EL LIBRO ROJO.
Parte I)
Accedí a un ejemplar del tomo rojo, el que simplemente se materializó anoche en mi habitación. Estaba buscando mi teléfono cuando noté que encima de mi lecho había algo que yo no dejé allí. Las crónicas me dieron la pauta de que no estábamos solos, no necesitaba ver el cielo de esa noche helada para saberlo.
El cronista se deslizaba a través del tiempo, mostrando como todo no era más que un plan organizado para poder tener el control. Aunque en ese momento no comprendía la gravedad del asunto, me llenaba de conocimiento pero sólo si sabía interpretarlo y la ignorancia muchas veces era un manto protector cuando los enemigos acechaban.
Los intereses de los involucrados en cada acto de saqueo, asesinato, guerra, sabotaje, montaje de pruebas, etc., obedecían a llenar las arcas de un solo culpable.
Alguien que desde las sombras los manipulaba para que a cambio de una pequeña dádiva pusieran a millones a merced de él, su nombre permanecía en el anonimato pero me resultaba más que lógica esta deducción.
Así el amanecer me encontró fumando de nuevo, hacía años que no encendía mi pipa pero siempre tenía una provisión de tabaco. Entonces escuché una frenada, la reja rechinó un instante y supe que venían por mí.
El libro se desmaterializó, abriéndose en su lugar un portal que simplemente me engulló mientras a mis espaldas escuchaba maldiciones en una lengua que no era la de mi lugar de origen.
Entonces caí de bruces, a lo largo de la noche de los tiempos e inicié éste viaje para evitar que aquel manipulador siga saliendo victorioso.
Parte II)
La chalupa deja atrás el océano, internándose en los pantanos. Aún siento el olor de la sal en mis fosas nasales, el mar siempre ha olido a libertad.
La explosión sacude la calma que reina en la noche, los pájaros en los arboles cercanos huyen asustados.
Descargamos lo que obtuvimos en la bodega de aquel navío, algo hace que me aleje del círculo de luces un instante antes.
Una ráfaga termina con la vida de mis compañeros de viaje, luego alguien ordena hacerse con nuestro botín. Puedo entender su lengua, aunque nunca me la hayan enseñado.
Y entonces, el libro rojo se abre comenzando a desdibujarse la escena. Otra más en éste plan premeditado, entrando nuevamente en el portal con la esperanza de volver a casa.
Parte III)
Siento la caricia del sol mientras floto por el espacio, ni siquiera sé cómo he llegado aquí. Abajo, en la superficie gris se encuentra la vieja base estelar. Un montón de hierros asentados en el fondo de un enorme cañón.
Lentamente me acercó, los propulsores me llevan hacia mi destino. Sin embargo algo no anda bien, veo la base desintegrarse antes mis ojos.
El planeta azul yace lejano, un cometa cruza el espacio rumbo a nuestro hogar dejando una estela de destrucción a su paso.
Entonces se incrusta en la Tierra, generando una enorme explosión que se ve a lo lejos.
Todo es silencio mientras el planeta se consume y nuevamente soy arrastrado por el portal.
BABEL.
Preludio).
La espada no busca la venganza,
sólo es una ilusión, hasta que pruebas
el acero forjado en ese lugar oscuro
del alma que no puede morir.
Caen de a cientos, a todos los cegó
el mismo brillo maldito llamado ambición,
la corriente roja se los lleva hacia un lugar
de llamas y desolación.
Hoy los perros del hombre han sido acabados
por el lobo que ha vuelto a reclamar su paga,
en esta noche oscura en la que la luna se ha
negado a salir para no verse color carmesí.
Y es así en todas partes, encolumnados detrás
de su ambición de poder creyeron que jamás
les tocaría rendir cuentas, hasta ese día maldito
en el calendario.
Un toque imperceptible, otro bastardo más
debe pagar y su sangre forma el río
por el que atraviesan quienes son sometidos
a juicio en esa noche.
Las almas de los que fueron víctimas aguardan
clamando justicia desde lo profundo de la tierra,
mientras arriba la espada se mueve enviando
más y más seres a enfrentarse con cientos
de miradas inquisidoras.
I)
Y en el último lugar del mundo llamado civilización yace Babel, en donde la oscuridad reina y apenas una tenue luz de lo que antes era el bien subsiste débilmente aunque hayan querido apagarla durante siglos.
Las calles se ven sucias, llenas de corrupción pero la niebla, la oscuridad, el materialismo de los que gobiernan cubren todo esto de los ojos de los demás. Los perros van de acá para allá, famélicos y agresivos, un anciano que ha visto tiempos mejores observa con sus cansados ojos fotos veladas, recuerdos de épocas mejores y apenas ve al viajero que atraviesa la lluvia hacia el corazón negro de esta ciudad de perdición.
Los que se han vuelto poderosos, a costa del sufrimiento de los otros, permanecen inconscientes de que aún en ese manto que le han puesto a la ciudad que duerme alguien más fuerte los observa.
II)
Y la única luz venía de la pequeña capilla, el último resquicio de esperanza, el camino de adoquines conducía hacia ella a través de las lápidas y las estatuas de los ángeles que custodiaban a los que habían partido.
La puerta emitió un chirrido cuando el penetró en aquel salón, las velas encendidas se agitaban levemente, tomó asiento en uno de los bancos del fondo apoyando la espada contra el respaldo.
Cuando despertó ya era medianoche, el sacerdote lo observaba y sin mediar palabras los dos contemplaron la luz que desde el cielo se reflejaba sobre el altar.
Sin decir nada el viajero se dirigió hacia la parte de atrás del pequeño templo, volviendo a perderse en la oscuridad rumbo hacia la torre que como un pilar deformado se extendía a lo lejos.
III)
Hogueras, los desposeídos las han encendido para huir de la inclemencia del tiempo y del desarraigo de aquellos a los que les ha sido quitado todo excepto la vida.
Una sombra se mueve rápido, reflejándose en las paredes, un rastro de destrucción siembra a su paso. Cualquier objeto sirve para lograr el fin, botellas rotas, hierros extraídos de las derruidas construcciones, huesos de la última cena de alguien que huyó de prisa, pedazos de vidrios, picos, mazas y palas.
No hay piedad esta noche, muchas veces esperó a que volvieran al camino que marco desde el comienzo de los tiempos y ahora simplemente los pecadores deben pagar.
IV)
Dentro de la torre la indolora sonó ominosa, cientos de casquillos se esparcieron por el suelo sucio, emitiendo un haz de luz y destrucción, marcando las balas las paredes, destruyendo los recuerdos, la risa del asesino se mezclaba con la cacofonía de los disparos.
Su respiración se oía agitada cuando dejó de apretar el gatillo, el olor a pólvora inundaba aquel lugar, las gotas de agua repiqueteaban contra el piso y el puñal voló de la nada dándole en la garganta, matándolo antes de tocar el suelo.
Se inclinó sobre la ametralladora, emitiendo un último estertor mientras el viajero se dirigía hacia arriba dejando un camino de cuerpos a su paso, la espada parecía ser una prolongación de él.
V)
Pecador el hombre, pecadora la mujer, el utilitarista, ella materialista, no hacía falta la confesión, nada escapa a sus ojos.
Las personas les servían a sus fines de encumbrarse, los bienes la mantenían cómoda y sus lacayos le endulzaban los oídos con adulaciones sobre su belleza.
El cayó primero, un leve movimiento del brazo del viajero y se terminó su existencia. Ella huyó aterrada atravesando las cortinas de la habitación, destruyendo los vitrales en su viaje hacia el pavimento.
El viajero contempló la oscuridad, viendo por primera vez como la luz comenzaba a crecer.
VI)
Las calles están silenciosas, lentamente las personas vuelven a recuperar el control de sus vidas, ya no hay sometimiento ni humillaciones, un bebé llora cortando la calma de la mañana.
La niebla ha comenzado a disiparse, la lluvia viene para reemplazarla lavando los pecados del mundo y la campana de la iglesia llama a sus hijos una vez más como un faro guiando a las naves a salvo de los colmillos del abismo.
Shiu se aleja caminando en la lluvia, esta pronto ha de cesar y el sol comenzará lentamente a iluminar aquel lugar con su fuego eterno. El alma yace resguardada tras la espada o en ella misma.
VII)
Siempre hay alguien esperando el momento en el que hacerse con el poder y la caída de los Señores de la Torre marcó el comienzo de ello. Los grupos de malvivientes abundaban, soldados sin amos, mercenarios y asesinos siguiendo a alguien más violento que ellos mismos.
La aldea yacía desierta, se observaba que no hacía mucho tiempo sus moradores cultivaban para sobrevivir. Ahora sólo quedaban casas chamuscadas, rastros de sangre e indicios de una matanza.
Encontró a Marko sentando en la entrada de lo que quedaba de su herrería, portando un enorme pedazo de metal que le recordó a los troncos que su abuelo solía cortar en lo alto de la montaña.
El herrero se había ocupado de una parte importante de las fuerzas que ese día asesinaron a los suyos, empleando las armas que el mismo forjó. El metal y la carne se habían fusionado, concentrando la energía del sol para devastar a la horda de asesinos, una tumba común de víctimas y victimarios.
Así en el atardecer emprendieron la marcha rumbo al enorme desierto, en busca de la última estación por la que el gusano que lo recorría habría de pasar hasta llegar a la ciudad en las orillas del viejo mar.
El herrero se calzó su viejo yelmo, portando tan solo “aquel brazo armado” y uniéndose a la espada que el viajero llevaba.
VIII)
El tren viene, como un gusano de metal moviéndose por las tierras devastadas de éste planeta. En su interior se esconden placeres que traerán la perdición, la razón por la cual la torre fue construida y cayó.
La razón por la que la espada busca venganza, algo se ha perdido en esta lucha sin cuartel y él lo sabe más que nadie.
Esperando en esta estación vacía, solo había demonios y esbirros a los que vencer, poca paga para la sed del acero.
Además el herrero también quería cobrar alguna ofensa, ambos esperan. Unas gotas de la lluvia acida se filtran por las grietas de la vieja estación, pronto el tren llegará y entonces se desatará la batalla final.
Pronto el acero beberá hasta saciarse.
EL ALTAR DE PIEDRA.
Depositó la urna sobre el altar de piedra, ningún ornamento decoraba el mismo, señal de la simpleza que recubría a aquel pueblo. Todos los deseos materialistas quedaban encerrados allí, de esta forma aquella civilización subsistía a través de los siglos.
El comercio con las naciones vecinas se desarrollaba por medio de las naves dragón que cruzaban el ancestral océano, hacia cada una de aquellas islas solitarias. Al norte de la ciudad se encontraba el desierto, que guardaba la memoria de un pueblo desaparecido varios milenios atrás.
Ellos habían sido los primeros en forjar objetos preciosos y armas de destrucción, su riqueza era tal que la ciudad brillaba bajo la luz del sol. Por la noche se veía un resplandor emergiendo de entre las paredes de aquel lugar.
Un día la codicia lo destruyó todo, fueron víctimas de sus anhelos inmensos, de la ambición desmedida y la arena los sepultó en un abrir y cerrar de ojos.
Así, los nuevos habitantes de aquel mundo emigraron a la costa en donde levantaron un nuevo hogar. Encerraron en una urna de piedra todos los deseos impuros, iniciando una época de prosperidad en base al trabajo en conjunto.
Sin embargo, el viento cálido del desierto aún guarda la historia de los primeros moradores.
VIVIENDO ENTRE ORCOS.
Sintió que flotaba, como si su cuerpo se hubiera desvanecido y sólo quedara la conciencia.
No supo cuánto tiempo estuvo así, hasta que sintió un dolor intenso en las costillas y lamentablemente fue traído de regreso a la realidad.
Una larga caravana de esclavos lo esperaba, los tratantes tenían cara de pocos amigos y unas manos enormes se cerraron en torno a él levantándolo por los aires.
Para cuando reaccionó se encontraba marchando como uno más, sumando su andar cansado al de los demás pero la mirada en alto mientras todos a su alrededor parecían estar vencidos.
Uno de los guardias montaba una de ésas feroces bestias de carga, parecidas a otro ser con el que a veces soñaba mientras lo perseguía por la sabana de algún remoto lugar que quedaba escondido en la mente.
Sintió un latigazo en la espalda y se volvió para ver como uno de sus captores lo miraba con desprecio; y eso fue lo último que alcanzó a distinguir.
Una enorme sombra cubrió el cielo, gritos, sorpresa, destrucción y fuego; todo comenzó y terminó demasiado rápido para poder saber cuánto tiempo pasó.
Y entonces se encontró solo frente a la enorme oleada verde que bajaba de las colinas, mientras el dragón lanzaba un alarido triunfal que cubrió como una sinfonía de destrucción el aire de la mañana.
Los orcos no eran nada amistosos con los humanos y muchos menos con los esclavos, a los que consideraban menos que escoria; lo dejaron en una de las chozas que formaban el improvisado campamento, todo era así al parecer en esta sociedad de guerreros que vivían en constante movimiento y eran difíciles de rastrear.
De dónde había sacado toda esa información no tenía ni la más remota idea, pero así era como estaban dadas las cosas y él lo aceptaba; era el único que no había sido tocado por el fuego del dragón, los demás sucumbieron frente a la huida de las bestias de los esclavizadores o muertos por las armas de estos en cuanto intentaron hacerlo.
De los tratantes no quedó ni el rastro, los orcos los dejaron sin vida en un abrir y cerrar de ojos; al parecer era el único humano vivo por aquellos lugares. Fue confinado a ese lugar maloliente hasta que un día se acordaron de él y lo arrastraron frente al piel verde más grande que hubiera visto hasta entonces.
Tras una larga charla con el Jefe de los orcos, éste decidió usarlo para reparar los techos y alimentar a los enormes lobos negros que los guerreros usaban para moverse; uno de ellos era un cachorro que le causaba problemas constantemente, al hurtarle parte de la comida de los demás y provocar peleas entre estos y la madre del indisciplinado cachorro.
Un día tuvo que abrirle la boca a una de ésas enormes bestias para soltar al indefenso lobezno y se ganó unas cuantas heridas al pelear contra el atacante, mientras los demás orcos miraban sin intervenir; al final el Jefe dejó que cuidara al cachorro, al que llamó Brisa Nocturna dado que lograba meterse en su choza sin que los guardias lo vieran llegar.
Una noche el joven lobo lo llevo fuera de su prisión, rumbo hacia el lugar en donde residía el Jefe de los orcos.
Eludieron a los guardias sin problemas, dado que él había aprendido a moverse con su hermano como si fueran uno solo.
Cerca estaba el depósito en donde los orcos guardaban las provisiones, así que los dos se dirigieron hacia ahí a darse una panzada; y entonces el humano vislumbró un destello a su derecha.
Alguien más se movía entre las sombras rumbo hacia el lugar en donde moraba el Señor de los orcos; y pese a que habían tratado de disimular sus aceros alguien se había equivocado y la luna delataba el brillo.
Tomó uno de los cubos con los que le daba de beber a los lobos y derribó al primero de los atacantes; los otros dos salieron despedidos por la puerta y detrás de ellos surgió el enorme orco armado con dos pesadas hachas.
Al verlo allí junto con Brisa Nocturna y a sus guardias totalmente dormidos decidió tenerlo a su lado; eso sí, el cachorro de lobo se quedaba afuera.
La noche corre de prisa, y mientras hemos hecho un alto finalmente en nuestra guerra contra los esclavizadores del este, he decidido dejar asentadas mis memorias como una muestra de que estuve aquí.
No recuerdo de dónde es que vine, por eso sólo tengo el camino que se abre adelante y la magia que me ha sido conferida sirve para ayudar al que ahora es mi pueblo.
Los orcos, fuera de los relatos tradicionales, son seres llenos de honor y con una enorme disciplina; los he visto cargar a los heridos mientras siguen peleando, reparar los pueblos que la raza de los tratantes arrasa a su paso y tener una enorme conexión con los dragones de éste mundo, aunque sólo he visto uno y en una única ocasión.
Tras varios años de estar aquí, he descubierto la magia o ella simplemente se despertó, cuando en medio de la batalla mi noble amigo y compañero, había caído herido y estábamos rodeados por enemigos.
Sentí una enorme furia crecer dentro de mí y mientras mis nudillos perdían todo rastro de sangre, volviéndose blancos como la nieve de mi mundo una descarga brotó de mi ser para derribarlos y enviarlos hacia la oscuridad.
Después de ello me tomó varios días poder saber qué era lo que había pasado, pero desde entonces el lazo con los orcos se ha vuelto indestructible.
Sé que hacia el norte se encuentran los humanos, aunque el relato sólo habla de arrogancia y desinterés por todo aquello que no ocurre en la gran ciudad amurallada, aunque noto un gran poder allí; y es mi curiosidad la que me llevara a acercarme para saber de qué o de quién emana el mismo.
El amanecer llegó y entonces el hechicero dejó a un lado la pluma para poder descansar un poco, al lado de su fiel compañero y a la espera de lo que vendría; no tenía apuro, podría seguir maravillándose con éste mundo mientras aquel del que venía desaparecía entre los recuerdos borrados por la lluvia del tiempo.
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