I).
Hoy los cielos se estremecen
y brindan en su nombre,
se ríen los truenos y
llueve Malbec.
Los orcos del clan se
bañan en la lluvia tinta,
y a la carcajada saltan
con el viento,
Bajo los árboles viejos…
se enciende el fuego
y va a durar,
de todas partes llega el susurro,
el bosque se levanta a
saludar al guerrero…
y la horda fiera
con su honor salvaje,
y los elfos de orejas largas
con la magia en el aire,
y los enanos ceñudos
con su hierro y sus piedras,
y los nobles taurinos
como colosos amables…
Todos ellos junto al fuego
ríen y brindan
y festejan su nombre.
II).
En los clanes orcos llegada la edad de siete años, los aprendices a guerreros deben pasar una serie de pruebas. Una de ellas consiste en atravesar la región montañosa repleta de gigantes armados con poderosos sekures y jalar la barba de estos seres ancestrales.
Los que lo logren recibirán el medallón de coraje, el cual en su centro presenta la imagen de un enorme lobo y podrán acceder al enorme bastión en donde estas criaturas son criadas, para convertirse en la élite de la horda: el jinete de huargos.
Y ahí se encontraba el joven Martuk, enviado tan solo con un pequeño pico para poder escalar, teniendo que atravesar el paso montañoso del norte. Hacía tiempo que no veía a ninguno de sus compañeros de juego, la nieve comenzaba a caer, sus provisiones consistían en pan endurecido y bebía del agua que se colaba por las grietas de aquel lugar.
Entonces a llegar a un claro entre la formación rocosa encontró al legendario gigante, conocido como El Barba, el que portaba una enorme piel de oso, cazado en el bosque del sur en su constante peregrinaje por el continente.
Sus enormes brazos estaban ocupados afilando la pesada hacha que portaba, a la que llamaba Cabeza de Dragón, pues entre ambos filos se erigía la imagen de un poderoso drako rojo.
Martuk contempló a su objetivo, solo necesitaba jalar la barba del gigante y volver presuroso a la aldea en donde sus congéneres esperaban. Se aprestó para el salto, desde una saliente del terreno y entonces hurtó un cabello del rostro de su blanco.
Corrió a toda prisa, pasos cortos, veloces y seguros hasta encontrarse en la puerta de la aldea. Lo que recibió no fue un premio, sino un chirlo de parte de su madre por tironearle la barba a su invitado.
-¿De dónde sacaste esa idea? pregunto Mariana.
-Ritual de iniciación jefa, respondió el pequeño orco.
-Esto es obra de Piero, cuando venga lo hiervo vivo.
-Hervir vivo formar parte de ritual de la horda dijo el pequeño y se alejó escaleras arriba, para mostrarle a su hermana el trofeo conseguido además de la marca de batalla.
Dedicado a Martiniano, quien en sus constantes travesuras ha dado lugar a esta historia. Esto no debe ser replicado en casa.
III).
- Aquí hace demasiado calor dijo el mago y sus dos orejas puntiagudas, que nunca dejaban de moverse, percibieron algo entre el follaje de la selva.
Tan solo sería una osa parda buscando algo que comer en ese lugar inhóspito, pero por las dudas apretó la lanza de acero, forjada por el mismísimo HammerHand.
Lejos quedaban los días en que los tres, Renzok, El Barba y Grokk, combatían a los enemigos que se les plantaban enfrente.
Y por si fuera poco su antiguo hogar estaba desconocido, tras largos años de batallas, oro y golpes.
Sin embargo el recuerdo estaba fresco, a los lejos se veían los destellos de la Forja del Trueno, en donde Mano de Martillo seguía creando sus poderosas armas.
Y en algún lugar, en las Falas de Ajó, tras la niebla del mar se encontraba el bastión de rocas del exiliado.
Los caminos los llevaban lejos, o de vuelta a los comienzos pensaba, mientras buscaba el claro en donde su familia estaba la última vez.
La torre arcana parecía hacer retroceder a las criaturas de la jungla, pero no a los dragones que moraban en torno a ella. Renzok se acercó con la lanza lista para usarla si alguno de esos drakos se ponía peligroso, pero no ocurrió nada y al abrirse la puerta descubrió el motivo.
- ¿Estas son horas de llegar? preguntó su esposa.
- Pero, mi amor…
-Nada de peros, te fuiste de parranda con esos dos de nuevo.
- Apenas fue un rato, era sábado.
- Si, pero eso fue hace cinco años.
-¿Cinco?, como vuela el tiempo… ¿y los niños, me extrañaron?.
- El pequeño ya puede domar a los rojos que están afuera y el otro día se fugó de la escuela en uno. Tu hija controla los elementales y los tiene preparando la cena de los orcos, que tu otro amigo dejó apostados aquí.
- ¿Los orcos del Clan del Trueno y el Metal siguen aquí?, que cosa éste Grokk.
- Siempre cae cuando menos lo esperamos y se come todo.
- Mi amor, él siempre estuvo “robusto”.
- Dicen que se bebió hasta el agua de la fragua de HammerHand.
-Uh, con razón El Barba andaba serio la última vez.
- Dijo eso no es agua Fiori, y él le contestó: ¿ah, no?, sabe a Malbec.
- Uno peor que el otro, ¿dónde dejaste al ave de fuego?.
- Grokk se la comió y le dio indigestión.
- Hay que ponerlo a dieta cuando venga, mientras podrías ayudarme a ordenar la casa, la ventisca vendrá pronto.
- Está bien, voy por mi lanza a lo de Yisus y vuelvo.
- Te espero acá, tengo una receta nueva de budín de pan.
Renzok corrió a toda prisa, deseando que Grokk tuviera lugar en donde alojarlo.
IV).
Les contó la historia de cómo el pueblo nació y se volvió un lugar gobernado por la codicia y el materialismo.
Sólo los pequeños lo escuchaban mientras los adultos se deshacían de ellos para seguir con sus vidas atareadas.
Los campos crecían verdes y brillantes bajo el sol que reflejaba el lujo conseguido, antes había dragones y los habitantes le rendían culto cada año para que los protegieran de cualquier mal.
Luego la enorme estatua azul fue removida y en su lugar se puso el enorme mercado, en el que los comerciantes hacían una fortuna.
Una noche los niños fueron a buscar al anciano y lo guiaron hacia lo alto de la colina que se levantaba sobre el pueblo.
Le dieron un megáfono y con un improvisado dragón de madera imitaron a la bestia que hacia tiempo se había ido.
Los pequeños lo armaron según sus relatos, con maderas y trapos que los hombres y mujeres del pueblo abandonaban día a día.
Los ojos eran dos faroles viejos, el fuego una fogata que se avivaba aprovechando el viento del norte y la voz ronca del anciano con el megáfono que la amplificaba.
Los adultos tuvieron un feo despertar y peor aún descubrieron que los niños no estaban, al ver al dragón en la noche oscura tuvieron temor, el oro no los salvaría de una maldición y mucho menos de un dragón iracundo.
Al amanecer encontraron al anciano guiando a los niños de vuelta y él se limitó a señalar la plaza central, los adultos decidieron reconstruir la enorme estatua y cuidar más a los pequeños.
Así el anciano vio como el pueblo volvía a sus comienzos y sonriendo lanzó una bocanada de humo que cubrió la tarde del aroma a tabaco, un viejo hábito de alguien que portando un martillo le debía una partida más, al viejo dragón que ahora dormía en él.
V).
Cuando me volvía a MDQ,
yo esperaba y el bondi no pasaba.
Sentado en la pila de piedras
llegó uno y yo le dije:
- ¿Eres el bondi, que 13:15 sale de aquí?.
- No, no, no, ese ya pasar debió,
sí, sí respondió bizqueando el cochero troll.
- No es posible, yo estuve siempre aquí y
nunca jamás pasar lo vi.
-Mmm extraña cosa ocurre, sí, y una verde mosca devoró
olvidándose de mí el cochero troll
Y fui a la boletería con mi arco tenso y mi garrote presto,
mascando la rabia del clan,
el escudo de la Horda sobre el pecho.
Y la bruja enana, la del ojo chueco me derivó
al bondi nuevo, no sin trucos y tretas de
retorcida bruja enana.
- Pero una hora quince pierdo yo, ¿quién me la pagará aquí?.
-No, yo no, sí, sí, sí, mientras la vieja bruja hurgaba su nariz.
-Maldita bruja y maldito el cochero troll,
la próxima vez viajaré en bestia Kodo.
VI).
No se queje tanto,
yo viajo seguido en bondi
y por lo general voy parado.
El chófer se cree hermano del viento
ya me parecía que algo de bestia tenía,
es un troll disfrazado
así que me llevare el libro de conjuros
para desenmascararlo al muy taimado
no sea cosa que después de las seis de la tarde
se le ocurra comerse a los pasajeros de San Bernardo
y quedarse con la recaudación.
Algo me sospechaba
pero el conjuro de la bruja es muy fuerte
siento como si me estuviera atrayendo
hacia su casa cerrada, pero estimo que las
puertas se abrirán para devorarme
dejando solo el martillo y el escudo.
O tal vez pueda derrotar a esa enredadera endemoniada
si llevo suficiente Malbec para armarme de coraje
y dejar el tendal tras mis pasos,
mientras las llamas se alzan hacia el cielo
derrumbándose el castillo de su majestad.
Claro que para tan largo viaje necesito dinero,
el boleto está muy caro
todo culpa del troll y la bruja
que se las ingenian para detener a éste guerrero,
de armadura abollada y escudo lleno de marcas.
VII).
Cada sol era un reflejo de los Viejos Dioses, los que después de forjar éste mundo dejaron esos enormes faroles como muestra de su poder, vigilando desde lo alto a sus hijos. Tras el éxodo de los dragones apenas quedó un puñado de seres provistos de la sabiduría de antaño, los que guiaron a los moradores del mundo.
Sin embargo poco a poco el hombre fue acumulando conocimiento, fortuna y creyó poder explicar todo lo que ocurría a su alrededor e incluso controlar las cosas, aunque había demasiado que escapaba a su conocimiento.
Así comenzaron a perseguir a quienes contradecían todo lo que se había investigado, codificado y establecido como la palabra suprema, quienes antes eran considerados sabios fueron desapareciendo de a poco. Hasta que solo hubo uno.
Y llegó el día en el cual los gobernantes, quienes se proclamaban reyes en el nombre de los poderes antiguos, hicieron comparecer al viejo mago que vivía en una torre al pie de las montañas del norte.
El sol comenzaba a surgir en el horizonte, su otro hermano ya había sido engullido por el mar, cuando el hechicero cruzó el viejo camino que había visto forjar a los ancestros de quienes ahora vivían allí.
Llegó a la enorme puerta del palacio en donde uno de los pajes lo condujo ante aquel al que llamaban señor, que no era otra cosa más que un obeso, pudiente y mal educado ser. Rodeado estaba el rey de un montón de cortesanos aduladores, su esposa en tanto no perdía la oportunidad de ver a cuál de los caballeros de la corte se llevaría a sus aposentos.
Vieron venir al endeble anciano, la barba larga, las ojeras, el bastón que parecía se iba a quebrar bajo su peso y su andar cansado le daba todas las características de simplemente alguien demasiado viejo.
Los inquisidores llegaron de pronto, portando mesas y sillas, un hombre más obeso que el rey se sentó frente al mago acompañado por dos secuaces. Los cargos contra el eran muchos, desde brujería hasta alquimia, pasando por encantamiento del bosque y sequías. Hasta se decía que había hecho volar a una vaca para mofarse de los cobradores de impuestos.
El mago rió, algo que acalló los murmullos de los cortesanos, la reina se movió inquieta en su asiento, su esposo dejó la pesada pierna de cerdo que había estado royendo. El tribunal agregó un cargo más: insubordinación a la autoridad. El hombre fofo, calvo y gordo hizo caer el martillo, culpable, a la hoguera con él.
El anciano no se resistió mientras dos verdugos con gruesas capuchas lo llevaban al patio, allí habían preparado una enorme hoguera y el pueblo esperaba ver el espectáculo. El mago simplemente dejó que las llamas lo alcanzarán, levantó la vista al cielo y pronunció el nombre del sol, su padre, en la lengua antigua.
Entonces las llamas se avivaron, consumiendo al viejo mago y liberándolo de esa prisión que era su cuerpo. Un enorme dragón surgió en su lugar, dejando petrificados a los que allí se encontraban y desatando un océano de fuego sobre el resto de los pobladores.
El fuego mágico, aliento del sol, era tan poderoso que borró de un manotazo toda la obra del hombre. Y al ser humano mismo. Entonces por primera vez en un milenio la noche llegó, disipándose las cenizas del viejo mundo en el viento para que al llegar el nuevo día el más joven de los astros reclamara su reino eterno sobre el día.
Y así el ahora rejuvenecido mago vio como el mundo iniciaba un nuevo amanecer, poblándose de seres vivientes que esta vez sí respetaron el ciclo de las cosas.
VIII).
Gesú dejó a un lado el pincel, los enanos estaban listos, sus ojos cansados. Se apartó de la enorme lupa con la que le daba color a las miniaturas y decidió que era hora de dar un paseo antes de dormir.
Dejó las barajas apiladas al costado del tablero, el viento que se coló al cerrar la puerta de la calle dio vuelta una de las cartas y quedo al descubierto un hechizo, “Liberación: Todo tu ejército se apresta para la batalla. Defensa +2, Ataque +2.”
Los enanos cobraron vida, el que llevaba el estandarte hizo sonar el cuerno de batalla y sus hermanos acudieron raudos al encuentro. Rostros ceñudos, cuerpos pequeños, macizos y acorazados. Los martillos chocando contra los escudos, era hora de hacer sentir el clamor de la montaña.
Al Sur se levantaba el reino humano, los caballeros se aprestaban para la contienda, los alfiles rezaban y luego huían a esconderse. Las espadas eran afiladas, los escudos calzados, los caballos poseían una runa, “Embestida: Las defensas bajan +1, Ataque +1.”
Al Oeste los orcos habían sido llamados a la batalla, portaban armaduras negras, enormes hachas y montaban lobos oscuros como la noche. Ellos no usaban encantamientos como el resto de las razas, poseían algo llamado “Gloriosa Batalla: Ataque +1, Demolición +2.”
Al Este los elfos habían oído en el susurro del bosque la contienda que se anunciaba, sus arcos eran la mejor ventaja en la batalla. Podían desvanecerse en cualquier lugar, “Camuflaje: Defensa + 3. Al atacar: Defensa +1, Ataque +2.”
Y así los cuatro reinos estaban en guerra, nadie sabía bien porque pero la mano del destino los enviaba a la carga una vez más. En eso, el quinto oponente salió a cortarles el paso desde el centro del tablero.
Los goblins de Martuk, armados solo con pequeños puñales, arremetían con coraje a todos los demás. El hecho de pelear en grupo les daba una ventaja única, “S.U.G. (Sindicato Unido de los Goblins): Por cada miembro el grupo gana Ataque +1, Defensa +2”.
Los orcos no vieron a los goblins; los enanos venían con el yelmo calzado, el ceño fruncido y los pasos cortos; los humanos al galope por la llanura; los elfos aguardaban entre los árboles del bosque.
El choque fue terrible, quedó un tendal de escudos, espadas, hachas, arcos y al final Martuk se irguió victorioso encima de todos los demás héroes.
En eso Gesú regresó a la casa, acomodó las cartas nuevamente y viendo al pequeño goblin encima de la montaña de guerreros lo tomó por el puñal.
-Este le va a quedar bárbaro a Martiniano dijo, apagando la luz y dando lugar al final de la batalla hasta la noche siguiente.
IX).
Abandonó lentamente su guarida, en medio del bosque susurrante, la noche era su elemento.
Entonces al abrir la pesada puerta que comunicaba con las tierras del sur, el sol lo cegó.
- Esta es una artimaña de los altos elfos, malditos adoradores del sol dijo equipando su vista con unos adminículos que llevaba en su morral.
La enorme pared se levantaba señalando la última defensa contra los enemigos meridionales y fue cuando al llegar al final de esta sintió la presencia de aquella bestia.
La observó apretujado contra el muro, llevaba su pequeña espada por suerte, el golem de granito escavaba cerca de su fortaleza.
- Quiere mi oro, el que he conseguido con mis hazañas, intercambiando pieles y extrayendo minerales en el páramo rojo. No lo dejare, pero mejor busco ayuda.
Y sus ojos fueron hacia el otro lado, en el lugar en donde estaba el santuario. Allí habría algo que le sirviera, saltó el cerco mágico encontrándose con un espíritu salvaje.
- Tú eres la respuesta a mis plegaria le dijo a la invocación de lobo que lo observaba. Te quitare ese lazo mágico dijo y como era de esperarse recibió un tarascón.
En eso una mano lo levantó por los aires.
- No te dije que no molestes a Pietra.
- Me mordió papá.
- También te dije que cuando estoy trabajando Pietra tiene que estar atada, sino deja el patio como un campo de batalla.
- Yo quería ganar experiencia soltando su lazo mágico.
- Voy a tener que hablar seriamente con tu tío Renzo, ese juego que te regaló te está afectando. Y los lentes de sol de tu madre ¿para qué los agarraste?.
- Es por el sol, no tengo bonificación contra altos elfos sino.
- Y también con tu tía Débora, cosa que le deje el trasero morado a Renzo.
Dicho esto procedí a curarle el raspón a mi pequeña, Pietra nos observaba desde el umbral.
X).
Tan solo el sonido del martillo y el viento sacudiendo las cañas que obran de llamadores de ángeles.
El pueblo está sumido en una extraña atmósfera, es como si todos hubieran sido llevados a otra parte.
Descubrí más tarde que los viernes se organizaban unos encuentros denominados partidas, aunque nadie se iba hasta el sábado en la tarde.
Unos cuantos dados de colores, mazos con diversas figuras mitológicas y héroes pintados a mano.
Los goblins emergían de cualquier grieta (incluso ahora hay uno en mi escritorio), los orcos peleaban con los enanos la posesión de las colinas, los humanos domaban los llanos con sus veloces corceles y los elfos no estaban incluidos en esta versión.
Así, con una copa en la mano y una hogaza de pan pasé la velada contemplando el espectáculo en el que nunca habrá un ganador.
La partida es eterna.
XI).
El rey observó a su paje,
a los alfiles y a los ricos
murmurando por lo bajo.
Vio la sala atestada de personas
que venían a reclamarle algo,
al gordo recaudador sonriéndole
a una de las damas de su corte.
Pudo sentir el gélido llamado
del viento que se colaba por
alguna hendija y de pronto
se sintió joven de nuevo.
Arrojó la capa, la espada y
el anillo a la muchedumbre,
hubo un desbande general
en pos de esos adminículos.
Cuando la calma volvió
la corona descansaba
inerte sobre el trono,
un murmullo se extendió
entre las personas allí reunidas
eclipsado por el galope
de la vieja montura
alejándose hacia el infinito.
¡Qué esto lo arregle otro!.
XII).
- ¡Traigan los almohadones!, rápido, rápido,
gritaba el viejo lacayo y corría a uno y otro lado,
las gordas sirvientas chillaban y soplaban
como soplaba la tetera en el fuego temprano.
-Que todo esté listo, almohadones y pasteles rojos,
el té de hebras y los pequeños perros falderos
acicalados y lustrosos.
El palacio tamborileaba sobre sus pisos de piedra,
los pasos de los criados y mozos de cuerda.
Todos corrían, hasta la gallina vieja
que se escapó por poco de la sopa espesa
-¡Que todo esté listo!, rápido, rápido,
que se levantó la reina.
XIII).
La reina está como ausente
su corazón ya no siente
y sus ojos ya no miran.
Se fue, aun quedándose quieta,
como la niebla en el día.
La pobre siguió durmiendo
y ahora sueña que está viva.
XIV).
La tierra es roja, una leyenda habla de la sangre de orco que se vertió en aquel, lugar hasta el mismo centro de ese mundo de constantes guerras que culminaron en éste desierto, donde aún hay restos de la antigua magia que lo convirtió en esta desolación.
La base de la horda se alzaba en un descampado, en donde los peones atareados culminaban
con las últimas obras, en la serrería se elaboraban escudos más resistentes mientras los poderosos guerreros de piel verde afilaban sus pesadas hachas.
El cazador contempló la marcha de los preparativos complacido y fraguó sus planes sonriendo por lo bajo.
Vio brillar al sol carmesí las lanzas de sus compatriotas y se regocijo sabiendo que ahora las poderosas huestes orcas estarían mejor preparadas con aquellos letales lanceros.
Las torres de defensa recién terminaban de ser levantadas, pero aquello, pensó él, era una pequeña precaución.
Sabía muy bien que no se quedaría allí esperando a los invasores, les demostraría quien mandaba cayendo sobre ellos con la fuerza y la magia vudú que el controlaba.
El grito de un centinela lo sacó de sus pensamientos, era un buen momento para medir fuerzas
aunque el enemigo no estaba a su altura.
Entonces los magos del azote le dieron una sorpresa, cuando de la nada aparecieron oscuros sirvientes que aumentaron considerablemente su número.
Algo no iba bien y el combate duró un instante, cayendo los orcos para levantarse en su lugar lacayos que se unieron a las filas de aquel terrible señor, cuyos poderes mandaron a volar por los aires las pesadas catapultas que habían sido construidas recientemente.
Los peones abandonaban las destruidas madrigueras, siendo atacados por escarabajos que precedían a su amo.
El cazador se vio rodeado de enemigos cayendo malherido, viendo antes de desvanecerse como el altar que esa mañana contemplaba con orgullo se derrumbaba en llamas.
La fuerza de la horda acababa de ser aplastada con el puño de hierro de quien sería conocido como el Hacedor de Huesos.
Y una plaga de langostas oscureció el sol carmesí.
Hoy los cielos se estremecen
y brindan en su nombre,
se ríen los truenos y
llueve Malbec.
Los orcos del clan se
bañan en la lluvia tinta,
y a la carcajada saltan
con el viento,
Bajo los árboles viejos…
se enciende el fuego
y va a durar,
de todas partes llega el susurro,
el bosque se levanta a
saludar al guerrero…
y la horda fiera
con su honor salvaje,
y los elfos de orejas largas
con la magia en el aire,
y los enanos ceñudos
con su hierro y sus piedras,
y los nobles taurinos
como colosos amables…
Todos ellos junto al fuego
ríen y brindan
y festejan su nombre.
II).
En los clanes orcos llegada la edad de siete años, los aprendices a guerreros deben pasar una serie de pruebas. Una de ellas consiste en atravesar la región montañosa repleta de gigantes armados con poderosos sekures y jalar la barba de estos seres ancestrales.
Los que lo logren recibirán el medallón de coraje, el cual en su centro presenta la imagen de un enorme lobo y podrán acceder al enorme bastión en donde estas criaturas son criadas, para convertirse en la élite de la horda: el jinete de huargos.
Y ahí se encontraba el joven Martuk, enviado tan solo con un pequeño pico para poder escalar, teniendo que atravesar el paso montañoso del norte. Hacía tiempo que no veía a ninguno de sus compañeros de juego, la nieve comenzaba a caer, sus provisiones consistían en pan endurecido y bebía del agua que se colaba por las grietas de aquel lugar.
Entonces a llegar a un claro entre la formación rocosa encontró al legendario gigante, conocido como El Barba, el que portaba una enorme piel de oso, cazado en el bosque del sur en su constante peregrinaje por el continente.
Sus enormes brazos estaban ocupados afilando la pesada hacha que portaba, a la que llamaba Cabeza de Dragón, pues entre ambos filos se erigía la imagen de un poderoso drako rojo.
Martuk contempló a su objetivo, solo necesitaba jalar la barba del gigante y volver presuroso a la aldea en donde sus congéneres esperaban. Se aprestó para el salto, desde una saliente del terreno y entonces hurtó un cabello del rostro de su blanco.
Corrió a toda prisa, pasos cortos, veloces y seguros hasta encontrarse en la puerta de la aldea. Lo que recibió no fue un premio, sino un chirlo de parte de su madre por tironearle la barba a su invitado.
-¿De dónde sacaste esa idea? pregunto Mariana.
-Ritual de iniciación jefa, respondió el pequeño orco.
-Esto es obra de Piero, cuando venga lo hiervo vivo.
-Hervir vivo formar parte de ritual de la horda dijo el pequeño y se alejó escaleras arriba, para mostrarle a su hermana el trofeo conseguido además de la marca de batalla.
Dedicado a Martiniano, quien en sus constantes travesuras ha dado lugar a esta historia. Esto no debe ser replicado en casa.
III).
- Aquí hace demasiado calor dijo el mago y sus dos orejas puntiagudas, que nunca dejaban de moverse, percibieron algo entre el follaje de la selva.
Tan solo sería una osa parda buscando algo que comer en ese lugar inhóspito, pero por las dudas apretó la lanza de acero, forjada por el mismísimo HammerHand.
Lejos quedaban los días en que los tres, Renzok, El Barba y Grokk, combatían a los enemigos que se les plantaban enfrente.
Y por si fuera poco su antiguo hogar estaba desconocido, tras largos años de batallas, oro y golpes.
Sin embargo el recuerdo estaba fresco, a los lejos se veían los destellos de la Forja del Trueno, en donde Mano de Martillo seguía creando sus poderosas armas.
Y en algún lugar, en las Falas de Ajó, tras la niebla del mar se encontraba el bastión de rocas del exiliado.
Los caminos los llevaban lejos, o de vuelta a los comienzos pensaba, mientras buscaba el claro en donde su familia estaba la última vez.
La torre arcana parecía hacer retroceder a las criaturas de la jungla, pero no a los dragones que moraban en torno a ella. Renzok se acercó con la lanza lista para usarla si alguno de esos drakos se ponía peligroso, pero no ocurrió nada y al abrirse la puerta descubrió el motivo.
- ¿Estas son horas de llegar? preguntó su esposa.
- Pero, mi amor…
-Nada de peros, te fuiste de parranda con esos dos de nuevo.
- Apenas fue un rato, era sábado.
- Si, pero eso fue hace cinco años.
-¿Cinco?, como vuela el tiempo… ¿y los niños, me extrañaron?.
- El pequeño ya puede domar a los rojos que están afuera y el otro día se fugó de la escuela en uno. Tu hija controla los elementales y los tiene preparando la cena de los orcos, que tu otro amigo dejó apostados aquí.
- ¿Los orcos del Clan del Trueno y el Metal siguen aquí?, que cosa éste Grokk.
- Siempre cae cuando menos lo esperamos y se come todo.
- Mi amor, él siempre estuvo “robusto”.
- Dicen que se bebió hasta el agua de la fragua de HammerHand.
-Uh, con razón El Barba andaba serio la última vez.
- Dijo eso no es agua Fiori, y él le contestó: ¿ah, no?, sabe a Malbec.
- Uno peor que el otro, ¿dónde dejaste al ave de fuego?.
- Grokk se la comió y le dio indigestión.
- Hay que ponerlo a dieta cuando venga, mientras podrías ayudarme a ordenar la casa, la ventisca vendrá pronto.
- Está bien, voy por mi lanza a lo de Yisus y vuelvo.
- Te espero acá, tengo una receta nueva de budín de pan.
Renzok corrió a toda prisa, deseando que Grokk tuviera lugar en donde alojarlo.
IV).
Les contó la historia de cómo el pueblo nació y se volvió un lugar gobernado por la codicia y el materialismo.
Sólo los pequeños lo escuchaban mientras los adultos se deshacían de ellos para seguir con sus vidas atareadas.
Los campos crecían verdes y brillantes bajo el sol que reflejaba el lujo conseguido, antes había dragones y los habitantes le rendían culto cada año para que los protegieran de cualquier mal.
Luego la enorme estatua azul fue removida y en su lugar se puso el enorme mercado, en el que los comerciantes hacían una fortuna.
Una noche los niños fueron a buscar al anciano y lo guiaron hacia lo alto de la colina que se levantaba sobre el pueblo.
Le dieron un megáfono y con un improvisado dragón de madera imitaron a la bestia que hacia tiempo se había ido.
Los pequeños lo armaron según sus relatos, con maderas y trapos que los hombres y mujeres del pueblo abandonaban día a día.
Los ojos eran dos faroles viejos, el fuego una fogata que se avivaba aprovechando el viento del norte y la voz ronca del anciano con el megáfono que la amplificaba.
Los adultos tuvieron un feo despertar y peor aún descubrieron que los niños no estaban, al ver al dragón en la noche oscura tuvieron temor, el oro no los salvaría de una maldición y mucho menos de un dragón iracundo.
Al amanecer encontraron al anciano guiando a los niños de vuelta y él se limitó a señalar la plaza central, los adultos decidieron reconstruir la enorme estatua y cuidar más a los pequeños.
Así el anciano vio como el pueblo volvía a sus comienzos y sonriendo lanzó una bocanada de humo que cubrió la tarde del aroma a tabaco, un viejo hábito de alguien que portando un martillo le debía una partida más, al viejo dragón que ahora dormía en él.
V).
Cuando me volvía a MDQ,
yo esperaba y el bondi no pasaba.
Sentado en la pila de piedras
llegó uno y yo le dije:
- ¿Eres el bondi, que 13:15 sale de aquí?.
- No, no, no, ese ya pasar debió,
sí, sí respondió bizqueando el cochero troll.
- No es posible, yo estuve siempre aquí y
nunca jamás pasar lo vi.
-Mmm extraña cosa ocurre, sí, y una verde mosca devoró
olvidándose de mí el cochero troll
Y fui a la boletería con mi arco tenso y mi garrote presto,
mascando la rabia del clan,
el escudo de la Horda sobre el pecho.
Y la bruja enana, la del ojo chueco me derivó
al bondi nuevo, no sin trucos y tretas de
retorcida bruja enana.
- Pero una hora quince pierdo yo, ¿quién me la pagará aquí?.
-No, yo no, sí, sí, sí, mientras la vieja bruja hurgaba su nariz.
-Maldita bruja y maldito el cochero troll,
la próxima vez viajaré en bestia Kodo.
VI).
No se queje tanto,
yo viajo seguido en bondi
y por lo general voy parado.
El chófer se cree hermano del viento
ya me parecía que algo de bestia tenía,
es un troll disfrazado
así que me llevare el libro de conjuros
para desenmascararlo al muy taimado
no sea cosa que después de las seis de la tarde
se le ocurra comerse a los pasajeros de San Bernardo
y quedarse con la recaudación.
Algo me sospechaba
pero el conjuro de la bruja es muy fuerte
siento como si me estuviera atrayendo
hacia su casa cerrada, pero estimo que las
puertas se abrirán para devorarme
dejando solo el martillo y el escudo.
O tal vez pueda derrotar a esa enredadera endemoniada
si llevo suficiente Malbec para armarme de coraje
y dejar el tendal tras mis pasos,
mientras las llamas se alzan hacia el cielo
derrumbándose el castillo de su majestad.
Claro que para tan largo viaje necesito dinero,
el boleto está muy caro
todo culpa del troll y la bruja
que se las ingenian para detener a éste guerrero,
de armadura abollada y escudo lleno de marcas.
VII).
Cada sol era un reflejo de los Viejos Dioses, los que después de forjar éste mundo dejaron esos enormes faroles como muestra de su poder, vigilando desde lo alto a sus hijos. Tras el éxodo de los dragones apenas quedó un puñado de seres provistos de la sabiduría de antaño, los que guiaron a los moradores del mundo.
Sin embargo poco a poco el hombre fue acumulando conocimiento, fortuna y creyó poder explicar todo lo que ocurría a su alrededor e incluso controlar las cosas, aunque había demasiado que escapaba a su conocimiento.
Así comenzaron a perseguir a quienes contradecían todo lo que se había investigado, codificado y establecido como la palabra suprema, quienes antes eran considerados sabios fueron desapareciendo de a poco. Hasta que solo hubo uno.
Y llegó el día en el cual los gobernantes, quienes se proclamaban reyes en el nombre de los poderes antiguos, hicieron comparecer al viejo mago que vivía en una torre al pie de las montañas del norte.
El sol comenzaba a surgir en el horizonte, su otro hermano ya había sido engullido por el mar, cuando el hechicero cruzó el viejo camino que había visto forjar a los ancestros de quienes ahora vivían allí.
Llegó a la enorme puerta del palacio en donde uno de los pajes lo condujo ante aquel al que llamaban señor, que no era otra cosa más que un obeso, pudiente y mal educado ser. Rodeado estaba el rey de un montón de cortesanos aduladores, su esposa en tanto no perdía la oportunidad de ver a cuál de los caballeros de la corte se llevaría a sus aposentos.
Vieron venir al endeble anciano, la barba larga, las ojeras, el bastón que parecía se iba a quebrar bajo su peso y su andar cansado le daba todas las características de simplemente alguien demasiado viejo.
Los inquisidores llegaron de pronto, portando mesas y sillas, un hombre más obeso que el rey se sentó frente al mago acompañado por dos secuaces. Los cargos contra el eran muchos, desde brujería hasta alquimia, pasando por encantamiento del bosque y sequías. Hasta se decía que había hecho volar a una vaca para mofarse de los cobradores de impuestos.
El mago rió, algo que acalló los murmullos de los cortesanos, la reina se movió inquieta en su asiento, su esposo dejó la pesada pierna de cerdo que había estado royendo. El tribunal agregó un cargo más: insubordinación a la autoridad. El hombre fofo, calvo y gordo hizo caer el martillo, culpable, a la hoguera con él.
El anciano no se resistió mientras dos verdugos con gruesas capuchas lo llevaban al patio, allí habían preparado una enorme hoguera y el pueblo esperaba ver el espectáculo. El mago simplemente dejó que las llamas lo alcanzarán, levantó la vista al cielo y pronunció el nombre del sol, su padre, en la lengua antigua.
Entonces las llamas se avivaron, consumiendo al viejo mago y liberándolo de esa prisión que era su cuerpo. Un enorme dragón surgió en su lugar, dejando petrificados a los que allí se encontraban y desatando un océano de fuego sobre el resto de los pobladores.
El fuego mágico, aliento del sol, era tan poderoso que borró de un manotazo toda la obra del hombre. Y al ser humano mismo. Entonces por primera vez en un milenio la noche llegó, disipándose las cenizas del viejo mundo en el viento para que al llegar el nuevo día el más joven de los astros reclamara su reino eterno sobre el día.
Y así el ahora rejuvenecido mago vio como el mundo iniciaba un nuevo amanecer, poblándose de seres vivientes que esta vez sí respetaron el ciclo de las cosas.
VIII).
Gesú dejó a un lado el pincel, los enanos estaban listos, sus ojos cansados. Se apartó de la enorme lupa con la que le daba color a las miniaturas y decidió que era hora de dar un paseo antes de dormir.
Dejó las barajas apiladas al costado del tablero, el viento que se coló al cerrar la puerta de la calle dio vuelta una de las cartas y quedo al descubierto un hechizo, “Liberación: Todo tu ejército se apresta para la batalla. Defensa +2, Ataque +2.”
Los enanos cobraron vida, el que llevaba el estandarte hizo sonar el cuerno de batalla y sus hermanos acudieron raudos al encuentro. Rostros ceñudos, cuerpos pequeños, macizos y acorazados. Los martillos chocando contra los escudos, era hora de hacer sentir el clamor de la montaña.
Al Sur se levantaba el reino humano, los caballeros se aprestaban para la contienda, los alfiles rezaban y luego huían a esconderse. Las espadas eran afiladas, los escudos calzados, los caballos poseían una runa, “Embestida: Las defensas bajan +1, Ataque +1.”
Al Oeste los orcos habían sido llamados a la batalla, portaban armaduras negras, enormes hachas y montaban lobos oscuros como la noche. Ellos no usaban encantamientos como el resto de las razas, poseían algo llamado “Gloriosa Batalla: Ataque +1, Demolición +2.”
Al Este los elfos habían oído en el susurro del bosque la contienda que se anunciaba, sus arcos eran la mejor ventaja en la batalla. Podían desvanecerse en cualquier lugar, “Camuflaje: Defensa + 3. Al atacar: Defensa +1, Ataque +2.”
Y así los cuatro reinos estaban en guerra, nadie sabía bien porque pero la mano del destino los enviaba a la carga una vez más. En eso, el quinto oponente salió a cortarles el paso desde el centro del tablero.
Los goblins de Martuk, armados solo con pequeños puñales, arremetían con coraje a todos los demás. El hecho de pelear en grupo les daba una ventaja única, “S.U.G. (Sindicato Unido de los Goblins): Por cada miembro el grupo gana Ataque +1, Defensa +2”.
Los orcos no vieron a los goblins; los enanos venían con el yelmo calzado, el ceño fruncido y los pasos cortos; los humanos al galope por la llanura; los elfos aguardaban entre los árboles del bosque.
El choque fue terrible, quedó un tendal de escudos, espadas, hachas, arcos y al final Martuk se irguió victorioso encima de todos los demás héroes.
En eso Gesú regresó a la casa, acomodó las cartas nuevamente y viendo al pequeño goblin encima de la montaña de guerreros lo tomó por el puñal.
-Este le va a quedar bárbaro a Martiniano dijo, apagando la luz y dando lugar al final de la batalla hasta la noche siguiente.
IX).
Abandonó lentamente su guarida, en medio del bosque susurrante, la noche era su elemento.
Entonces al abrir la pesada puerta que comunicaba con las tierras del sur, el sol lo cegó.
- Esta es una artimaña de los altos elfos, malditos adoradores del sol dijo equipando su vista con unos adminículos que llevaba en su morral.
La enorme pared se levantaba señalando la última defensa contra los enemigos meridionales y fue cuando al llegar al final de esta sintió la presencia de aquella bestia.
La observó apretujado contra el muro, llevaba su pequeña espada por suerte, el golem de granito escavaba cerca de su fortaleza.
- Quiere mi oro, el que he conseguido con mis hazañas, intercambiando pieles y extrayendo minerales en el páramo rojo. No lo dejare, pero mejor busco ayuda.
Y sus ojos fueron hacia el otro lado, en el lugar en donde estaba el santuario. Allí habría algo que le sirviera, saltó el cerco mágico encontrándose con un espíritu salvaje.
- Tú eres la respuesta a mis plegaria le dijo a la invocación de lobo que lo observaba. Te quitare ese lazo mágico dijo y como era de esperarse recibió un tarascón.
En eso una mano lo levantó por los aires.
- No te dije que no molestes a Pietra.
- Me mordió papá.
- También te dije que cuando estoy trabajando Pietra tiene que estar atada, sino deja el patio como un campo de batalla.
- Yo quería ganar experiencia soltando su lazo mágico.
- Voy a tener que hablar seriamente con tu tío Renzo, ese juego que te regaló te está afectando. Y los lentes de sol de tu madre ¿para qué los agarraste?.
- Es por el sol, no tengo bonificación contra altos elfos sino.
- Y también con tu tía Débora, cosa que le deje el trasero morado a Renzo.
Dicho esto procedí a curarle el raspón a mi pequeña, Pietra nos observaba desde el umbral.
X).
Tan solo el sonido del martillo y el viento sacudiendo las cañas que obran de llamadores de ángeles.
El pueblo está sumido en una extraña atmósfera, es como si todos hubieran sido llevados a otra parte.
Descubrí más tarde que los viernes se organizaban unos encuentros denominados partidas, aunque nadie se iba hasta el sábado en la tarde.
Unos cuantos dados de colores, mazos con diversas figuras mitológicas y héroes pintados a mano.
Los goblins emergían de cualquier grieta (incluso ahora hay uno en mi escritorio), los orcos peleaban con los enanos la posesión de las colinas, los humanos domaban los llanos con sus veloces corceles y los elfos no estaban incluidos en esta versión.
Así, con una copa en la mano y una hogaza de pan pasé la velada contemplando el espectáculo en el que nunca habrá un ganador.
La partida es eterna.
XI).
El rey observó a su paje,
a los alfiles y a los ricos
murmurando por lo bajo.
Vio la sala atestada de personas
que venían a reclamarle algo,
al gordo recaudador sonriéndole
a una de las damas de su corte.
Pudo sentir el gélido llamado
del viento que se colaba por
alguna hendija y de pronto
se sintió joven de nuevo.
Arrojó la capa, la espada y
el anillo a la muchedumbre,
hubo un desbande general
en pos de esos adminículos.
Cuando la calma volvió
la corona descansaba
inerte sobre el trono,
un murmullo se extendió
entre las personas allí reunidas
eclipsado por el galope
de la vieja montura
alejándose hacia el infinito.
¡Qué esto lo arregle otro!.
XII).
- ¡Traigan los almohadones!, rápido, rápido,
gritaba el viejo lacayo y corría a uno y otro lado,
las gordas sirvientas chillaban y soplaban
como soplaba la tetera en el fuego temprano.
-Que todo esté listo, almohadones y pasteles rojos,
el té de hebras y los pequeños perros falderos
acicalados y lustrosos.
El palacio tamborileaba sobre sus pisos de piedra,
los pasos de los criados y mozos de cuerda.
Todos corrían, hasta la gallina vieja
que se escapó por poco de la sopa espesa
-¡Que todo esté listo!, rápido, rápido,
que se levantó la reina.
XIII).
La reina está como ausente
su corazón ya no siente
y sus ojos ya no miran.
Se fue, aun quedándose quieta,
como la niebla en el día.
La pobre siguió durmiendo
y ahora sueña que está viva.
XIV).
La tierra es roja, una leyenda habla de la sangre de orco que se vertió en aquel, lugar hasta el mismo centro de ese mundo de constantes guerras que culminaron en éste desierto, donde aún hay restos de la antigua magia que lo convirtió en esta desolación.
La base de la horda se alzaba en un descampado, en donde los peones atareados culminaban
con las últimas obras, en la serrería se elaboraban escudos más resistentes mientras los poderosos guerreros de piel verde afilaban sus pesadas hachas.
El cazador contempló la marcha de los preparativos complacido y fraguó sus planes sonriendo por lo bajo.
Vio brillar al sol carmesí las lanzas de sus compatriotas y se regocijo sabiendo que ahora las poderosas huestes orcas estarían mejor preparadas con aquellos letales lanceros.
Las torres de defensa recién terminaban de ser levantadas, pero aquello, pensó él, era una pequeña precaución.
Sabía muy bien que no se quedaría allí esperando a los invasores, les demostraría quien mandaba cayendo sobre ellos con la fuerza y la magia vudú que el controlaba.
El grito de un centinela lo sacó de sus pensamientos, era un buen momento para medir fuerzas
aunque el enemigo no estaba a su altura.
Entonces los magos del azote le dieron una sorpresa, cuando de la nada aparecieron oscuros sirvientes que aumentaron considerablemente su número.
Algo no iba bien y el combate duró un instante, cayendo los orcos para levantarse en su lugar lacayos que se unieron a las filas de aquel terrible señor, cuyos poderes mandaron a volar por los aires las pesadas catapultas que habían sido construidas recientemente.
Los peones abandonaban las destruidas madrigueras, siendo atacados por escarabajos que precedían a su amo.
El cazador se vio rodeado de enemigos cayendo malherido, viendo antes de desvanecerse como el altar que esa mañana contemplaba con orgullo se derrumbaba en llamas.
La fuerza de la horda acababa de ser aplastada con el puño de hierro de quien sería conocido como el Hacedor de Huesos.
Y una plaga de langostas oscureció el sol carmesí.
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