Tenía diez años y pegaba mi oído a la radio, la señal llegaba desde la lejana Italia. El gol de Alemania me llenó de tristeza, tal vez ha sido una de las cosas que más sufrí en mi vida (al menos en el plano deportivo).
El triunfo germano fue una muestra de la victoria del capitalismo sobre el comunismo, de cómo el muro cae y el comercio termina manchando la pelota.
Cuatro años más tarde un jugador colombiano convertía un fatídico tanto en contra de su propio arco y sellaba su destino.
Colombia no podía ganarle a la selección anfitriona, era impensada una victoria en los territorios del Tío Sam.
Otros cuatro años más, ya sabíamos de antemano quien sería el campeón, hasta ese momento no conocía el nombre de Platini.
El sparring en la final sería el tetracampeón del mundo, un perfecto montaje para que el gallo cante victoria.
Un viaje por Asía, cuatro años más tarde, había que devolver las cosas a su lugar. Una falta simulada contra Turquía, los goles anulados a Bélgica, Italia y el arquero coreano que por poco no se va hasta el borde del aérea en los penales contra España.
La figura invitada de la final fue Alemania, el delantero brasilero no estaba tan gordo.
Apuestas, escándalos, hay que acallar a la prensa. Nada mejor que un campeonato para la azzurra, de esa forma se manda al descenso a los de Torino y se salva del fuego al equipo de Silvio.
Los jueces no se equivocan, al que le cobró un penal inexistente en contra a los australianos lo premiaron con un lugar en la final.
Y la frutilla del postre, un elefante rojo encima de un árbol. ¿Quién miraría una liga que solo tiene dos equipos jugando entre sí a lo largo de treinta y picos de fechas?.
A los alemanes, actores principales de éste relato, les faltó cabecear en contra de su propio arco. Pero para eso estaba Carles, con sombrero, levita y capa, metiendo un soberbio cabezazo que deposito al elefante rojo en la final contra el Fútbol Club Máxima.
Ahora sí, todos a mirar la mierda de la liga auspiciada por un banco. El mismo que le puso cuatro letras enormes a Boca y a River, parte de un conjunto de instituciones que en los momentos difíciles se han quedado con fondos ajenos.
Hay cosas que no tienen precio, para todo lo demás está la Federación Internacional de Fraude Asociado montando el espectáculo y digitando al campeón.
Varios dígitos, método democrático por excelencia.
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