sábado

Historias breves

I)
Entonces ya no necesitó la armadura,
el yelmo regresó al suelo del que había surgido
y se liberó de las cadenas que lo habían sometido
durante tanto tiempo.
Un grito de batalla, más aterrador que el de un orco,
emergió raudo de su garganta, 
sus hermanos ocuparon la primera fila.
Todo ser viviente habría de pelear en esa última batalla
sintió el poder emanando del martillo que portaba,
lo alzó al cielo y la luz recorrió las filas de ese ejército,
que se aprestaba para la gran contienda.
La oscuridad crecía, pronto sólo se escuchaba la respiración
de quienes esperaban el momento de la oleada definitiva.
Y entonando un himno de batalla, bajo la luz del sol rojo
que se debatía contra las hienas del averno, avanzaron,
cargando la luz del mundo hacia la oscuridad infinita.

II)
Cerca de las montañas eternas, yace la vieja taberna
del Trueno y el Metal, concurrida por un sinnúmero
de viajeros que se acercan a ese lugar buscando
una de las delicias de la casa.
Desde el pesado vino de Creta hasta las pastas
del pantano de Palenciano, sin mencionar las recetas
de la tía MoonSpell, las que son muy populares en toda la región.
Y es así como los gigantes, entre tantos otros, 
bajan a beber al llegar la primavera al valle.
Ellos moraban aquí cuando los dioses descendieron de las
estrellas y le dieron forma al mundo, el cual ha cambiado
bastante desde entonces pero los gigantes siguen sobreviviendo.
Los gruñidos son una forma de comunicación entre ellos,
la esposa se veía enojada ese día y él no tuvo mejor idea
que enzarzarse en una discusión con un orco pasado de copas.
Encima, los orcos son sumamente belicosos si beben demasiado
y a éste no parecía importarle el tamaño de su contrincante.
La pelea amenazaba con destruir el lugar, el orco nunca anda 
solo y la banda no tardó en presentarse. La gigante se deshizo
de ellos, mandándolos por los aires y regañando a su marido.
Los gruñidos pronto se perdieron montaña arriba, mientras
el goblin que dirigía a estos dos enormes seres se llevaba
el oro de los orcos que aún no recuperaban la conciencia.

El viajero saboreó la espumante cerveza, la que hacía
juego con la barba blanca que la capucha dejaba ver.
Desplegó el viejo mapa sobre el mostrador vacío,
más allá de las montañas moraban los bárbaros
y aún más al norte las amazonas.
En ellos encontraría a los compañeros de viaje
para enfrentar la travesía que le aguardaba,
se ciñó la capucha verde, comenzando a silbar
mientras se alejaba con su hacha de dos cabezas 
sobre sus viejos hombros.

III)
El guerrero se calza el yelmo
y golpea sus martillos.
La tormenta le corta el rostro
y le agita la barba canosa.
La marea verde viene
y el solo les planta batalla.
No hace falta el blasón
en éste día.
El del orco es quebrado
y queda el recuerdo de la contienda.
Las trenzas de la barba 
marcan las victorias.

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