jueves

Nacimiento

La nieve cae lentamente cubriendo los arboles de un manto blanco, los pinos del bosque soportan la carga que el invierno les impone pese a que el camino se lleva también una buena parte de ese tributo.
Los días son cortos, lejos está la estación lluviosa del verano y la cálida primavera que hace olvidar ese crudo período gélido en el que los hombres buscan cobijo junto a la fogata que trae las historias de épocas mejores.

El sueño se ha apoderado del mundo del guardián del bosque, sus manos callosas se aferran al pequeño caballo esculpido en un pedazo de madera de roble que encontró mientras buscaba las huellas de un lobo herido.
Dar con los responsables de la caza ilegal no era tan sencillo como seguir los rastros de sangre que la nieve aún no había cubierto.

Pese a los siglos aún se rumoreaba, y él sabía que podía ser cierto, que los gigantes lobos negros moraban en las partes más profundas del ancestral bosque.
Y entonces tomando todas las precauciones del caso dejó a un lado la espada y sólo llevó la lanza que usaba para poder repeler a posibles enemigos, aunque estos en su mayoría eran proscriptos y ebrios que, viniendo del pueblo al otro lado del río, terminaban perdidos en el lugar que él cuidaba.
No encontró al huargo pero si una cría, tan solo una, como si las demás se hubieran esfumado.

Así estaban las cosas tras el día largo, aunque aquí las noches duraban demasiado, y  se había dormido esperando que la trajeran la noticia que aguardaba desde hacía nueve meses.
En eso lo despertó el llanto proveniente desde la otra habitación, lo que parecía un cuerno sonando en la lejanía lo trajo de nuevo a la realidad y le quitó el sopor que le producía el sueño.

Aún no comenzaba a clarear en el horizonte, así que la noche seguía venciendo al día en su pulseada. Se dirigió hacia la puerta del dormitorio y al entrar encontró a la partera, envolviendo en un trapo al recién nacido.

- Es un bebé muy fuerte dijo Gian Gian.
La mujer lo observó un largo rato y comenzó a sonreír, lo cual hizo que el guardabosque se pusiera serio.
-¿Qué te hace pensar qué es un niño?
-¿No lo es?
- No, respondió Marta. Todos los hombres son iguales, pendientes sólo de los extremos de las cosas y así se les van los pequeños detalles, que son los que importan.
Es una niña y aún no tiene nombre, la madre está demasiado débil para preguntarle cómo le quiere poner así que tendrás que decidirlo tú. Pero te recomiendo que lo hagas pronto, ya que demorarlo puede definir el destino de la criatura que tienes en tus manos.

Gian Gian observó un largo rato el resplandor que venía del otro lado de la casa, las llamas dibujaban extrañas figuras en las sombras.
El amanecer estaba cerca, podía sentirlo sin ver afuera, la noche finalmente se iba y con ellas las sombras se esfumaban.
El primer rayo de un sol tibio se filtró entre las gruesas nubes de tormenta que cubrían el cielo y entonces se le ocurrió.

- Se llamará Clara le dijo a Marta que no se había movido de al lado del lecho en donde la madre dormía, envuelta en fiebre y sueños.
- “Nomen est omen” le respondió ella.
Gian Gian la observó sin comprender, la frase le sonaba extrañamente familiar.
- En el nombre está el destino, esa frase es de tu ab…
- Thorkas ya no está entre nosotros dijo el secamente.
- Pero tú sí, está presente en cada paso que has dado desde que tu padre te puso a su cuidado. Y en esa pequeña dama que tienes en brazos acotó Marta.
Si quieres niégalo hasta que deje de nevar, pero sólo se hará más fuerte. 
- Se fue sin despedirse, al menos mi padre se hacia dónde partió.
- A una estúpida guerra en nombre de un rey decrepito y de su corte de inútiles.
- Sino fuera porque él se fue yo no tendría éste trabajo y ya no quiero seguir hablando de esto, ¿cuánto te debo por tus servicios?.
- Nada, pero vendré a ver a la madre por si necesita algo dijo Marta y tomando una vieja bolsa de cuero que siempre llevaba consigo se echó la capucha, saliendo hacia el páramo blanco que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. 

Qué sabía esa vieja bruja de su vida, todo lo había conseguido trabajando y luchando contra lo que se presentara.
La pequeña dormía, la madre había dejado de murmurar y descansaba al fin después de la larga noche.
- ¿Y al lobo que nombre le pongo?.

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