I) DISFRAZADO DE PLANTA
He nacido perro de la calle, pero siempre me he sentido más un árbol que un can. Y dado que no existe un psicólogo canino he tenido que tratar de resolver éste problema leve de personalidad con los pocos medios de los que dispongo a mi alcance.
Así que refugiado entre las
macetas del patio de Ana, he pensado largo rato sobre la complejidad del
problema que me aqueja únicamente a mí. Los demás perros están preocupados por
perseguir autos sobre la calle Seis hasta la intersección con la Avenida Cinco.
Eso y esperar que los humanos les den algo de las sobras del almuerzo.
Yo no, me rehúso a tener tan
vanas pretensiones, sería como sólo esperar a poder morderme la cola en unos de
esos tontos juegos que los demás practican.
Quiero algo más, estirarme como
ese pino que antes era sólo una semilla y ahora roza las tejas negras del techo
de la vieja casa, buscando el calor del sol. Incluso ansío que un pájaro se
pose sobre mis ramas, alejando a esas moscas molestas y atrayendo a las
laboriosas abejas.
Deseo darle envidia a las
mariposas, que se la pasan agitando sus alas y durmiendo sobre las flores
bajas. Sentir la resina fluyendo por mis ramas, a las hormigas ir y venir,
tendría tanta atención dejando de ser sólo un perro de la calle.
De hecho me alejé de mis pares
persiguiendo una semilla de cardo, siempre me llamó la atención el color
violeta de su flor y cuando estaba por descubrir la estrategia de las plantas
para asentarse en otras partes, un par de brazos de un humano me sacaron de la
senda pensando que era uno de esos perros extraviados.
Ahora, con collar verde y dos
comidas diarias espero en esta prisión, que es el patio de la casa de Ana,
poder finalmente transformarme en una planta. Nada de ladridos, ni de vigilar,
sólo extender las raíces bajo la tierra sintiéndola latir intensamente.
II) PERSIGUIENDO AL SOL
Quién se ha creído ese, que puede venir cada tanto a robarme los espacios de la sombra que son míos. ¡Sí, he dicho míos y no estoy dispuesto a compartirlos contigo, no te hagas ilusiones ladrón dorado!
Para los demás serás fuente de
calor y de luz, pero yo prefiero la sombra del fresno o el callejón silencioso,
antes que recibir tu abrazo caluroso.
No quiero nada contigo,
devuélveme el rocío de las mañanas sobre la hierba así puedo levantar las gotas
como el viento hace con la lluvia. Así ese otro envidioso se dará cuenta de que
únicamente con soplar no se hace todo.
Vuestras tareas son muy simples,
la mía es de todo el día incluso cuando cae la noche sigo alerta a ese faro
plateado que dejas de sereno no sea cosa que alguien se quede con el cielo en
tu ausencia.
El único momento en que somos
amigos es al amanecer, cuando eres una luz suave en el horizonte. En dicho
momento que vistes un traje rojo, sin que te invada todavía la fiebre por el
oro que tienes en el cénit.
Luego rompemos relaciones, el
rocío se enamora de ti y me deja. La sombra se recluye bajo un árbol y el
viento me agita el cabello, nada parece estar bien hasta el siguiente amanecer.
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