Las yemas de los dedos recorren esas curvas
bebiendo el rocío que se deposita justo antes de tu cintura,
explorando los lugares más recónditos de tu cuerpo.
La lluvia del éxtasis nos ha cubierto,
la tormenta se abalanza sobre nosotros
sumergiéndonos en un mar de cuerpos.
Gemidos y estertores reemplazan a las palabras,
para que al final el viento de la madrugada
traiga respiro a la fiebre que nos envolvió.
…
Ofreció limosnas
pero yo solo quería manzanas,
me conformaba con probarla una vez.
La riqueza que pretendió darme
no me interesaba, sólo la carne
y un buen Malbec.
Así que ella ha dejado su estatus
entre las flores de los mosaicos,
mudos testigos del frenesí
en el que nos vimos envueltos,
para que cuando el agua se vaya
hacia el océano deje la cuenta paga
de aquel último café, para decirle
que no estoy en venta y que únicamente
me interesaba probar la manzana
una vez más.
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