A mitad de la vereda sólo soy una baldosa más,
incluso el tiempo me ha jugado una mala
pasada al quitarme una parte de mis extremos.
Dicen que se me ha aflojado un tornillo
y algún incauto maldice cuando pisa la superficie
recibiendo el golpe del agua que se acumula
debajo desde la última lluvia.
Ello hasta que las maquinas vienen
teniendo la dicha de no culminar entre los escombros,
alguien se apiada de la experiencia de la piedra
dejándome en un lugar estratégico.
Ahora puedo ver a las personas en el momento crucial
del día, entre el juego de luces rojas, amarillas, verdes
y la cortina sobre ruedas que se despliega
al compás de las mismas, cruzan como hormigas
sobre el infierno de asfalto.
Y yo soy su plataforma de despegue
en tal trascendental momento.
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