Un viaje hacia lo profundo
algo oscuro y amenazador se mueve allí,
el mar eleva sus enormes brazos
sobre la cáscara de nuez que es
llevada adonde él quiera.
He visto el suelo agrietarse
sin que crezca nada allí,
presagio de que muchas cosas
no llegan a buen puerto.
Y ahora atravieso el salón
cada puerta es una invitación a
la tentación que se insinúa entre
risas y jadeos, mientras al final
del corredor me aguarda
aquello que se ha mantenido
oculto hasta ahora.
XV)
Se apretujó la capa,
envuelta en la noche
llegó y prendió fuego
las cortinas rojas
del salón real.
Las llamas coronaron
la caída de la emperatriz,
mientras en su locura
danzaba rodeada de fuego
y sus marionetas caían al fin
para volverse humo y cenizas
junto a ella.
XVI)
Con esa frase me diste la espalda
pensando que sin vos yo no podría seguir,
abandonándome lejos de casa
para que al final ella venga por mí
y lo que dijiste se vuelva realidad.
Así el tiempo ha pasado
dando una vuelta completa,
tú sigues empeñada en esconderte
como si el pasado pudiera enterrarse
profundamente, temerosa de que salga
a la luz y te persiga en sueños.
La atmosfera se ve viciada
tanto humo para esconder esos pecados,
mientras el trono permanezca dorado
nada de qué preocuparse hermana mía.
No te has calzado el traje de Índigo
pero aun así me has convertido en tu Némesis,
aunque la plata es algo a lo que yo
no le doy importancia, pero para ti
es como el aire, no puedes estar sin eso
y al final la carne es mortal,
la tuya, la mía, tan perecedera
que lo único importante es cuidar el alma
que nos dieron al venir aquí.
El mar golpea a tu puerta
y ése mismo mar te traerá hacia mí,
así será tarde o temprano
para que entonces la balanza esté equilibrada.
Deja que los recuerdos se agolpen en la entrada
de tu casa mientras despachas a otro amante
y el agua borra las huellas del ayer,
pero todo queda inalterable en la memoria
mientras tratas en vano de matarla
con olvido y decadencia.
Nota: Índigo es la princesa de la serie del mismo nombre creada por Louise Cooper y Némesis su equivalente malvado. La princesa Anghara viste de azul (el color del luto) y toma el nombre del mismo (Índigo) para salir a cazar a los demonios que ella liberó, entre los que se encuentra Némesis (su parte malvada que la lleva a abrir la Torre de los Pesares, pese a la prohibición de la leyenda).
XVII)
- Saludos Hermana murmuró el recién llegado.
La emperatriz no daba crédito a lo que veía, mientras el espejo se le escapó de las manos y se hizo añicos contra el piso de mármol de Carrara, cortado a base de llamaradas.
- Vos dijo ella, perteneces a otra historia y no sos bienvenido aquí.
- A éste paso seré lo único que quede cuando todos los demás vean lo que realmente eres.
- No te necesito, tengo mis riquezas y mi entrada al cielo asegurada, personas que harán lo que yo les diga cuando haga resonar mis dedos.
- Tus marionetas sólo bailan con el tintineo del metal, pierdes eso y ellas caerán como tu palacio esta noche.
Y al decir esto un trueno quebró la calma, mientras la construcción al otro lado del río se venía abajo y la emperatriz maldecía.
- Ahora donde hubo opulencia, materialismo y soberbia únicamente queda vació y sombras. Es hora de que me cobré las ofensas del pasado.
Se acercó a ella que lo contemplaba con los ojos sin esperanza y llenos de terror. Bebió hasta el hartazgo, saciándose con cada gota que extraía y al final la mano huesuda cayó inerte, quedando aquel lugar en silencio.
La emperatriz se despertó asustada, bañada en sudor y le tomó un rato darse cuenta que era un sueño, aunque la luna que se filtraba entre las nubes negras de la noche emitía un único y amenazador rayo plateado.
Nota: la frase con la que comienzo éste pequeño relato le pertenece a uno de los personajes de Louise Cooper, Némesis, y aparece en la saga Índigo. En la mitología griega Némesis personifica a la venganza y el color plata sirve para representarla.
XVIII)
Otra vez
la vieja canción sonando,
como un recuerdo que vuelve
en medio de la niebla que el tiempo
le ha puesto a la memoria.
Pequeñas esperanzas
juntadas y unidas
para que todo sea una sola voz
sonando en el cielo del mañana.
Cuantas cosas han quedado atrás,
tus pasos ya fueron borrados
por el omnipresente océano
como las de tantos otros.
Y sin embargo tú presencia
sigue aquí, recordando un fugaz momento
en el que fui feliz a tu lado.
XIX)
Todo se cae
tus ansias de poder te cegaron,
levantaste estos muros
ahora yacen vacíos como
el salón que ocupas.
Esconderte de los enemigos que creaste
o ¿te escondes de los miedos
del remordimiento?.
Tus pisadas en la nieve están cargadas
arrastras la ambición contigo,
tienes las manos rojas
y el agua no las lava.
Gritas para que vengan a servirte
el anillo no te sirve,
está inanimado como tu existencia
esperando en el lecho temeroso
de que Él te cobre todo
el mal que viertes en cada copa que tomas.
XX)
No vengas a confesarte
toma la lección de la doncella de hierro
y encuentra al sacerdote blandiendo
una espada entre los demonios.
De las cuatro esquinas
nos hemos soltado
cruzando la llanura,
en un atardecer en el que el sol
será más rojo que la sangre
que bombea tu acelerado corazón.
Hasta los reyes dejan sus tronos
marchando hacia la batalla
mientras tú te recoges la falda
para encontrar un salvador
en esta historia repetida.
XXI)
Paciencia,
no tenía otra forma
de llamar a ése momento
viendo las estrellas
congeladas en la noche.
Esperaría
quién sabe cuánto tiempo,
la lluvia era un reloj
resonando suave en el vacío
y entonces cuando el alba llegara
saldaría la cuenta, dejando cerrada
la herida que ella le abrió.
XXII)
Todas las escenas se mezclaron,
el lecho cotidiano y la torre vacía
pasaron ante nuestros ojos.
Te tuve más veces de las que hubiera deseado
si esto no fuera sino una ironía del destino,
algo no estaba bien o es que siempre fuiste así.
Tenerte no era difícil
lo complicado era que tú no repitieras éste acto
sin ningún tipo de conciencia en otro lugar.
Cuantas veces la lluvia borró las huellas
y entonaste la misma canción
saliendo aireada de la situación,
para volver a repetirla cuando así lo desearas,
sin importar mancillar aquello que llamabas amor.
XXIII)
Voces en la noche atormentan tu sueño,
despiertas bañado de sangre,
la de aquellos a los que traicionaste.
De día luces en calma,
pero al caer el sol la oscuridad
sobre ti no es natural.
Tantas ansías de poder tienes,
te eriges sobre los demás
como una divinidad impiadosa
jalando de las cuerdas,
todos deben bailar con tus chasquidos.
Esas marionetas son de carne y hueso,
no lo notas en medio de la bruma
que cubre el lecho en el que te revuelcas,
para despertar con sus manchas
sobre tu consumido cuerpo.
XXIV)
Éste es el camino que he escogido
el cual me aleja inevitablemente de ti,
lejos está la época en la que
uno velaba por el otro,
¿en dónde quedó la mujer a la que conocí?.
¿Cuándo se volvió un ser carente
de sentimientos?, fría como ésos dos
faroles azules que coronan tu blanco rostro.
El tiempo nos ha separado
y la estela que deja la nave es borrada
por el mar, como si el también quisiera
dejar toda ésa parte de nuestras vidas
hundida en las profundices de un abismo
oscuro y frío llamado olvido.
XXV)
¿Adónde te has ido?
hace una década
añoraba tu regreso
y ahora sólo deseo
que me devuelvas
a la mujer que no eras.
Me he sentado a ver
el atardecer en esta roca
y el viento me ha traído
el olor de tus cigarrillos.
La estación sigue vacía,
aquella vez viniste por mí
pero ahora regresas
en los recuerdos que traigo
copa tras copa,
naufragando los sentimientos
en esta existencia
sin la luz de ésos faros
azules y fríos.
XXVI)
¿Qué ven esos ojos fríos?
esa cortina que los nubla
viene de tu propio ser,
esta mañana no es como otras
¿acaso creíste que volvería implorando?.
Ya se fue,
sólo que tú te escondiste detrás de
lo que desconociste durante tanto tiempo
y ahora hablas de traición.
Recuerda las mañanas que compartiste,
cada sorbo en medio de esa alfombra
verde y roja mientras reían,
como las horas se iban despacio,
el tiempo nos pertenecía
unidos como si fuéramos la misma sangre
y ahora esto se ve vacío.
Hace un año atrás
ya estaba así, sólo que tú no lo veías,
ahora piensas que quedó atrás pero
ya se fue hace tanto que no puedo
recordar que era lo que nos unía.
XXVII)
Un océano rugiendo,
estallando contra la roca
para verla deshacerse.
Un embate detrás de otro,
las manos desnudas golpean
contra el granito y lo deshacen.
Te escondes detrás de las sombras,
pretendes un camino fácil
y no ves el abismo sobre el que caminas.
El agua se ha vuelto roja
nuestra sangre clama venganza,
la tuya se hizo agua
y entras en pánico mientras se cae
tu castillo de arena.
Tu voluntad es débil,
trepar es sencillo pero estás
demasiado alto y no sabes cómo bajar.
Ven te lo mostrare,
derribare tu gigantesco cuerpo
y sobre el lugar de la caída
forjaremos la bóveda celeste,
nuestra seña, siete estrellas conformando
una corona, para que tus vástagos teman
la venganza de nuestra sangre.
Sangre, si eso es lo que te cubre ahora,
la que pensaste que podías usar contra nosotros
y que era un arma en manos inexpertas.
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