De pequeños nos refugiamos bajo el lecho de nuestros padres,
los que han partido en el invierno pasado y sollozamos
deseando regresar a casa, bajo la nieve que recubre
ese lugar en el que nacimos.
Deseamos, una lagrima por vez, volverla a ver,
agitando la cola en señal de despedida
mientras su recuerdo se funde como la nieve
bajo el sol de Vecchiano, allá a lo lejos
en algún lugar de Pisa.
Y así los años se van, las distancias se hacen
enormes mientras de éste lado un pequeño retoño
color café recibe el nombre de aquel ser que se
quedó con una parte de nuestros corazones.
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