BROTES
Contempló a su padre, ya entrado
en años, quien se empecinaba en mantener con vida una vieja planta que parecía
estar en ruinas.
—¿Por qué la seguís regando si
ya se secó?
—Acaso no es lo qué nos pasa a
todos, nos vamos secando con el tiempo pero debemos mantener vivos los brotes
jóvenes para asegurarnos que algo quede.
—Me olvidaba que hoy es Martes
de Filosofía.
—Nada de eso hijo, uno va envejeciendo, se
vuelve más sabio o más estúpido, pero si logra lo primero sabrá que lo
importante está en lo que uno ha hecho y le deja a los que vienen atrás.
—No es Miércoles de Melodramas,
Papá.
—Otra vez con lo mismo, yo trato
de aportar algo todos los días y vos me salís con tu sarcasmo.
—No es sarcasmo viejo, es que
parece que se fuera a terminar el mundo.
—El mundo seguirá girando
mientras un montón de nabos se gastan en ver qué tiene el otro en vez de ser
mejores, le transmiten basura a sus hijos y estos a sus nietos. Y yo acá
tratando de que esta planta crezca porque al final eso es lo único que queda,
la huella que dejamos en los demás.
Basta con tan poco, con decir
“gracias”, con un “buen día”, “por favor”. En lugar de eso perdemos el tiempo
con todas esas porquerías que han estropeado el lenguaje, lo han cortado al
punto tal de que ya no son ni monosílabos.
—El mate se enfría viejo.
—¡Y un carajo el mate!, déjalo
ahí que ya voy.
Entonces Pierluigi dejó la pequeña planta arruinada en el muro que separaba su patio del de su vecino y se dirigió despacio, como quien sabe que el tiempo igual pasa deprisa, a tomarse unos verdes.
Y a ver si podía convencer a ese
cabeza dura que tenía por hijo de algo de todo lo que él hasta ahora seguía
tomando como cosas de viejo.
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