Nunca ha tenido tiempo de pensarlo dos veces,
sino las cosas simplemente no ocurrirían.
Sale temprano, antes de que el gallo siquiera
se dé por enterado y está de vuelta cuando
la luna ronda por el cielo.
Lleva a su pequeña hija de acá para allá,
contándole como es éste mundo loco
a través de las señas que ha ido aprendiendo.
Su existencia es silenciosa,
pero tan llena de cosas por descubrir
y así las dos se alejan rumbo
a la enorme ciudad.
A una madre no le hacen falta palabras
basta con un gesto para entenderlo todo,
en ocasiones sólo el silencio que adorna
los pasos de su pequeña.
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