sábado

Cartas

I)

La escena era un verdadero desastre, botellas rotas, cartas desparramadas, cuatro hombres muertos y ropa abandonada.
No le pagaban lo suficiente y encima ahora había un asesino suelto en aquel pequeño pueblo marítimo, para terminar de complicarle la vida.

Parecía que alguien había llegado al lugar e iniciado el infierno aunque no estaba seguro si las víctimas se habían dado cuenta de algo, ya que encontró demasiadas botellas esparcidas.

Lo mejor sería dejar que los de la ciudad se hicieran cargo pensó, mientras se dirigía a su unidad y prendía un cigarrillo.
El aroma a tabaco fue arrastrado rápidamente por el fuerte viento que soplaba del sur mientras el amanecer venía.

II)

Lo pagarían, ésa noche todo terminaría pensó ella mientras el auto se movía a través del camino de tosca.

La decisión estaba tomada, harta de tanto maltrato y de noches sin dormir mientras esperaba que el volviera, para tener que soportar su ausencia en el día mientras descansaba bajo los efectos del alcohol.

La luz de aquel lugar era poca así que dejó el auto a un lado del camino y tomando la escopeta de dos caños se dirigió a buscar a su esposo y su grupo de juerga.

III)

Llegó tarde a la reunión y sus compañeros se enojaron, tendrían que iniciar de nuevo la partida.
A su derecha alguien que no le había caído nunca simpático lo miró de mala manera y el ignoró por completo la situación.

Al cabo de unas manos los demás estaban casi pelados y su inquisidor compañero comenzó a insinuar que alguien hacia trampa.
Dada la cantidad de alcohol que había tomado para ése momento de la madrugada se quitó la ropa quedándose desnudo mientras los demás miraban y estallaban de risa; de ésa manera no podrían acusarlo de esconder cartas.

Esa fue una de las últimas cosas que recordaba mientras huía por la playa y el viento lo acompañaba, la primera descarga le dio a quien tenía enfrente; la segunda lo hizo saltar de aquella silla y correr por entre los tamariscos mientras a su espalda se escuchaban más detonaciones.

IV)

Ella vino para terminar con la vida de aquel a quien había seguido por veinte años y se encontró con toda la pandilla reunida, simplemente jaló del gatillo y alguien cayó sobre las cartas.
Los demás lo siguieron en el tiempo que tardó en recargar, demasiada bebida impidió cualquier reacción.

Luego volvió por donde había llegado hasta su vehículo y encendió un cigarrillo mientras se alejaba por el camino hacia la ciudad, dejando atrás su pasado.

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