martes

Don Roque

Todos los veranos nos juntábamos en la esquina de siempre, cerca de una frutería que con el tiempo se volvió un café, pero siguió siendo nuestro punto de referencia. Y todas las mañanas Don Roque pasaba con su vieja bicicleta, la que estaba tan vetusta que hasta parecía más grande en edad que su dueño.

Él se detenía un rato, nos contaba historias de sus viajes por el inhóspito sur, de las nieves eternas en los riscos, los ríos raudos que se llevaban en cada crecida casas, ganado y a veces algún cristiano.
Y así las quincenas se hacían eternas, hasta que finalmente llegaba el tiempo de separarnos hasta el año siguiente. Él siempre estuvo ahí, cada vez que fuimos hacia el otro lado del puente pasando el puerto.

A medida que fuimos creciendo sus historias se quedaron grabadas en nosotros, una vez a alguno se le ocurrió jugar al truco por plata y el viejo nos encontró en medio de una partida improvisada.
Nos dijo que no había que jugar por dinero, que eso solo podía traer malas consecuencias y al ver que no le hacíamos caso se fue en su vieja montura hasta la casa trayendo una botella llena de monedas.

A cara de perro nos jugó, quedándose con los ahorros que teníamos de todo el año y al final simplemente se rió:
- No tienen que jugar por plata, ni siquiera entre ustedes que son amigos, porque a la larga trae más males que la caja de Pandora.

Después de eso nos devolvió las monedas, incluso creo que había más de lo que teníamos inicialmente y se alejó en su bicicleta. Esa fue la última vez que lo vimos pero la enseñanza quedó marcada a fuego.

Así los años pasaron, hasta que una tarde en la que mi señora y mi hija decidieron irse a ver vidrieras me escabullí con la excusa de que necesitaba estirar las piernas. Pasé por el viejo local, ahora cerrado definitivamente y me encontré con uno de los ya no tan muchachos.

Capas de años, lágrimas y alegrías, nos pusimos al día quedándonos hasta que el sol bajó anunciando que debía regresar. Me contó que en una época había sido jugador compulsivo, que luego eso le trajo una serie de problemas pero que al final logró dejarlo atrás.

Había abierto un pequeño local de autoayuda a ludópatas, me dejo la tarjeta y no pude evitar que se me piantara una lágrima: el lugar se llama Don Roque.

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