I)
El sonido del viento
golpeando contra la nave
me ha adormecido.
La noche lentamente
comienza a cubrir la verde llanura.
Vuelvo a la ciudad de plata,
esa que espera tras la niebla
como un gigante dormido.
Regreso a casa,
portando mi armadura
ya que mañana habremos de batallar.
Pero vuelvo
y sólo eso importa.
II)
Al fogón nos hemos arrimado,
a oír la guitarra sonar
mientras la carne se asa
y las copas se llenan.
Bajo un cielo frío
cubierto de luceros,
las llamas nos arropan
y nos vamos acompañando
a la copla que ha de volver
algún día entre la bigüela
y un abrazo amigo.
III)
Cuando el viento acaricie
los surcos abiertos en los campos
y las gaviotas vuelen
reclamando su festín,
allá donde los arroyos
se juntan, la copla ha de
traer de regreso tu nombre
mientras el bombo repiquetea
al igual que cuando éramos jóvenes.
Y esa huella del arado,
pampa tierra de mi alma
ha de seguir dejando una marca
igual a la que nos obsequiaste
con tu presencia en esta vida.
IV)
En las ocurrencias de Clara,
en los besos de una madre,
en cada amanecer y en el
vuelo de los pájaros
sobre el cielo violeta,
hay un suspiro tuyo.
En los consejos de Ana,
en la calidez de mi vieja
y en los ojos extraviados
de quienes abandonamos
en la calle, hay una parte de ti.
En los versos de Horacio,
en la guitarra de Angus
y en el oleaje del mar
se halla tu presencia.
En el correr de los días,
en las estrellas en el firmamento
y en el recuerdo de los seres
queridos ahí estás tú.
En la palabra dada,
en un te quiero
y en las lágrimas que derramamos,
en el alma que nos diste,
en el vino, la tierra
y en cada omisión que cometemos,
te encontraré inevitablemente.
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