El club se alza en medio del barrio Parque Almafuerte, en la zona alta de esa ciudad atlántica. Como todas las grandes cosas, comenzó a partir de una idea surgida en medio de un día caluroso de noviembre.
El verano aún estaba lejos pero ya se sentía su presencia, la larga temporada de lluvias llegaba a su fin lentamente. El parque rebosaba de vida, niños corriendo por todas partes como mariposas persiguiendo flores.
El viejo Juan se sentó en su piedra favorita, era una de las pocas cosas que quedaban de un siglo atrás y desde ella contemplaba el paisaje.
Vio a dos pequeños jugando con una pelota, cada uno llevaba los colores de su equipo favorito. La esencia misma del fútbol se encontraba allí, en cada toque y cada remate. Los dos niños se turnaban para ir a buscar el balón cuando éste atravesaba la meta.
En un momento la madre de uno de ellos los llamó y desplegaron una manta sobre la que comenzaron a merendar, el mate pasaba de mano en mano entre los adultos.
Todo se desarrollaba en armonía, hasta que llegó el señor Ludo. Asiduo del parque, solía frecuentarlo junto con su pequeño hijo y su enorme can.
Mientras la mascota se dedicaba a hurgar cada rincón de la plaza, su amo jugaba a la pelota con cuanta persona le aceptara el desafío.
El viejo Juan ya había presenciado otras veces ese comportamiento, así que no le llamó la atención que ese individuo no tuviera ninguna contemplación a la hora de ir a marcar a su oponente.
El niño de la remera azul voló por los aires y se quedó sosteniéndose la pierna dolorida, su par de la casaca roja formaba parte del equipo del señor Ludo. Al parecer sólo los de ese color podían jugar en su escuadra.
Al final el organizador obtuvo la victoria por diez goles contra cinco. Ni lerdo ni perezoso decidió invitar al otro equipo a disputar la revancha. Rápidamente se pusieron en ventaja contra un equipo de hombres, mujeres y niños.
En medio del juego dos pequeños más quisieron sumarse, al verlos el señor Ludo los interrogó sobre su equipo favorito. El resultado fue que siguieron jugando solo tres personas del lado rojo y el resto del bando azul.
El señor Ludo daba instrucciones a su vástago, le ordenaba estar concentrado, pasar la pelota rápido, volver inmediatamente cuando estaban siendo atacados. Parecía la final del mundo.
En eso vio al Muro Fernández robarle la pelota al señor Ludo. La jugada terminó en gol y el organizador tuvo que ir a recuperar el balón. De ahí en más se sucedieron los goles de parte del equipo rojo, al final el señor Ludo fue derrotado seis a tres.
Los miembros del equipo azul decidieron formar el Club Atlético del Parque, un veintidós de noviembre de hace un tiempo nada más. Sus colores son una mezcla de azul y blanco, salvo cuando juegan de visitante que utilizan una casaca a rayas amarillas y rojas.
En él se propicia que la victoria a cualquier costo no sirve, lo importante es participar y ganar una cuestión secundaria. Además el oponente es circunstancial, se trata sólo de colores y forma parte de las reglas del juego.
El club tiene su sede en la intersección de las calles Almafuerte y Paz, ahí en la ciudad de Mar del Plata. El número de miembros es infinito, hace falta una pelota, un mate, un día soleado y alguna otra excusa.
Nota: el señor Ludo sigue buscando alguien al quien desafiar, se lo ha visto acampando en todas las plazas de la ciudad junto a su enorme mascota.
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