Cae la tarde invernal, a eso de las cinco
el sol comienza a dejarnos a oscuras
y desde la puerta de casa veo el lento
andar del pescador hacia la mar.
Su sombra proyecta su enorme presencia,
caña en mano rumbo a sortear ese
obstáculo de la naturaleza.
Así los días pasaban mientras se dirigía
al encuentro con el océano,
rumbo al infinito.
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