a leña,
bebieron de aquella sustancia rubia
y algunos se sintieron fortalecidos
mientras el resto pedía más.
El normando les dijo que podía
fabricarla si reparaban su espada,
lo llevaron a la base de la horda
y él se puso a producir bebida en cantidad.
Los orcos la consumían como agua,
mientras contaban sobre sus saqueos
y el oro obtenido de las villas de pesca
de los humanos que se extendían
por todo el pantano.
El normando en tanto logró que los orcos
le pagaran por el brebaje,
solo los brujos no le prestaron atención
ocupados en poblar el bosque de
señuelos en aquella noche sin luna.
La base quedo a cargo de un ser etéreo
que harto de todo ese bullicio tomó
forma física y cuando nadie veía,
o al menos eso le pareció,
bebió un poco de esa sustancia.
Tal fue el mareo que terminó
de bruces dentro de una
barraca de la horda.
Cuando llegó el ataque, el normando
había reparado su espada,
tomó una de las monturas y
ensilló a uno de los gigantescos lobos.
Cargó el oro, algo de cerveza
y abandonó aquel lugar,
al mediodía vio el humo
indicándole en donde quedaban
los restos de la base.
Se dirigió a su nave y esperó
a que el viento lo alejara de esa costa.

VII- Rastros.

El señor de los elfos mandó partidas
para que el bosque fuera rastrillado,
en busca del agresor que despojó
a sus hijos de sus preciados objetos.
Las pequeñas huellas llegaban
hasta el río, desapareciendo
en un rastro de garras,
una pluma de grifo les marcó
la forma en la que el ladrón huyó.
De regreso a la ciudadela
los rastreadores encontraron
las huellas de los orcos y de un humano
bordeando la zona de los pantanos.
Una vez que estuvieron todos reunidos
siguieron ese rastro, burlando los señuelos
de los brujos y llegando al alba a la base.

El amanecer vino como un manotazo
a dejar atrás la noche,
el normando fumaba viendo las
estrellas ser eclipsadas por la luz del día.
Algo llamó su atención,
el instinto de preservación
tras tantas batallas.
Las aves que anunciaban la mañana
en aquel lugar, no cantaban
como otros amaneceres.
Algo venía,
se movió rápido hacia la herrería.

VIII- Deshacer.

Despertó un tanto mareado por
obra de la cerveza de la noche,
cortesía del normando.
Se sentía capaz de enfrentar a un oso
si lograba encontrar uno en
aquel pantano asqueroso.
Cuando salió vio a los orcos
moverse en la otra capa del
mundo y recordó su naturaleza etérea
que le permitía vagar con los espíritus,
aunque el dolor en la cabeza era físico.
Los brujos orcos se habían ausentado en
la noche y nada se sabía de ellos,
sembrando de ojos el bosque
para poder ver venir a cualquier enemigo.
Pero los elfos burlaron los señuelos
y cuando los orcos reaccionaron su
base estaba asediada.
El fuego cubría el suelo
cuando los brujos regresaron
y olvidando su unión con la tierra
echaron mano de la magia negra,
que les inculcó el cazador troll.
Llamaron a la oscuridad y esta
levantó a sus lacayos de entre
los caídos en batalla,
amigos o enemigos no había diferencia.
El ser etéreo vio los esqueletos
la cerveza lo confundía,
las voces en su cabeza clamando
ayuda lo enloquecieron.
¡Disipar, disipar, disipar!
Los lacayos volvieron a la nada
siendo liberados los espíritus
para unirse con sus ancestros.
La base de la horda fue arrasada
mientras el normando huía hacia el
pantano llevándose la cerveza.
Y el ser etéreo se encontró solo
a la noche, en el medio del pantano
esperando no toparse con ningún oso.

IX- Sobre el lomo de un grifo.

Volar mecido en el viento,
para un grifo no había nada igual
salvo un buen botín.
Sus alas sentían la brisa
de la mañana y los primeros rayos
del sol le acariciaban el pico,
haciéndole cerrar los ojos.
Una bocanada de humo lo hizo
estornudar, su pasajero
tenía ese feo habito.
¿Dónde se había visto que
la carga estuviera viva y
echándole humo?.
Era la primera vez que tenía
que llevar algo así,
acostumbrado a huir con el botín.
El enano lanzó otra bocanada
que irritó a la bestia
y dando un giro dejó a su pasajero
aferrado a sus plumas para no caer.
Thorval colgado cabeza abajo
siguió fumando, hasta que el grifo
giró y volvió a dejarlo como antes.
Descendió cerca de la ciudad humana
ansioso de dejar por fin su carga.

X- Bestia.

Moviéndose con las sombras
de la noche, la sacerdotisa
se dirigió al encuentro de sus
hermanas en la parte septentrional
del bosque de los elfos.
Expulsadas por su padre
habían aprendido oscuros hechizos
para ser usados en casos extremos
y la venganza era uno de esos casos.
Los elfos prohibían el uso de magia
oscura, que era un atentado contra su creencia
en la armonía con la naturaleza.
Se encontró en la entrada de una
enorme cueva que descendía hacia
lo profundo y no tardó en distinguir la luz.
Sus hermanas le dieron la bienvenida,
una cargaba un vástago de dragón
otra una cría de la hidra de los pantanos
que cubrían el oeste del bosque, su hogar.
Unieron los seis su magia sobre
las dos criaturas, convirtiéndolas
en un solo ser, dándole vida a la más
terrible bestia que el mundo conociera.
La sacerdotisa se acercó
al nuevo ser que dormía y
colocando su mano sobre el
le transmitió sus pensamientos.
Estaba hecho,
cuando abandonara la cueva
daría lugar la caza del ladrón.
Los seis se separaron dirigiéndose
a distintas partes del bosque,
entonces el ser etéreo tomó forma
física y se dirigió a la cueva.

XI- Pleito.

La taberna hervía de concurrencia,
los paladines de la ciudad
olvidaban su deber y se enfrascaban
en apuestas, cerveza y riñas que
terminaban con varios heridos.
Hacía horas que jugaban y
no podían evitar seguir perdiendo
con ese enano que parecía esquivar
cada trampa o artimaña que usaban.
Finalmente uno de los paladines
enfurecido, tomó su martillo
y asestó un terrible golpe a la mesa.
Thorval se limitó a exhalar una bocanada
de humo de su pipa,
los paladines estaban enfurecidos
sus bolsas estaban vacías,
la paga de un mes de los cinco
yacía en la bolsa del enano.
Querían el oro de vuelta,
acusaron al enano de brujería
ardería por la luz.
Thorval tomó la pesada bolsa
y golpeó al primero de los
paladines, quien cayó llevándose
a otros dos en su recorrido
hacia el suelo, su martillo dio
cuenta de los que quedaban en pie.
Tomó un puñado de monedas
y las arrojó al cielo, armándose
una estampida entre los parroquianos
en pos de ellas.
Cuando los paladines reaccionaron,
el enano había huido con el oro
y el tabaco que tenían consigo.

XII- Misión.

Los grifos dormían en algún
lugar cercano al río que
separaba el bosque de los elfos
de las tierras humanas.
Aun aquí se extendía la algaba
aunque los árboles eran más pequeños,
descendientes de los del otro
lado del curso de agua.
Uno de los grifos despertó,
encaminándose hacia el río
y entonces se produjo
el encuentro.
El ser etéreo le transmitió
el mensaje acerca de lo
que debía hacerse.
El grifo voló en la noche
dejando a sus hermanos
para cumplir el encargo.
Los espíritus le decían al
ser etéreo que aun la
criatura en la caverna
no había despertado.

XIII- Visión.

En el callejón, a un lado
de la taberna, Thorval esperó
a que cayera la noche
para dejar la ciudad humana.
Buscó refugio en el bosque
y se quedó dormido junto
a un enorme pino.
Sumido en el sueño
vio a su padre y a todos sus ancestros,
portadores del mismo martillo,
en torno a la piedra en la cima
de la montaña.
Los relámpagos coronaban
una escena tormentosa,
la presencia del creador del mazo
llenaba la atmósfera,
cargándola, esperando estallar.
Un aleteo lo sacó de su sueño
un grifo acababa de llegar,
se observaron durante un rato.
El martillo resplandeció en la oscuridad
del bosque y Thorval sintió la
presencia del creador de los relámpagos.
En la noche, la brisa recibió a los dos,
grifo y enano, dirigiéndose a lo desconocido.

XIV- Espera.

Lo llevó hasta las montañas,
su hogar natal,
depositándolo en la cima
de una de ellas junto a una
enorme roca que se alzaba
en el centro.
Thorval sintió la presencia
de sus ancestros en el
resplandor del martillo.
Encendió la pipa
aguardando mientras las
horas pasaban para
que su destino le fuera revelado.
Transcurrieron tres días
que parecieron  una eternidad,
vio el sol surgir y caer
aguardando en silencio,
el viento la única compañía.
Entonces en la mañana
del cuarto día, la criatura
abandonó la caverna
y voló hacia el este
rumbo a las montañas.

XV- Carro.

Lo encontró en la enorme roca
y descendió a enfrentarlo.
El fuego cubrió la cumbre
de la montaña, frenado por la roca
que el enano levantaba como un muro.
Agitó su martillo levantando
las enormes piedras que allí había
y con un movimiento potente
las lanzó contra la criatura.
Una de las enormes rocas
partió la cabeza del dragón negro,
desatando el hechizo de los elfos.
La cabeza se regeneró,
y donde había una ahora
dos bocas escupían fuego.
Thorval redobló sus esfuerzos,
pero por cada acierto
la cabeza destruida resurgía
junto con una gemela.
El dragón tenía ahora
ocho cabezas que escupían
fuego y la roca comenzó a ceder
su protección.
Finalmente Thorval se paró frente
al enorme dragón,
su furia se hizo sentir en un instante.
Pronunció la canción de guerra
de su Padre, que le había sido
trasmitida por su Padre y así
hasta el primer portador.
El cielo se cubrió de negro,
una enorme nube surgió
encima de la montaña y
como respuesta Thorval
alzó su martillo.
La criatura vio venir el carro
tirado por los dos carneros,
un colosal relámpago
una trueno explotando
alcanzó al dragón,
dejando cenizas y humo.
Thorval encendió la pipa
mientras la tormenta
se esfumaba y comenzó
el descenso de la montaña.

Epílogo: varios días después de esa batalla, el ser etéreo descendió 
por la ladera sur de la montaña llevando consigo a un joven dragón 
y a su hermana, la hidra.

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