Antes de Carlitos no éramos nada, tan solo un montón de fanáticos que veían ir y venir jugadores.
Pese a todo lo logrado por Bianchi, no pudo sobrevivir a la vorágine de tener que ganar siempre.
Sin embargo sigo convencido de que hay varios jugadores que en ese 0 – 3 con Estudiantes en La Plata, simplemente fueron para atrás.
Y el viejo se fue.
Al año siguiente, el 14 de Mayo aparecía marcado en el calendario como el día que definiría el horizonte futbolístico.
Pero de fútbol ni hablar, un imbécil decidió dar la nota y agredir a los jugadores de River.
Ahí se vio la desorganización e improvisación en su máxima expresión. No sólo por no saber qué hacer, sino porque durante demasiado tiempo los jugadores visitantes fueron rehenes de un conjunto de idiotas que llevaban los colores de Boca.
A eso sumémosle la falta de humanidad y tacto de los jugadores Xeneizes, ni siquiera un poco de solidaridad a la hora de salir evitando que los afectados por la agresión pudieran recibir atención.
Eso sí, había que mostrar que tenían las pelotas puestas (de nuevo: de jugar bien ni hablar) queriendo disputar los 45 minutos restantes a como diera lugar.
Y cuando era sabido que eso no ocurriría, saludaron a esos hijos de puta que se hacen llamar barras.
El barra es una enfermedad, un mercenario, un sicario, un pedazo de mierda que sirve al mejor postor. El Panadero Napolitano, señalado por las cámaras como el que causó la agresión a los jugadores Millonarios, parecía un angelito en sus declaraciones.
El presidente de Boca, que se traga la “S” cada vez que habla y ahora también las heces, le termina echando el fardo a River. Acto seguido, Arruabarrena hace los mismo.
Los dos se olvidan que el local era Boca, que el público era sólo azul y oro, que el partido se suspende por culpa de alguien que lleva los colores de Boca. Es más fácil echarle la culpa al otro que asumir la responsabilidad propia.
El barra es lo que es porque alguien se lo permite, porque forma parte de la enfermedad de una sociedad que asume como normal que alguien así pueda hacer lo que quiera y salir impune.
La falta de valores, solidaridad, humanidad se ve reflejada en los jugadores de Boca. Orión, el Cata Díaz, Gago, tipos de peso preocupados más por la billetera que por la humanidad del otro.
Angelici, un presidente que trae jugadores lesionados que juegan rato y luego de volverse a romper regresan a sus clubes. Parece ser que pagar caro y no usarlo es una constante en “se traga la S y las heces”, ¿o es otra cosa?.
En fin muchachos, lejos quedan las tardes gloriosas del ‘98 al 2008, lejos los huevos, la garra, el meter un poco para que los otros no se la lleven de arriba.
Quejas y excusas.
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