Cientos de ojos en las colinas
temen la maldición de los guijarros,
nada los preparó para enfrentarse
a los excavadores de rocas.
Nunca sabrán desde donde llegan
los señores de granito,
apenas un leve aroma a tabaco
vuelve dulce el aire
un instante antes que
la avalancha empiece
coronada de relámpagos,
forzándolos a replegarse
hacia los bosques
en donde los primeros nacidos esperan.
Flechas certeras o el martillo cayendo,
el destino del orco será el mismo.
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