I) Antitecnológico.
El redfoot se me insubordinó
cuando trataba de adjuntar unos archivos
y fue como si dentro de mí estallara una tormenta,
me volví una bestia con enormes colmillos
y mirada asesina que golpeaba la pantalla táctil.
Tal fue mi locura que tomé uno de esos enormes colmillos
y lo usé para poder cerrar el pequeño botón de la aplicación,
el documento salió despedido del maletín virtual,
derribando a su paso las tazas vacías de una mesa.
Por suerte volvió la camarera,
regresándome a la realidad con un pequeño hechizo
llamado aroma a café.
II) Grazie.
No lo hubiera logrado sin ti
pese a todo lo que ha ocurrido
sólo me queda decirte una cosa:
GRACIAS por la ayuda.
III) Cártel.
El candidato mira hacia el futuro
su rostro sólo refleja la victoria
del que ha encontrado lo que ansiaba.
Y los sueños postergados de los de abajo
claman algo más que migajas
en éste clima frío, de abandono
y tristezas que no se reflejan en
esas propagandas gigantes
al costado de nuestra ruta.
IV) Campero.
Son los momentos previos los que cuentan,
después los acontecimientos se disparan
y a uno le quedan las sensaciones,
como la copa de vino apurada.
La noche ha caído sobre Lavalle,
dejando atrás La Costa
éste pueblo gaucho me sabe
a nostalgia del sur de la Provincia.
Es como volver a la adolescencia
allá entre los cardos y el mar
en donde el faro sigue llamando,
sabe a Copetonas,
a los silos, la paz, el arriero
y tu eterna calma,
justo igual que mi espíritu.
V) C.C.P.
Viajar en colectivo, ómnibus o simplemente bondi
suele ser toda una odisea, sobre todo si uno anda
con el tiempo justo y la economía más justa todavía.
No tiene nada de justo, excepto el hecho de que
las monedas se amontonan en una vieja lata
a la espera de cambiarlas cuándo haga falta.
Ese no es el único problema, conseguir un lugar
en la mañana parece ser toda un desafío aún más
grande, sin mencionar el hecho de la superpoblación
de individuos salidos de distintos lugares.
Agentes de seguridad, empleados del estado, borrachos,
personas que regresan de trasnochar, gente poco amable,
algún que otro gaucho y varios personajes más.
Es que el colectivo suele cambiarles el humor a las personas,
saca lo peor de uno mismo o simplemente unos cuantos
ronquidos, mientras el traqueteo de la bestia de metal
abre las ventanas y cada tanto le da un golpe que despierta
al último pasajero, eso o haber tenido la mala idea de sentarse
justo sobre el eje trasero.
En todo éste caos nunca encuentro lugar, de tener la enorme suerte
(casi tan probable como ganarme la lotería), es un asiento que nadie
quiere.
Existen diversos motivos, el durmiente que cabecea y termina apoyado
en tu hombro, el loco delirante que habla solo, el que quiere iniciar
una conversación aunque uno no quiera oírlo, el asiento mojado
dado que las unidades tienen demasiados años y se filtra el agua
de la lluvia, aquel al que el sol ha calentado durante todo el día
(especialmente fatal en verano), el primer asiento del colectivo
sabiendo que está reservado para personas con problemas
aunque algunos se hacen los sotas cuando sube una persona
que realmente lo necesita.
Y está última época el internauta, ágil con los dedos sobre el teclado
de cuanto dispositivo táctil ande en el mercado, pero no tan habilidoso
a la hora de prestar atención de las necesidades del otro.
Pese a esto, dada mi condición de miembro del C.C.P., mi osamenta
se ha acostumbrado al viaje en bondi desde tiempos inmemoriales
cuando el viejo Díaz primero y Manolo luego, llevaban los eternos Mercedes
por los caminos de tosca del sur de Tres Arroyos, de Reta a Copetonas
cinco veces a la semana.
Nota: “C.C.P.” es la sigla de” Club de los Crotones Parados”, perteneciente a la obra “Mi novia y yo”, protagonizada por Tino Espinoza, La Petisa (léase la novia de Tino), Tom, Balbastro, Steve (“por donde el pasa no queda nada en pie, ni siquiera el pasto de plástico”), los miembros de la “Editorial La Palomita” y otros personajes de Robin Wood.
VI) Gracias (25/01/2014).
Qué difícil me la has puesto, tu figura me generaba contradicciones hasta no hace demasiado tiempo y ahora veo finalmente que con tu retiró se va una buena parte de la historia más gloriosa del Xeneize.
Es sábado, Diego no sale a jugar el segundo tiempo, lo reemplaza un pibe que lleva la ocho en la espalda. Boca le da vuelta el partido a River en el Monumental, con un gol de un ex Millonario y un ilustre desconocido, de apellido Palermo
Sólo un año antes de que alguien venga a poner orden en la casa, puliendo las imperfecciones y arreglándose con lo que había. Llega el primer campeonato, atrás quedan las frustraciones del año anterior, los penales con Newells y la final de la Supercopa de 1994.
Atrás la historia de los que pasaron peleándola y se fueron con poco, casi nada. Por eso tal vez ese primer campeonato se valora tanto. Mi padre y mi abuelo hablan en la tarde apacible, Boca da la vuelta frente al Rojo. Palermo establece la marca de veinte goles en diecinueve partidos, campeones invictos y a la Libertadores del 2000.
Otro título más, a esta altura no sorprende y genera un montón de expectativas. Más allá del Bicampeonato de River, de la lesión de Martín y del debut con derrota en la Libertadores. El partido en Montevideo parecía un bodrio, la pelota no terminaba de bajar nunca.
River, siempre River, en cuartos de final. Delgado, Riquelme, el caño a Yepes y el gol de Martín para darle sentido a lo que significa la palabra épica. 24/05/2000, a semifinales y a sufrir contra él América de México en la vuelta. Samuel mete un cabezazo bombeado, que se cuela y estamos en la final.
Palmeiras llega a defender la corona, Arruabarrena mete dos goles pero terminamos empatando. En Brasil, tierra difícil para jugar, las cosas quedan 0 a 0 y a penales. Córdoba se hace enorme, Riquelme, Guillermo, Palermo y un tal Bermúdez anotan para el 4-2 final.
Y por si fuera poco, el premio es jugar contra los Galácticos. Un equipito, Casillas, Morientes, Roberto Carlos, Hierro, Raúl y Figo. A los cinco ganábamos dos a cero, centro de Delgado y gol de Martín. Pase de Román, Palermo se le escapa al central y se la cruza a Casillas.
Descuento de Roberto Carlos, a pisarla Román, contra la línea y contra tanto monstruo defensivo. La constelación es engullida por el Océano que representa La Boca. Somos campeones del mundo, como diría Jorge Bermúdez “sólo el cielo está encima nuestro”.
Vendrán otros títulos, la Libertadores del 2001, el mal trago frente al Bayer Múnich, la Libertadores 2003, la Intercontinental 2003, el Apertura 2003 (campeones antes de ir a jugar con el Milán), los penales frente al Once Caldas en 2004, la Sudamericana 2004, la Sudamericana y el Torneo 2005, el Torneo 2006 y alguna Recopa.
Es cierto, ahí no estabas vos pero volviste para un último concierto en el 2007, nos llevaste a Brasil con un 3 a 0 de ventaja y nos sobró. Siguió el Torneo del 2008, la Recopa 2008, el Torneo 2011 y la Copa Argentina 2011. Incluso sin el brillo de otras épocas, pero ahí estabas vos para jugar en el patio de tu casa.
Estabas cuando quien moldeo todo esto de salir a ganar en cualquier parte volvió, pero se fue de la peor forma posible, cuando al pobre Pato no le salía una y el equipo naufragaba contra su propia impotencia. Una final más, la del 2012 frente a un espejo de Boca.
Nos has dado enormes alegrías, escribiendo tal vez la mejor página de la historia de Boca. Digo tal vez, porque sería faltarle el respeto a Yustrich, a Don Pancho, a Mussimesi, Roma, Marzolini, Rojas y Rojitas, Madurga, Gatti, Maradona, el Toto Lorenzo y varios monstruos más.
Hasta ese segundo semestre de 1998 las vueltas se daban en otras partes, han escrito el nombre de Boca en la historia del fútbol mundial al lado de algunas ciudades: Milano, Madrid, Barcelona y Avellaneda.
No está mal, nada mal. Esto lo iniciaron vos y varios artistas más: Córdoba, Bermúdez, Schiavi, Samuel, Arruabarrena, Matellán, Traverso, Serna, Basualdo, Cagna, Clemente Rodríguez, Battaglia, Ibarra, Guillermo, Palermo, Tévez, Delgado, el Pato y un pibe llamado Román.
Seguro se me piantan nombres, soy miembro de una generación que creció con vos, con las protestas de Guillermo y con los goles de Palermo. Gracias Román, gracias Carlos y perdón porque a veces con tanto triunfo uno se vuelve exigente. Pobre, pero exigente. No hay que ser olvidadizo o de lo contrario perderemos la única cosa que tenemos, el crédito a nuestra palabra cuando esta no se condice con los hechos.
¡Gracias pibe!.
VII) Baco S.A.
Coleccionista de corchos,
de eso me he recibido en la última década
y que yo sepa no existe nada de malo en ello.
Si en la cepa sólo está la pura verdad,
así que hemos de chocar las copas
y guardar las memorias que le den forma a éste barco
cargado de sueños y sobre todo de esperanza.
Cuando quede algo en el recipiente
y el alcornoque se niegue a entrar,
puedes recurrir a los de la variedad artificial.
Pero recuerda que el vino es demasiado espirituoso,
así que el mejor lugar en donde verterlo es el garguero
del cual han de surgir tus versos, payador.
VIII)
Fue como volver en el tiempo,
incluso no noté al principio
cosas que me eran tan familiares.
Encontré a quienes buscaba
una tarde ardiente de enero
y pareció que nunca me fui.
Incluso vi la cancha vieja
convertida ahora
en un pequeño rectángulo,
resabios del pasado
al igual que los recuerdos
de otros días lejanos.
IX) Aprendiendo.
-Creo que la Copa América es mejor que la Euro, dijo Javier.
Sus palabras resonaron en la torre, era viernes y nosotros hacíamos aquello que más nos gustaba: jugar con la computadora.
Javier tenía esa cosa de decir algo, dejarlo picando y esperar la reacción química. O sea un ataque de ira de mi parte.
Crespo o Batistuta, el futbol de acá o el de afuera, el candado o el juego bonito, cualquiera que fuera la excusa terminábamos discutiendo como dos nabos.
Y en una de esas trifulcas nos peleamos bastante feo, casi nos vamos a las manos aunque todo terminó con un par de gritos del más veterano del grupo.
- ¡A callarse y a dormir, así se les pasa!.
El tema es que pasaban los días y ni miras de que nos arreglemos, todo estaba bastante tensionado, el abismo era infranqueable. Ceder nunca, retroceder tampoco.
Sin embargo terminaría aprendiendo una lección, “Palen” y yo estábamos esperando nuestro turno para almorzar, nos daban unas bandejas parecidas a la de los presidiarios, de metal plateado.
En eso Javier se dio vuelta y dijo:
-Permíteme que te sirvo.
Eso fue todo, ahí culminó el asunto, con algo simple y tan efectivo.
Me dio una lección tan grande que aún hoy me ha quedado la marca, aunque a veces el mal genio salga disparado siempre existen otras formas de resolver las cosas.
X) Desvaneciéndome.
Aquí me quedo, contemplando el paisaje en la eternidad,
las voces, las luces, los pasos apresurados quedan atrás.
Igual mi vida, se va en medio de las enredaderas que
crecen debajo del agua, puedo sentir tu temor cuando
disparas esa andanada tratando de matar mi pluma.
Y ahora un monolito marca el lugar en donde he caído
a un costado de una ruta olvidada por el hombre,
mientras el feudo sigue funcionando como antaño
pasando el control de una mano a otra
para que nada cambie.
XI) Deteniendo.
Detendré el tiempo justo aquí
mientras enciendo el fuego y la
espuma se desliza hacia la helada
noche de verano.
Me quedaré con la foto de éste
último momento inmortalizado
y trataré de que todas esas sonrisas
no se desvanezcan en él.
Sólo así sabré que he vivido plenamente
conservando emociones y arrojando
en los leños todo lo demás, lo que
otros se empeñan en juntar como
el tesoro de un avaro.
XII) Arena.
Somos esto
granos de arena,
cada uno diferente,
juntos en éste médano
llamado existencia.
El viento nos trajo,
la mano etérea del destino
nos puso donde estamos,
nada es seguro
excepto el instante
que compartimos llamado vida.
Algunos lograron estabilidad
a la orilla del mar,
que cada tanto se los lleva
marcando el paso del tiempo.
Los demás son enviados
por los aires,
desechados por las lágrimas,
cuando te posas donde no debes.
Estamos en todas partes,
parecemos insignificantes,
cada quien un mundo aparte,
creando, llorando, riendo
y amando, viendo las horas pasar
en ese reloj, un grano tras otro,
volviéndonos el tiempo
en el océano de la eternidad,
dejando nuestra huella.
Nadie recuerda todos
los nombres volviendo
al principio de la historia,
pero sí hubo un comienzo,
un punto de inocencia
que aún queda en pequeñas
cosas, mientras otros se
encumbran en pedestales
ignorando que la marea
sube para todos.
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