I) Asedio.
- Que lo de abajo esté arriba y lo que está a la izquierda se mueva a la derecha, que el mar sea violeta como el vino de la isla de Creta y que…
El mago azul no terminó la frase ya que recibió un golpe de Púrpura, jugar con la magia no era conveniente. La batalla no había terminado y los orcos asediaban la fortaleza del Rey Rojo, la que era defendida con piedras, palos y agua caliente.
Una explosión en el patio principal y los piel verde lograron entrar, entonces las huestes reales se dispersaron; en realidad solo eran campesinos, pajes y algún que otro cobrador de impuestos.
La emperatriz había dado de baja el ejército y se había construido un palacio al otro lado del lago, desde donde miraba maravillada los fuegos artificiales.
Incluso ahora los soldados sin trabajo servían a la marea verde que se precipitaba a saquear la ciudad, cuando Azul y Púrpura les plantaron batalla.
Los orcos los dejaron desparramados en el medio del barro, mientras se llevaban lo que encontraban y huían en la niebla.
Cuando llegó el amanecer Azul tomó su viejo libro, se colocó sus gafas haciendo equilibrio con el tabique nasal y pronunció un encantamiento.
La ciudad se derrumbó en un instante, la emperatriz lanzó un grito desde el otro lado; antes de que el polvo se asentara Púrpura y Azul huían por el camino real.
Desde el campamento de los orcos se podía ver la polvareda que levantaban los habitantes de la ciudad rumbo al pantano, persiguiendo a los dos magos.
II) Paso.
El puente era nuevo, la roca de la que estaba hecho era vieja como la costumbre de cobrar derecho de paso.
En el límite entre el reino y el bosque, los guardias imperiales custodiaban un puesto ocupado por un recaudador gordo y meticuloso, hasta las bestias debían pagar.
El mago azul se negó, el mago púrpura invocó a la magia y los dos fueron arrojados al agua, hechizo equivocado.
El normando vino montado en un lobo negro como la noche sin luna, les ofreció a los guardias su mejor cerveza. No soportaron el brebaje cayeron desmayados, el recaudador despertó maniatado la bolsa de oro no estaba, el puesto ardía en llamas.
No terminaron de reconstruirlo, Thorval se detuvo exhaló una bocanada de humo y blandiendo su martillo mandó por los aires a guardias, consejeros, trabajadores y al recaudador.
Sería mejor permitir el libre paso, un mal día para cobrar si a cambio se recibía una zurra.
III) Golem.
Y las flechas elficas no dejaron ni una marca sobre la piel de granito, aventándolos de regreso al bosque.
La espadas de los humanos rebotaban como si de acero se tratará, recibiendo un golpiza.
Algún mago despistado trató de usar sus conjuros, los que lo lanzaron lejos, la piel del golem es dura.
El tesoro yacía en el medio del círculo de piedras, custodiado por ese ser mágico que podía reconstruir las piezas de su cuerpo como si nunca hubieran sido destruidas.
Todos lo intentamos alguna vez, todos fallamos igual que los anteriores, todos menos uno.
Atravesó el bosque rumbo a la cantera en donde vivía el guardián, la capa enorme cubría el artefacto que llevaba debajo.
El golem se limitó a reírse, era como si dos rocas se rosarán acompañadas de un desprendimiento de arena.
El recién llegado aspiró profundamente el adminiculo que llevaba consigo, lanzando luego una bocanada mientras levantaba la capa descubriendo el cañón.
Colocó la pipa sobre la mecha y esta ardió, el golem volvió a reír, ya antes se había enfrentado a esos seres pequeños llamados enanos.
Éste ni siquiera llevaba un martillo, tan solo un tubo que emitía algo de humo.
Y el proyectil le dio de lleno, la magia fue derrotada por la pólvora, reclamando entonces el tesoro.
Luego dejó a un lado la pieza de artillería encendiendo la pipa de nuevo, a la espera de los grifos con los que habría de negociar el valor de ese cofre.
Ya la memoria me falla, es por haber bebido poco Malbec en estos últimos tiempos, incluso hubo alguien que sacó provecho de todos los que intentamos conseguir el tesoro.
Puso un puesto de ravioles al paso, por dos monedas de cobre podías comer todo lo que quisieras y luego recibir una paliza gratis, pero con el estómago lleno.
IV) Cuesta arriba.
El carcaj yacía junto a las rocas, las flechas esparcidas por doquier y el martillo estrellado más abajo.
-Sin dudas el viejo Ragna le prestó batalla a esos invasores que moran abajo, dijo Thorval. Éste es su martillo.
-Es probable que haya emprendido el camino de las estrellas agregó Gunnar.
-Pero su escudo no está dijo Magni. Modi ya debería haber vuelto de la exploración.
Y en efecto, Modi llegaba en ese momento cargando el cuerpo del mencionado Ragna.
-¿Ha partido? preguntaron a coro sus hermanos.
Modi recuperó la respiración, bajo el fardo que representaba Ragna y apoyó el escudo de éste a un lado.
-¿Partido?, no he tenido tanta suerte. Lo encontré estampado contra las rocas, al parecer quiso subir a la forja ebrio y se cayó.
-O sea que no se trata de la gloriosa muerte en batalla, sino de una caída aparatosa.
-La forja debe estar cerca Magni, invoca a ese perro faldero tuyo y mándalo cuesta arriba.
Magni tomó una de las cartas que lleva en su cinturón, tenía una inscripción rúnica que pronunció.
Un enorme lobo gris se materializó ante los enanos.
-Busca a HammerHand dijo Magni.
Y el enorme huargo cargó cuesta arriba, fundiéndose con la nieve.
Los enanos emprendieron la marcha, cargando a Ragna junto con el resto de sus pertrechos.
V) Festejos.
Y las antorchas se encendieron, gracias al fuego eterno del dragón. Entonces los señores enanos invitaron a sus vecinos al gran banquete.
Primero llegaron los elfos de Carrara, montando corceles veloces como el viento.
En segundo lugar los taurinos de Creta, marcando con sus enormes pezuñas el suelo de la montaña.
Tras estos, vinieron los orcos de Grokk portando los toneles de vino cultivado en las montañas del norte.
Y por último los enanos del Clan HammerHand, cerveza en mano, acompañados de los hombres del Pueblo Rojo.
Así la fiesta dio inicio, perpetuándose en el tiempo y dándole vida al corazón de la montaña como en otras épocas.
Tras el enorme banquete, Thorval encendió su pipa y se puso a contemplar las estrellas en el firmamento apoyando su cabeza contra el grifo que dormía enroscado.
VI) Andando.
La puerta se abrió, atrás quedaron las charcas, el barro del camino y la lluvia intensa.
Los parroquianos lo miraron sorprendidos, una armadura enana en movimiento. Algunos lanzaron una carcajada, el martillo los aventó por la ventana, quedando los porrones vacíos
y él con esfuerzo se sentó en la barra.
Puso el enorme mazo sobre ella y tras beberse una cerveza suspiró, al tiempo que encendía la vieja pipa a la espera de que la tormenta de su padre pasara y pudiera seguir.
VII) Explosivos.
Era un ejército de dwarfs avanzando bajo la intensa lluvia hacia el pueblo donde moraban los humanos, el castillo del rey se había venido abajo producto del fuego del dragón.
Ahora los enanos tendrían que quitar los escombros y reconstruirlo, se decía que lo podían hacer más rápido que lo que su jefe tardaba en lanzar una bocanada al aire.
Llegaron al improvisado campamento real, la emperatriz no los quiso recibir, sus sandalias eran nuevas, la lluvia las podía arruinar.
Un sirviente malhumorado por la visita los condujo hacia donde estaban las enormes ruinas, picos, mazas, martillos y toda la noche trabajando bajo la luz de los relámpagos.
Al amanecer el poder de sus herramientas, forjadas por el mismísimo Dios del Trueno, les había permitido levantar la morada del rey una vez más.
Entonces cuando la tormenta se fue una nube negra alada descendió hacia ellos, los enanos huyeron despavoridos detrás de los soldados y sirvientes del rey.
Sólo uno quedó en pie frente a la enorme bestia, lanzó una bocanada al aire al tiempo
que encendía un enorme cartucho de dinamita y lo arrojaba mientras el dragón abría sus fauces para cubrirlo de fuego.
El dragón eructó como si hubiera terminado de degustar una manada de corderos, huyó a través del campo tomándose el estomago y arrasando las tiendas de campaña.
La emperatriz quedó cubierta de barro, sus sandalias arruinadas, sus vestidos harapos y sus modales olvidados como su memoria en la cama de cada amante.
Thorval sonrió, ni siquiera tuvo que usar el martillo esta vez, las vacaciones se estaban tornando interesantes y prometedoras.
VIII) Durmiente.
Los enanos cavaban parejo, montañas de tierra a sus espaldas mientras hacían espacio para levantar los nuevos cimientos de la fortaleza del Rey Rojo.
En eso Magni y Modi encontraron al troll durmiendo en las profundidades de la recámara que apareció ante ellos.
Gunnar blandió su mazo y sus hermanos lo siguieron para acometer al gigante mientras éste se limitaba a darse vuelta para seguir con su sueño.
Ni siquiera los golpes que le propinaron lograron sacarlo del mundo onírico, al final los tres se detuvieron a planear su siguiente movimiento.
Llevaron los túneles hacia otra parte, abandonado al durmiente al que ni siquiera el ruido de los picos sacó de su prolongado descanso.
IX) Escombros.
Las antiguas murallas del reino fueron renovadas, a fuerza de martillo y trabajo.
Los enanos parecían uno solo trabajando bajo la lluvia, el sol y la nieve, las estaciones corrían como los escombros a medida que derrumbaban para levantar de nuevo.
Throval blandía su martillo deshaciendo a golpes todo lo que se ponía delante de su plan de mejoras.
En eso Magni dio la voz de alto llamando a sus hermanos a reunión, estudiaron el plano mientras fumaban.
Al parecer Modi había derrumbado más de la cuenta y tendrían que improvisar. Una de las cien esposas de Rojo venía a controlar la marcha de los trabajos, la Emperatriz había probado suerte con el pero no obtuvo la exclusividad en su harén y se marchó a intentarlo en otra parte.
Thorval corrigió el error de Modi reconstruyendo con la ayuda de su mazo la sección derrumbada, trazó nuevos cimientos en la tierra, dinamitó las rocas que entorpecían el paso y finalmente se sentó sobre un montículo a beber una fría cerveza del imperio rojo.
Justo debajo de él se levantaría la bodega real y ellos tendrían acceso exclusivo a la marea roja y blanca que custodiaría.
X) El salón de Thorval.
El salón fue forjado en la roca viva a fuerza de martillos y paciencia, los enanos saben de ello como de vengar las afrentas.
Jamás han cruzado ese enorme bastión y salido ilesos, ni siquiera los piel verde que son tan expertos en la batalla.
En el centro se levanta el trono de piedra, el que sólo tiene esculpido una runa.
Su rey se ha marchado a recorrer el mundo, renunciando a la veneración de los suyos mientras blande su martillo como si fuera una extensión de su brazo.
Crepita el fuego, él le lanza una bocanada y espera junto al lobo la inevitable batalla.
XI) La rebelión de los aldeanos.
Estandartes Azules, por todas partes veía estandartes Azules.
- Que salgan los caballeros gritó el Rey Rojo, traedme la armadura y la espada de Creta.
- Pero mi Señor dijo el anciano, no hay nadie aquí que pueda serviros.
- ¿Cómo os atrevéis a decirle eso a su Eminencia? replicó el Alfil.
- Me atrevo respondió el anciano porqué los aldeanos han dejado el castillo y se reúnen en el vado al otro lado del río.
No hay nadie que limpie, cocine, cace o haga lo que habitualmente hubieran hecho de no ser porque saben que tienen derechos.
- ¿Derechos?, el del Rey es divino y ellos deben aceptar su condición de servidores de una causa más alta agregó el Alfil.
La invasión Azul está a nuestras puertas y no tenemos quien se ocupe de nuestras necesidades, lo mejor será parlamentar para ganar tiempo.
- ¿Tiempo para qué? inquirió el Rey Rojo.
- Para poner entre ellos y nosotros varios cientos de miles de kilómetros de distancia respondió el Alfil.
- Yo de aquí no me muevo, preparad las torres de asedio, dar orden a los caballeros de que dejen de saltar de aquí para allá y se apresten para el combate.
- No tenemos caballos su Gracia, las armaduras fueron vendidas como objetos de colección a un tal HammerHand y las lanzas se usaron para hacer escobas
- Empeñar el tesoro real, contratar mercenarios de Carrara de ser necesario o de las tribus bárbaras del Pantano de Palencia.
- Tampoco queda oro, la Reina lo utilizó para decorar su casa y comprar tabaco de la isla de Creta.
- ¿Y dónde se ha metido esa mujer ahora?, cuando su esposo más la necesita.
- Como tiene libertad de movimientos ha decidido irse de peregrinación lejos de aquí.
- Los aldeanos piden hablar con su Majestad, quieren negociar un acuerdo y si no aceptamos nos demandarán.
- Malditos abogados, no hacen sino revolotear sobre nosotros como buitres.
- Cuervos, los buitres son los que dan las noticias.
- Déjenlos pasar dijo el Rey, total que puedo perder.
Entraron con los escudos listos, las espadas recién forjadas y una proclama declarándose libres de todo yugo.
- Y bueno dijo Rojo, si no me queda otras pueden hacer lo que les plazca. Eso sí, quisiera ir con ustedes como uno más.
Los aldeanos le dieron un escudo, una espada forjada por Thorval y decidieron echar mano del único tesoro que quedaba en aquel lugar: el de los Alfiles.
Con el material que encontraron construyeron casas, caminos y dieron forma a una nueva ciudad a la que llamaron….
Gesú cerró el libro y vio como Martiniano se había dormido, en eso llegó Mariana avisándoles que estaba la cena.
-¿A qué no sabes qué hay de comer Tío Gesú?.
- ¿Ravioles?.
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