Océano

El pueblo se queda atrás pero presente en cada paso,
la casa, Shu y los recuerdos de mi infancia
guardados en el cofre de éste hermoso lugar.
Los lazos de sangre son los que hacen 
que la distancia muchas veces se vuelva
un trago amargo o un dulce momento cuando el
viento sople desde el este en La Costa,
la misma brisa que agitó al árbol que duerme
cerca de la Cueva del Tigre, vigilante de nuestros 
pasos sobre el Quequén Salado.
Reta se ve tan pequeño y tan inmenso en el corazón,
como si se hubiera tomado el trabajo de enredarse
en lo más profundo del alma, para que nunca jamás
podamos liberarnos del hechizo que vertió
sobre cada uno de los que hemos y aún amamos 
éste pequeño lugar llamado Océano.



Si olvidara de dónde vengo
condenaría a mi alma a naufragar,
dejando atrás las calles de tosca
y la brisa sobre los médanos
que le susurra al mar,
agitando los tamariscos 
sobre la inmensa paz de Océano.

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