Sumergió sus rocosas manos en el enorme estanque
sintiendo el frío que emanaba de éste y los rayos
del sol lo cegaron por un instante.
Luego sopló suavemente sobre los barcos de papel
que se dirigieron presurosos a cruzar el horizonte,
dejando su mundo para ir al encuentro de aquel
que se extendía más allá de la estrella dorada.
Cada barca reflejaba los sueños de los pequeños
que moraban al otro lado, los que habrían de
convertirse en realidad mientras el comenzaba
a sumirse en el letargo del otoño.
…
He nacido donde los Arroyos se juntan,
creciendo entre el rugido del Mar
y la serenidad del Pueblo vecino.
Me adoptó una Costa de Plata
pero una gran parte de mi corazón
le pertenece a alguien que mora
cerca del Quequén.
Así me he vuelto un vagabundo
deslizándome a través de la costa
que bordea el sur y el este,
sabiendo que siempre habrá
un faro que marque el camino
de regreso a casa.
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